Sobrevivió a la generación de los 50 y escribe para contarlo tras haberse bebido cada noche «En busca del último bar abierto». Su recompensa no tiene forma de medalla, sino de lúcida experiencia. como la que hace de «Entreguerras», su último libro, un vasto y desgarrador poema que repasa los vaivenes de su autobiografía. a sus 85 años, este jerezano universal se plantea abandonar los versos. pero no está dispuesto a permanecer callado. Por D.B./Foto: Cordon

Dagas, un úrculo, plumas, libros, el retrato de un sonriente Alberti dedicado al autor de Ágata ojo de gato, un Miró; brújulas, cuadrantes y otros artefactos marineros de ardua catalogación; más libros; fotos de Cernuda, de Valle, de Juan Ramón; y, de repente, algo insólito. apoyada en el rincón de una estantería, una cabeza reducida por los jíbaros en una selva remota. Podría uno pasar una semana entera fisgoneando en el despacho de José Manuel Caballero Bonald [Jerez de la Frontera, Cádiz, 1926], pero toca entrevistarlo. En profundidad. Sobre todo desde que el último superviviente de la generación de los 50 anunciase -tras publicar ‘Entreguerras’ [Seix Barral], su autobiografía en verso- su intención de romper el boli y no volver a escribir poesía. La duda es si sabrá hacerlo. Vivir, a sus 85 años, libre de la dictadura de la metáfora. Dejemos que sea él quien lo cuente.

XLSemanal. ¿Tiene sentido, a su edad, ser un poeta rojo y libertino ?

José Manuel Caballero Bonald. [Sonríe irónico] Claro que sí. Mucho. Me gusta que me lo digan. Es algo de agradecer.

XL. Un insulto que acaba siendo una medalla en el pecho.

J.M.C.B. Cierto. Aquello no se dijo de buena fe.

XL. Y por tacharlo de rojo y libertino no es usted académico. ¿Es verdad?

J.M.C.B. No fue así exactamente. Se dijo en su día, sí, pero nunca tuve claro si eso es cierto. A mí me presentaron como candidato, no me admitieron y ahí se acabó el asunto. Ya no quiero oír hablar más de ese tema. Además, no me apetece para nada compartir mesa con personas que no me merecen ningún crédito. Ni humano ni intelectual.

XL. Recibe una llamada de la Academia y les cuelga.

J.M.C.B. ¡Hombre, tanto como colgarles no! Yo soy bien educado [sonríe], pero no quiero hablar más de este tema.

XL. Solo una más. ¿Es cierto que Cela fue uno de los obstáculos que tuvo para entrar?

J.M.C.B. Oí decir eso. Sí, es posible. Por razones de enfrentamientos que tuvimos en los últimos tiempos. Yo fui subdirector de la revista Papeles de Son Armadans. Dijeron que Cela, que era un hombre complejo y contradictorio, se había opuesto. No lo sé. Nunca lo sabremos en realidad.

XL. ¿Cómo era Cela?

J.M.C.B. Podía pasar de ser una persona muy bien educada a un impertinente, soez, sin gracia. Tenía esa mezcla de varios hombres en uno que todos tenemos, pero muy acentuada.

XL. ¿Llegó a hablar con él tras confesar que había tenido usted un largo idilio con su esposa, Charo Conde?

J.M.C.B. Es que yo no hablé nunca de eso, naturalmente. Pero cuando un periodista le sacó de mala manera esa confesión a Charo, y se publicó, yo me quedé realmente muy anonadado. Yo no había hablado de eso con nadie nunca. No soy tan impúdico como para poner en circulación esas cosas tan íntimas. Entonces, como ella ya lo había contado, yo lo conté en mis memorias. Prudentemente, y por distancia.

XL. ¿No llegó a cruzarse con él tras publicarse aquello?

J.M.C.B. Sí, nos vimos alguna que otra vez. Pero de ‘hola’ y ‘adiós’.

XL. ¿Cómo valora lo ocurrido con el PSOE de Andalucía?

J.M.C.B. Ha habido ahí esta especie de pandemia de corrupción por toda España que ha llegado a todos los extremos. Es generalizado. Está en todas partes. Siempre hay alguien que se queda con algo. Y en Andalucía también ha ocurrido. Si eso es verdad, es una barbaridad imperdonable.

«La vejez es una cabronada. Tener que renunciar a muchas cosas. Las pérdidas. El acabamiento de aspectos de la vida. Esa renuncia a la que uno se ve obligado»

XL. ¿Lo peor de tener 85 años?

J.M.C.B. Tener que renunciar a muchas cosas. Las pérdidas. El acabamiento de bastantes aspectos de la vida. Esa renuncia a la que uno se ve obligado. La vejez es una cabronada. Con el hecho de haber vivido de una manera bastante intensa, haber querido abarcar muchas aventuras, viajes y experiencias diversas, llega un momento en que la edad te coarta. A mí, una de las cosas que más me gustaba era salir por las noches con los compañeros y amigos del grupo del 50. Me gustaba trasnochar y beber copas en los bares. Estaba obsesionado con esa búsqueda del último bar abierto de la noche para tomar la última copa.

XL. Eso se acabó casi por prescripción médica.

J.M.C.B. [Sonríe]. Bueno, más bien por imposibilidad física. Me cuesta mucho trabajo. Lo hago, pero de higos a brevas.

XL. ¿Pero sigue siendo un animal nocturno?

J.M.C.B. No, ya no. Suelo acostarme relativamente pronto. Ya no tengo horas, no tengo rutinas.

XL. Dicen que, a partir de cierta edad, si despiertas y no te duele nada, es que estás en el otro barrio.

J.M.C.B. Eso es. Yo, por suerte, me mantengo con fortaleza.

XL. ¿Lo mejor de tener 85 años?

J.M.C.B. La experiencia acumulada. Esa riqueza de haber vivido mucho y mucho tiempo. Me gusta decir que tengo mucho pasado por delante. Mientras que el futuro ya se me ha quedado muy estrecho. Yo no tengo apenas futuro.

XL. Como no lo veo viajando con el Imserso, o jugando a la petanca o viendo Sálvame cada tarde.

J.M.C.B. [Sonríe]. Eso son actividades absolutamente desastrosas. Si llegara a esos extremos, sería un castigo. No hago nada que se parezca la vida de un jubilado. De eso huyo.

XL. ¿Cómo es su día a día?

J.M.C.B. Procuro cada día hacer algo distinto para que mi semejanza con un do sea cada vez más lejana. Si un día me acuesto pronto, al siguiente me quedo tomando una copa en casa. Eso sí, escribo poco y leo menos.

«Yo tengo miedo de ruidos nocturnos,  de pisadas por la noche. A mí, me impresiona mucho oír me impresiona mucho oír un timbre por la noche.  Y eso viene de los tiempos del franquismo»

XL. Hoy por hoy, la química ayuda a rejuvenecer un poco (vitaminas, viagra… ). ¿Se deja usted ayudar?

J.M.C.B. No me dejo ayudar ni me ayudo yo mismo. No hago nada. Ningún tipo de artificio que me permita alargar la actividad o tener mayor energía. Huyo de todo eso.

XL. Resuma sus 85 años en una sola palabra.

J.M.C.B. Constancia. Esa regularidad en haber hecho lo que he querido. He sido fiel a mi propio ideario y no he tenido ningún tipo de contagio de cosas que no me gustaban.

XL. Pensé que me diría que Entreguerras.

J.M.C.B. Entre guerras privadas, perdidas la mayoría de ellas, aunque otras ganadas. Es otra buena forma de definir mi vida. He vivido entre guerras en sentido literal y figurado.

XL. Prescinde en este poemario de signos gramaticales porque la memoria no tiene ni puntos ni comas. ¿No será también porque, a su edad, casi todo es lastre?

J.M.C.B. Sí. A mí me quedan muchos lastres, del franquismo incluso. Siempre digo que mi tendencia ideológica es más bien anarquista y, sin embargo, tengo gustos burgueses.

XL. Vamos, que es usted todo un anarquista de salón.

J.M.C.B. Son contradicciones que uno acumula con la edad.

XL. Lastres, al fin y al cabo.

J.M.C.B. Así es. Fíjate, yo tengo miedos de ruidos nocturnos, de pisadas por la noche. A mí, me impresiona mucho oír un timbre por la noche. Y eso viene de aquella época. Cuando vinieron a mi casa un par de veces para detenerme. Al igual que otros lastres relacionados con las costumbres.

XL. ¿Puede poner un ejemplo?

J.M.C.B. El fútbol. Tengo hacia el fútbol un rechazo instintivo, porque en aquella época era el drenaje de las pasiones para que no se hablara de otra cosa. Casi como ahora, pero todavía más acusado.

XL. ¿Sigue leyendo poesía?

J.M.C.B. Sí. Con la misma pasión que cuando empezaba a escribir. Sin embargo, cada vez creo que soy peor lector de novelas. También leo a los jóvenes. Que están haciendo un nuevo simbolismo que me gusta mucho.

XL. ¿Corren malos tiempos para la lírica?

J.M.C.B. Son malos para la literatura en general, que está llegando a unos extremos muy preocupantes. Ahora, los protagonistas de las novelas son extraterrestres, espadachines, etcétera, y mantienen ese realismo decimonónico que se ha vuelto a recuperar. La exploración, la aventura en el lenguaje está cada vez más lejana.

XL. Aparece usted en la lista de los más vendidos en poesía, tampoco debería quejarse mucho.

J.M.C.B. Ya, pero es que cuando oigo la palabra best seller, empiezo a temblar. Como decía Juan Benet. La calidad de un texto literario está en relación inversamente proporcional al número de ejemplares vendidos . La gran literatura, que está hecha por grandes desobedientes, siempre es minoritaria.

XL. ¿Cómo ve esta España de los recortes?

J.M.C.B. Con mucha alarma. Veo un horizonte sombrío. Los ideólogos han sido suplantados por los tecnócratas. Esto deriva en un mundo desequilibrado, en el que la trivialización, la banalidad, la sumisión y la resignación campan a sus anchas. Nadie dice nada. Nadie protesta. Afortunadamente, de vez en cuando surge algún movimiento de protesta como los ‘indignados’, aunque sin continuidad.

XL. ¿Es usted un poeta indignado?

J.M.C.B. Si no lo fuera, estaría convertido en un jubilado.

XL. Con la que está cayendo, dan ganas de encamarse y no salir ni para ir al baño.

J.M.C.B. [Sonríe irónico]. Me tocas un aspecto de mis aficiones muy agudo. Yo también he tenido, en mi vida, muchas tentaciones de acostarme, de elegir la cama como lugar más estable, y confortable a la vez, para pasar la vida. Yo he tenido en mi familia cinco acostaos. La rama de los Bonald. Se acostaron con 40 años y ya no se levantaron.

XL. Rendirse, como forma de victoria.

J.M.C.B. Así es. Yo hablo de ello en un poema. Dice. Yo, que quise ser vencido con tal de no pecar de victorioso . En estos momentos en que no me gusta cómo está España, me encantaría poner tierra de por medio. Si tuviera menos edad, volvería a autoexiliarme.

XL. O a ‘acostarse’ de nuevo.

J.M.C.B. Eso es más difícil. Yo no llegué al trastorno bipolar, pero cogí una depresión grande.

XL. ¿Acentuada por el alcohol quizá?

J.M.C.B. Así es. La bebida también influyó. No quería asomarme a la vida. Estaba acobardado por muchas cosas. Yo me propuse salir del bache por mis propias fuerzas. Y lo hice. Y lo celebré bebiendo otra vez [sonríe].

XL. Imagino que de manera diferente.

J.M.C.B. Así es. Con moderación, como se dice.

XL. De la generación de los 50 se dice que, quitando casos como Ángel González o Claudio Rodríguez, eran niños de papá jugando a hacer la revolución. ¿Es eso cierto?

J.M.C.B. Pues sí. Y eso fue a veces criticado. Pensaban que éramos unos frívolos que teníamos la literatura como pasatiempo. Aunque nuestra propia lucha antifranquista nos exigió una toma de conciencia clara con aquella sociedad.

XL. Y eso lo refleja su poesía.

J.M.C.B. Así es. Aparece la toma de conciencia. En nuestro grupo de poetas hay algunos que son tan importantes como los mejores de las generaciones precedentes.

XL. Va a tener usted que darme nombres.

J.M.C.B. José Ángel Valente, Carlos Barral y Claudio Rodríguez. Tres poetas de los que he aprendido mucho.

«Algunos fumábamos porros; otros, no.  Y alguna que otra droga. Pero en mi caso fue muy pasajero caso fue muy pasajero y lo hice por esa especie  de ansiedad de experiencias de todo artista»

XL. Aparte del alcohol y del tabaco, ¿consumían habitualmente algún otro tipo de drogas?

J.M.C.B. Sí, claro que sí. Algunos fumábamos porros; otros, no. Y alguna que otra droga. Pero en mi caso fue muy pasajero y lo hice por probar. Por esa especie de ansiedad de experiencias de todo artista. Para hablar de una cosa había que probarla antes, ¿no? Y así lo hice. Pero muy rara vez.

XL. ¿Quién era más radical en confundir vida y bebida?

J.M.C.B. Claudio, quizá. Estaba en una situación peligrosa de salud. Bebía mucho y lo hacía a diario, cosa que otros de la generación no hacíamos. Yo nunca lo he hecho.

XL. Es algo muy peligroso beber en soledad.

J.M.C.B. Sí, sin duda. Gabriel Ferrater y Carlos Barral lo hacían. Y ambos tuvieron problemas. Gabriel, de hecho, acabó suicidándose. Y Carlos se implantaba parches subcutáneos para que le produjera náuseas en cuanto bebía.

XL. Le traigo un par de definiciones de poesía para que las juzgue. ¿Le parece bien que se las lea?

J.M.C.B. Claro que sí. Adelante.

XL. Ahí va la primera. «El juego de hacer versos es parecido al placer solitario».

J.M.C.B. [Sonríe]. Es de Jaime [Gil de Biedma]. Y estoy de acuerdo. Lo completo con lo que decía Ángel González. Aquello de que escribir un poema se parece a un orgasmo .

XL. Tomas Tranströmer, el último Nobel, viene a decir que la poesía es algo parecido a un sueño en la vigilia .

J.M.C.B. Me gusta menos. Es una interpretación romántica. Por eso, me parece menos convincente que la de Jaime.

XL. «La poesía es un buen antídoto contra el miedo».

J.M.C.B. Esa es mía. Y la suscribo. Un antídoto contra los miedos infantiles, pero de cuando en cuando se aceptan.

XL. ¿Tiene usted miedo a la muerte?

J.M.C.B. Lo normal. Hay una tendencia muy andaluza a no pensar mucho en el fatalismo. La muerte es ese muro que no puedo traspasar. Prefiero instalarme en su contemplación.

Privadísimo

  •  Su madre era bisnieta del Vizconde de Bonald, filósofo tradicionalista francés.
  • Iba para marino, afición que procedía de sus lecturas de Salgari y London, pero una enfermedad pulmonar frustró su sueño.
  • De él dicen que encarna la figura del escritor que persevera en su ética y su estética.
  • Lleva más de media vida con la misma mujer: su esposa, Pepa.

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