Este chico con cara de no haber roto un plato iba a protagonizar la salida a Bolsa más exitosa del siglo. No en vano es el creador de Facebook, la red social que ha cambiado nuestra manera de relacionarnos. Por Carlos Manuel Sánchez

Un mes después de su debut en el parqué, los expertos ya hablan de fiasco. Y los problemas se le amontonan; los pequeños inversores le han puesto una demanda, hay síntomas claros de que el número de usuarios de su red está cerca de tocar techo y muchos ya hablan de ‘burbuja’, la ‘burbuja 2.0.’, a punto de estallar.

Fue un viernes loco. Las acciones se estrenaron cotizando a 38 dólares, en cuestión de minutos se dispararon hasta los 42 y entonces, cuando los inversores se frotaban las manos confiados en repetir otro ‘pelotazo 2.0’, cuando todo estaba preparado para descorchar las botellas de champán, entonces ¡pif!

La nueva ‘burbuja punto com’, que apenas estaba empezando a inflarse, se quedó sin aire. Facebook, la empresa de Mark Zuckerberg, ese mocoso de 28 años recién casado con su novia de toda la vida y cuya empresa irrumpía en el parqué tecnológico del Nasdaq como un elefante -una capitalización inicial de 100.000 millones de dólares, suficiente para rescatar a Grecia o a todo el sistema bancario español-, reventó. No fue un reventón apocalíptico, más bien un clavo que deshincha poco a poco una rueda. Los títulos de Facebook empezaron a perder fuelle. Las entidades bancarias que gestionaron la operación los sostuvieron artificialmente durante unas horas con una compra masiva de urgencia, pero no consiguieron parar la hemorragia. Al cierre de este reportaje cotizaban a 28 dólares. El valor de Facebook ya ha caído un tercio. El fiasco es morrocotudo y ha dejado un reguero de frentes abiertos, de preguntas sin respuesta, de inversores cabreados, de querellas… Pero también, ironías de la vida, un puñado de multimillonarios.

Facebook superará este año los mil millones de usuarios. Una séptima parte de la humanidad pulsa el botón de «Me gusta». Consultoras como Needham and Co. le auguraban un futuro espléndido: «Comprar acciones de Facebook equivale a adquirir derechos sobre el mundo. El dinero sigue al tiempo. Y la capacidad de Facebook de mantener a la gente enganchada muchas horas al día terminará generando enormes cantidades de dinero». El razonamiento es lógico. Y Zuckerberg, en esta historia, estaría destinado a ser el alquimista que convierte el tiempo en oro; más concretamente el tiempo perdido por sus usuarios, robado al ocio y, con frecuencia, al trabajo. Como apunta con sarcasmo el analista de Forbes: Clem Chambers. «Facebook es el mayor destructor de productividad laboral creado por el hombre después de la guerra. Resulta paradójico que se haya convertido en una de las empresas más valoradas del mundo». ¿Pero esa valoración es justa? A los mercados no les cuadra y han dictado sentencia. la piedra filosofal de Zuckerberg no funciona como debería.

Vale que Facebook ingresó en 2011 unos 2900 millones de euros, un 85 por ciento en publicidad. No está mal, ¿no? Pues no, la opinión mayoritaria en Wall Street es que debería ganar mucho más. ¿Novecientos millones de usuarios y solo gana tres euros por cabeza? ¿Cómo es posible que saque tan poca tajada? «El problema no es que Facebook no gane dinero. Sí que gana, pero no tanto… Y no tiene una manera fácil de ganarlo. Le pasa como a tantas compañías de Internet: no ha encontrado una fórmula para convertir a sus millones de usuarios en clientes. Por eso, sus cuentas no impresionan» , comenta John Cassidy, experto en tecnologías de The New Yorker.

Y las dudas sobre su modelo de negocio se han disparado. «La economía digital se caracteriza por una penetración enorme y un rendimiento limitado» , escribe Tyler Cowen, economista de la George Mason University. «Internet significa ocio barato. La mayoría de los productos que ofrece son gratuitos. Tampoco genera demasiados puestos de trabajo porque la mayoría de las tareas están automatizadas por el software y los servidores. Por supuesto, existen compañías exitosas, pero son aquellas cuyo negocio está en la producción y distribución de bienes materiales, no virtuales» . Amazon vende desde libros hasta pañales y te los lleva a la puerta de tu casa de manera rápida y barata. Apple tiene sus smartphones, tabletas, descargas de música, aplicaciones para móviles

Incluso el porno, que es el mayor negocio en Internet, está perdiendo rentabilidad a espuertas. Los ‘amateurs’ han entrado en el negocio

«Cuanto más puramente digital es una compañía, menos puestos de trabajo crea y menos ingresos recibe por usuario, una realidad con la que los periodistas, para nuestra desgracia, estamos muy familiarizado en los últimos diez años. Y que los inversores de ese viernes fatídico en la Bolsa han aprendido por las bravas» , añade Ross Douthat, columnista de The New York Times. «Hay excepciones a esta regla, pero no demasiadas. Incluso el porno, que es el mayor negocio de Internet, está perdiendo muchísima rentabilidad porque cada vez hay más sitios amateur y los profesionales han perdido el monopolio» . Y sentencia: «Existía una cierta ilusión de que las redes sociales iban a crear una revolución económica; pero no ha sido así. Google no es General Electric; Twitter no es Ford. No es que Internet no sea revolucionario, pero su revolución es cultural.

Internet iba a ser la gran locomotora económica, pero no ha sido así.  Su revolución es social. Para los analistas, es el paraíso de diletantes y desocupados.

Así que la locomotora de silicio que iba a tirar de la renqueante economía mundial desde Silicon Valley suelta humo a mansalva, pero no avanza. Matthew Yglesias sugiere otra clave en Slate: «El ocio es el cimiento de Internet. La mayoría de sus contenidos los crea gente que no espera remuneración alguna. Es el paraíso de los diletantes y los desocupados». Nadie cobra por contribuir a la Wikipedia o comentar una noticia, casi nadie por escribir un blog. La tan cacareada nueva economía no cuaja. «No existe un filón comercial nítido. El dinero que se inyecta a las empresas 2.0 proviene de los excedentes de la vieja economía. Las redes sociales no manufacturan bienes de consumo. Sus usuarios no entran en ellas para comprar. Suben fotos (83 millones diarias en Facebook), actualizan sus perfiles, ‘tuitean’, dialogan, juegan, ligan, comparten información con sus amigos… ¿Quién hace clic en el banner de un anunciante? Es como entrar a una cafetería, pedir un vaso de agua y ocupar una mesa toda una tarde» , añade Yglesias. No en vano el gigante automovilístico General Motors acaba de finiquitar su cuenta publicitaria en Facebook (10 millones de dólares) por falta de rentabilidad. Y muchos expertos pronostican que es el comienzo de una desbandada.

Los problemas se le amontonan a Facebook. Hay síntomas de que el número de usuarios está próximo a tocar techo. Apenas crece en China, donde Renren le hace la competencia y ya tiene 200 millones de usuarios. Está en mantillas a la hora de sacar ‘pasta’ de la telefonía móvil, donde Apple le lleva una ventaja inconmensurable… ¿Cómo es posible entonces que la red social tenga en Bolsa un valor patrimonial 60 veces superior a sus beneficios previstos para el año que viene? ¿Cómo se puede ser tan optimista? No hay más que comparar con los pesos pesados del sector. Google apenas vale 14 veces más que sus beneficios; Apple y Microsoft, solo 10. Los inversores de Apple están dispuestos a rascarse el bolsillo y desembolsar nada menos que casi 600 dólares por acción. Pero, si tuvieran que pagar a precio de Facebook, ¡cada ‘manzana’ les saldría por 3000 dólares!

¿Quiénes son los culpables del ‘petardazo’? Todos los dedos apuntan a Facebook y Morgan Stanley, el principal banco colocador. La lista de los ‘pecadores’ empieza con Mark Zuckerberg, al que se le reprocha su pasotismo en cuestiones financieras. «Es admirable que este chico no quiera cortejar a Wall Street, pero no es muy coherente si quieres vender 16.000 millones de dólares en acciones» , apunta Felix Salmon en Reuters. Tal es su indiferencia que Zuckerberg ni siquiera se molestó en acudir a las reuniones con potenciales inversores. Estaba demasiado ocupado preparando su boda con Priscilla Chan, recién licenciada en Medicina. Por cierto que la ceremonia se celebró por sorpresa en su domicilio de Palo Alto (California), es decir, no anticipó el ‘evento’ en su página de Facebook (14 millones de ‘amigos’), algo que tampoco es consecuente con su opinión de que la privacidad es una cuestión obsoleta. Según parece, a Zuck -su apodo de niño- tampoco le preocupa el dinero. Rechazó mil millones de dólares en 2005 cuando quisieron comprarle la compañía. «Este es mi bebé. Quiero verlo crecer», se justificó. Curiosamente es lo que ganó el viernes que su ‘bebé’, ya mayorcito, cotizó. 912 millones de euros de una tacada, pues vendió 30 millones de acciones antes de que se desplomasen.

Distraído o perezoso, Zuckerberg delegó en David Ebersman, el responsable de finanzas de Facebook, cuyo pecado fue la avaricia, a juicio de The Wall Street Journal. Ebersman fue el que fijó los 38 dólares por acción de precio de salida, cuando sus analistas recomendaban una horquilla de entre 25 y 32 dólares. ¿Por qué lo hizo? Por afán de hacer caja rápido. La operación, en ese sentido, salió a pedir de boca. Ocho fondos de inversión y capital riesgo que habían puesto dinero en Facebook entre 2004 y 2011 ganaron 5600 millones de euros ese día; entre ellos, el inevitable Goldman Sachs, que siempre está en todos los líos. También se han hecho de oro muchos empleados, socios y amigos de Zuckerberg en Silicon Valley, como los empresarios Mark Pincus (Zynga), Reid Hoffman (Linkedin) o Peter Thiel (Paypal), que tenían participaciones desde 2004.También le llueven los palos a Morgan Stanley y otros bancos que gestionaron el fiasco. Y se acusa de mala fe al consejero delegado James Morgan y a Michael Grimes, el director de la operación. Según Bloomberg, no solo permitieron que Ebersman se saliese con la suya marcando un precio que era un puro espejismo. Además, sacaron al mercado un volumen exagerado de acciones: 421 millones (32 millones más de las previstas) con tal de maximizar las plusvalías. Lo hicieron a sabiendas de que era insostenible. Y lo más grave es que conocieron, en plena gira promocional, que las previsiones de crecimiento de Facebook se habían ralentizado. Y se callaron. No hicieron pública esa información vital que hubiese moderado la euforia de más de un incauto. El aviso sí circuló discretamente entre unos cuantos inversores selectos. Pero miles de pequeños inversores, ajenos a esos tejemanejes, picaron el cebo espoleados por la avaricia, a la que contribuyeron la prensa especializada y los analistas (en ocasiones, a sueldo de los bancos colocadores), que a juicio de Mark Gongloff, de The Huffington Post, actuaron sin mesura ni espíritu crítico, «como si fueran cheerleaders«. Morgan Stanley y los otros agentes se llevaron 53 millones de euros en comisiones y otros 80 de propina por estabilizar el precio de las acciones para que no ‘entrasen en barrena’ en el primer día. Un apagón de los ordenadores del Nasdaq, sobrecargados por la avalancha de peticiones, obligó a los brokers a actuar a ciegas durante horas y fue la guinda a la chapuza.

Entre las víctimas hay muchos jubilados, como Jennifer Kohne, que compró 3000 acciones a 42 dólares y tuvo que quitárselas de encima a 32, perdiendo 24.000 euros en una semana. «En Wall Street hay un viejo refrán: los ‘toros’ ganan dinero [pues compran a largo plazo en un mercado alcista]; los ‘osos’ ganan dinero [son los especuladores que venden a corto en el bajista], y los ‘cerdos’ van al matadero» , ironiza Heidi Moore en The Guardian. «Si Facebook se hubiese propuesto sabotear su propia salida a Bolsa, no hubiera podido hacerlo peor»: una debacle tan mayúscula que pasará a los libros de historia».

Los ‘cerdos’ no están dispuestos a resignarse a su suerte. Grupos de pequeños inversores ya han demandado a Facebook y a los bancos -entre ellos, a Morgan Stanley, JP Morgan y Goldman Sachs- por ocultar información clave que solo facilitaron a sus grandes clientes, «lo que viola las leyes federales de los mercados financieros estadounidenses», según Jacob Zamansky, abogado de algunos accionistas perjudicados. Hay bufetes muy potentes preparando acciones legales, como Robbins Geller, la firma que consiguió una indemnización de 7000 millones de dólares para los estafados por Enron. La SEC (el organismo regulador) ha iniciado una investigación. Pero dentro de unos meses Zuckerberg podría estar declarando como imputado ante un tribunal de Manhattan. De momento, su reputación ha quedado muy dañada. Y es que no sale de una y se mete en otra. Los tres cofundadores de Facebook -Divya Narendra y los gemelos Winklevoss-, que lo acusan de robarles la idea, le han vuelto a demandar después de haber aceptado un acuerdo extrajudicial de 51 millones de euros, quejándose de que les mintió sobre las condiciones del pacto.

Tampoco ayuda a Zuckerberg su menosprecio de la privacidad. El contrato de términos de uso que los usuarios aceptan es draconiano. Usted le otorga a Facebook el derecho irrevocable, perpetuo, no exclusivo, transferible y mundial [ ] de utilizar, copiar, publicar, difundir, almacenar, ejecutar, transmitir, escanear, modificar, editar, traducir, adaptar, redistribuir cualquier contenido depositado en el portal. Es decir, patente de corso. Pero ahí es, precisamente, donde reside el verdadero potencial de Facebook: los datos personales de sus usuarios. Excepto Google, nadie en el mundo tiene un banco de datos tan amplio y rico sobre nuestra intimidad, gustos, actividades preferidas, tiempo que permanecemos on-line, sitios que visitamos, creencias… Una mina de oro estadística y de marketing que está en nuestros perfiles públicos y que hemos rellenado gustosamente. Por saber, hasta se va a saber quién es donante de órganos, sugerencia humanitaria de la esposa de Zuckerberg. Este conocimiento tan pormenorizado hace que Facebook tenga un valor menos relativo que el de otros colosos de Internet que resultaron tener los pies de barro, como MySpace, con el que compitió. El magnate Rupert Murdoch lo compró en 2005 por 580 millones de dólares pensando que hacía el negocio del siglo. Y ha tenido que malvenderlo por 35. Pero quién asegura que no se puede repetir la historia…

Su valor radica en tener un enorme banco de datos personales que pueden usar como quieran  Obama avisa: «Cuidado con lo que cuelgan en Facebook»

El escritor David A. Kaplan, especialista en Silicon Valley, cree que todavía no estamos ante una ‘burbuja’, aunque hay indicios que recuerdan «el optimismo y la avaricia» que se vivió en la antesala del crash de las punto com hace una década. Para Kaplan, existe un termómetro infalible. el precio del suelo. «La salida a Bolsa de empresas digitales como Linkedin, Groupon, Zynga ha generado un boom inmobiliario en California. Aquí siempre pasa lo mismo desde la fiebre del oro del siglo XIX, ciclos de alzas especulativas brutales seguidos de un estallido. Hay un montón de nuevos ricos buscando casa en las zonas más exclusivas. Los precios no dejaban de subir, un 11 por ciento en Palo Alto (donde reside Zuckerberg) en el primer trimestre de este año. Pero los propietarios aguantaban sin vender, esperando el ansiado debut de Facebook, que se suponía que dispararía la cota de confianza. Si salía bien, hordas de compradores pagarían lo que fuese». Pero salió mal… «Si los propietarios colocan ahora de cualquier forma sus casas, preocupados por mayores caídas, el mercado bajará más. Y si eso ocurre, será señal de que la pronosticada ‘burbuja’ habrá aparecido y reventado casi al mismo tiempo de nacer: . Por si las moscas y mientras la red social sigue ganando ‘amigos’ digitales y enemigos en los juzgados, quizá lo más sensato sea hacer caso al presidente Obama: «Tengan cuidado con lo que suben a Facebook».

Te puede interesar

La hermana rebelde de Mark Zuckerberg

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos