Acostumbrado a conducir a más de 300 por hora, el tres veces campeón mundial también sabe tomarse las cosas con calma. Aunque sin pasarse. Al fin y al cabo acaba de cumplir 26 años y es piloto de fórmula 1. Estas son las confesiones de un chico en la cima del mundo. Por Stefan Draf / Stern

Hay momentos en los que Sebastian Vettel provoca angustia y pavor. Esta mañana, por ejemplo, en el puerto deportivo de la ciudad alemana de Wedel, 17 personas suben a bordo de una lancha rápida. empleados de Red Bull, los ganadores de un concurso, varios periodistas y Vettel. La embarcación avanza por el Elba a velocidad normal, hace algunos zigzags y traza curvas cerradas entre los gritos de entusiasmo de aquellos a quienes les van estas cosas.

Al cabo de un rato el piloto le cede el timón al tres veces campeón del mundo de fórmula 1 y el silencio se apodera del barco. Vettel toma los mandos con una sonrisa, comprueba la aceleración, empieza a trazar curvas, cada vez más rápido, hasta que pone el bote a girar en círculos a una velocidad endiablada. Mientras algunos pasajeros no saben adónde agarrarse, el joven piloto alemán disfruta como un niño. Está en su salsa. Cuando termina la excursión fluvial, se sube a su limusina y allí su primera respuesta es que sí, que claro que tiene licencia para pilotar lanchas.

XLSemanal. ¿Se pone usted nervioso cuando va despacio?

Sebastian Vettel. ¿Despacio? ¿Cómo que despacio?

XL. Algo habrá que haga despacio, ¿no?

S.V. Una pregunta difícil. Despacio, a ver cepillarme los dientes [se ríe]. Pero no hago las cosas rápido a posta. Las hago como hay que hacerlas. Si requieren velocidad, perfecto. Si no, también.

XL. Supongo que le costaría no pasar de los cien en una carretera

S.V. ¿Y se lo pregunta a un piloto de carreras? Me saqué el carné de conducir hace tres años, pero en la carretera hay demasiado tráfico. No puedes ir rápido, aunque quieras. Creo que, si uno se compra un coche potente porque le divierte la velocidad, debería tener la oportunidad de correr un poco de vez en cuando. En EE.UU., donde la velocidad máxima es de 105 kilómetros por hora, la gente conduce con vasos de café en la mano, hablan por teléfono e incluso viendo una película. ¿Es eso más seguro?

XL. El mundial de F-1 pasa por 19 países. ¿Hay alguno que le apasione?

S.V. La primera vez en la India me pareció impresionante. Es muy distinto a EE.UU. o Australia, donde en muchos aspectos las cosas son como en Europa. En la India, no. hay una cantidad alucinante de gente, una brecha enorme entre ricos y pobres.

XL. ¿Cómo puede percibir eso si apenas salen de los circuitos?

S.V. No, no, aquella vez fuimos a ver el Taj Mahal. Estaba a cuatro horas. Luego dimos una vuelta por allí. Había que ir muy despacio, las calles estaban llenas de baches, todo el mundo cruzaba de un lado a otro. niños, ancianos, hombres, mujeres; a pie, en bicicleta, con carritos; había vacas en medio de todo ¡Y elefantes! ¡Jugaban al críquet en la calle! Cuando nos bajamos

XL. ¿Se bajaron así sin más?

S.V. ¿Por qué no? Soy una persona curiosa, los demás también. Desgraciadamente no sé jugar al críquet, si no habría jugado con ellos. Pero había un hombre con un elefante, allí, en medio de una zona de casas, entre las conducciones del alcantarillado y montones de cartones y le preguntamos si podíamos montar en el elefante.

«Nunca he tenido mala conciencia por ganar tanto dinero. Con mis amigos, aunque estén en paro, no siempre pago la cuenta»

XL. ¿Lo reconoció?

S.V. Claro que no, ni siquiera creo que tuviera televisor. Pero nos dejó montar, fue estupendo.

XL. ¿Alguna vez sale del hotel y camina en una dirección cualquiera?

S.V. Por supuesto. En Tokio, por ejemplo, cojo el metro. Es emocionante, permite observar a la gente.

XL. Pero llamará la atención

S.V. Sí, llamo la atención como extranjero, pero no como Sebastian Vettel. Todo depende siempre de si la gente sabe quién soy. En Canadá, la fórmula 1 no despierta mucho interés, así que nos alquilamos unas bicicletas y recorremos la ciudad. En Alemania, eso sería imposible. Pero también me gusta sentarme en un banco y mirar a la gente. ¡Oye!, otra cosa que no requiere velocidad.

XL. Usted es un ciudadano del mundo, ¿qué toma para desayunar? ¿Se ha pasado a los huevos con beicon?

S.V. ¡Oh, no!, en eso soy muy alemán. No hay en el mundo un pan tan bueno como el nuestro. En los primeros años, me llevaba el pan de casa muchas veces. Ahora como de una forma, digamos, más deportiva. fruta, queso fresco, muesli, cosas así. Y no me gustan nada las tostadas.

XL. Cuando está en casa, ¿cocina?

S.V. Naturalmente.

XL. No es algo tan habitual entre hombres

S.V. Mire, en mi casa no comería usted lo mismo dos veces en una semana. Un día comería un verdadero Schnitzel vienés; otro, un curri o pasta con salsa o un Kaiserschmarrm. Nada de recetas muy elaboradas, pero todas caseras. Y el desayuno, tarde; me gusta dormir.

XL. ¿Cuánto tiempo?

S.V. Necesito ocho horas. ¿Es mucho?

XL. Lo normal.

S.V. Los fines de semana en que hay carrera duermo más. nueve o diez horas cada día. El lío no empieza hasta el mediodía, pero son dos días de entrenamiento más la carrera del domingo. Tanto ajetreo te deja agotado.

XL. En medio de ese follón, ¿se las apaña para seguir lo que sucede en el mundo?

S.V. Difícilmente. Lo que pasa en el mundo me interesa; la política, menos. ¿El deporte? Claro. En un equipo tan internacional como el nuestro, siempre da conversación. críquet, fútbol, fútbol australiano… es divertido.

XL. ¿Y cómo se entretiene entre las carreras: ¿ve películas?

S.V. Ahí también soy muy alemán. me gusta ver Tatort [serie policiaca alemana, en antena desde 1970]. Al cine no voy mucho.

XL. ¿Videoteca on-line quizá?

S.V. No, no soy mucho de ver películas en Internet que digamos. A veces me conecto, sí. Pero ¡Facebook y Twitter! No, gracias. No entiendo esa necesidad de compartirlo todo y que toda la comunicación tenga lugar de forma abierta, pública. Qué quiere que le diga, tampoco voy desnudo por la calle No creo que la humanidad se esté haciendo un gran favor con esa forma de actuar. La gente ya no se dice las cosas a la cara, ni siquiera lo que opinan.

«Al principio, nadie me exigía tanto como yo mismo, pero si te dicen que tus salidas son una mierda, te afecta, claro. Alegrarte de las derrotas ajenas no te hace fuerte»

XL. La comunicación no funciona precisamente bien con su compañero de equipo Mark Webber…

S.V. Mire, yo no soy un tipo conflictivo, pero no soporto que los problemas se queden en el aire, sin tratarlos. Con Mark pasa eso: nos respetamos en el circuito, pero en lo personal la cosa no funciona. Yo ya lo dije bien claro hace unos cuantos meses y desde entonces me siento mucho mejor.

XL. Si quieres tener un buen amigo en el paddock, tráete a tu perro , dijo una vez. ¿No tiene amigos en la F-1?

S.V. Bueno, con los compañeros de trabajo debe haber química. Tampoco es que te vayas de cañas todos los domingos, pero en el equipo debemos confiar unos en otros desde el punto de vista técnico y humano. Los malos rollos acaban afectando al trabajo de todos.

XL. Suele decir que casi ninguno de sus amigos procede del motor y que a muchos de ellos los conserva desde la infancia

S.V. En realidad, todos. Me alegra tenerlos ahí, me mantienen con los pies en el suelo. Disfruto mucho cuando estamos juntos.

XL. ¿A veces tiene mala conciencia por ganar mucho más dinero que sus amigos, que posiblemente ?

S.V. ¿tengan mucho menos que yo? Bueno, muchos siguen estudiando, así que no han empezado realmente a ganar dinero. De todos modos está todo tan claro que nunca he sentido mala conciencia. Cuando nos reunimos en Heppenheim y charlamos, puede que alguno cuente que está sin trabajo o que no tiene dinero, pero yo sigo sintiéndome libre para hablar de mi vida y mi trabajo. Tampoco pago siempre la cuenta, todos tienen su orgullo. En el mundo de la fórmula 1, sin embargo, suelo tener conversaciones en las que, al cabo de un par de frases, ya sabes de qué va la cosa.

XL. ¿Quiere decir: «Deme algo de su dinero»?

S.V. Algo así, sí.

XL. ¿Cuánto suele llevar encima?

S.V. Entre cero y 400 euros, depende de cuánto haga que fui al cajero. Siempre llevo algo encima y la tarjeta de crédito, claro. Qué sé yo, comprar un refresco en una máquina, el parquímetro… También recuerdo una vez que fui a Australia con diez euros en el bolsillo y regresé con los mismos diez euros.

«No me atraen las chicas del ‘paddock’. Este deporte exige una concentración absoluta, controlar el temperamento, evitar las tentaciones…»

XL. ¿Su última adquisición superior a cien euros?

S.V. Un aspirador de sólidos y líquidos para el jardín.

XL. ¿Hace usted la compra?

S.V. Para ser sincero, mi chica va a la compra con mucha más frecuencia que yo.

XL. Usted y Hanna Prater son muy discretos. No se los ve en fiestas y ella nunca se pasea por el paddock, como hacen la mayoría de las novias de los pilotos

S.V. Sí, bueno, hay mucho glamour en la fórmula 1, pero a mí lo que me atrae es el aspecto deportivo y el desafío técnico, no las chicas del paddock. Este deporte exige una concentración absoluta. La gente no sabe lo que cuesta llegar aquí. disciplina, entrenamiento, controlar el temperamento, evitar las tentaciones… Además del reto intelectual de tratar con los ingenieros y saber qué pasa.

XL. ¿Se siente más maduro que los amigos de su edad?

S.V. No es algo que marque diferencias, aunque sea así. Entré en el equipo Red Bull con 14 años, he estado siempre rodeado de adultos y he sentido la presión desde muy joven.

XL. ¿Por parte de quién?

S.V. No de mis padres, desde luego, pero en este mundillo muchas cosas dependen del dinero. Hay que ganar, sin resultados no hay patrocinadores para correr la siguiente temporada. En ese ambiente se madura deprisa y te vuelves más serio. Mis padres hicieron lo posible para mantener todo eso alejado de mí, pero lo notas.

XL. ¿Hay que tener cualidades determinadas para ganar?

S.V. Al principio de mi carrera, nadie me exigía tanto como yo mismo. Eso me ayudó. Evidentemente, cuando te dicen que tus salidas son una mierda y sabes cómo está el tema del dinero, pues te afecta, claro, pero siempre fui capaz de dejar todo eso a un lado cuando me subía al coche. Quiero decir, una vez al volante, todo eso simplemente desaparecía de mi cabeza.

XL. ¿Lo educaron así?

S.V. Mis padres le dieron muchas más vueltas que yo; se preocupaban por su hijo, claro. Pero de pequeño solo buscas agradar a tus padres, o al menos yo lo buscaba. Era un niño muy bien educado. Y para mí era importante recibir elogios y apoyo de las personas cercanas. Un exceso de crítica no es productivo.

XL. ¿Qué piensa de las personas que no consiguieron superar esa presión? ¿Los ve como unos perdedores?

S.V. ¿Perdedores?, ¡qué tontería! A las personas que me gustan siempre las animo. No te haces más fuerte alegrándote de las derrotas ajenas.

XL. Por favor, defina ‘injusto’, un adjetivo muy utilizado en el ámbito deportivo.

S.V. Es actuar de una forma diferente a como a uno le gustaría que lo trataran. Aplicado a las carreras significaría. tengo que dejarles a los demás el mismo espacio que yo espero que me dejen.

XL. Pero la fórmula 1 no es siempre justa, hay muchos millones en juego

S.V. Sí, pero no hace falta entrar en ese engranaje para conseguir el éxito. Lo importante es saber quién eres, mantenerte firme. De esa manera eres más feliz. Siempre me ha ido bien así.

XL. He oído que le gusta Angela Merkel, ¿por qué?

S.V. No la conozco personalmente. Y no estoy en condiciones de juzgar adecuadamente su política. Pero tengo la sensación de que es una persona natural. No se deja encasillar en un papel. Con otras personalidades tengo la sensación de que reaccionan según lo que les dicen sus asesores: muéstrate así y así, dale la mano a ese y a ese, sé amable con Fulano y Mengano. La señora Merkel tiene un trabajo muy duro y, sin embargo, ha seguido fiel a sí misma. Me gustaría conocerla alguna vez.

XL. ¿Prefiere a Merkel o al líder de la oposición, el socialdemócrata Peer Steinbrück?

S.V. Repito que no puedo decidirlo, simplemente me faltan el tiempo y los conocimientos necesarios. En cuanto al señor Steinbrück, no puedo decir nada.

XL. ¿Quién lo asesora?

S.V. Bueno, pues la gente contratada para ello. Pero no tengo mánager. Y en las negociaciones para mi contrato en la fórmula 1 estuve presente en todo momento, hasta el final.

XL. Eso es algo poco habitual, muchos deportistas prefieren delegar. Suelen decir: «No tengo ni idea del acuerdo, eso lo lleva mi representante».

S.V. Ya. Yo sé a la perfección lo que figura en mis contratos, a fin de cuentas es algo que me incumbe a mí.

XL. ¿Qué aspecto fue el más importante para usted en las negociaciones?

S.V. El tiempo fuera del trabajo. Cuando trabajo lo doy todo de verdad, sacrifico mucho. Pero también necesito relajarme. Y hacer cosas en mis ratos libres, aficiones que tengo ahora.

XL. ¿Ahora?

S.V. ¿Sabe? He visto a muchas personas que se han pasado toda la vida trabajando, han aplazado sus sueños hasta la jubilación y al final cayeron enfermos; eso es muy triste. A los 25 años se tienen intereses diferentes que a los 45 y que a los 65. Hoy, cuando voy a algún sitio, no quiero ver los monumentos históricos; prefiero hacer esquí acuático, por ejemplo. Quizá con los años las piedras viejas me parezcan fascinantes y vaya a verlas y no a hacer esquí acuático, sobre todo porque ya no podré [se ríe]. Pero, al menos, podré decir: «¡Menos mal que hice esquí acuático cuando tenía 25 años!». Para esas aficiones necesito tener tiempo ahora. No necesito lentitud, sino tiempo.

XL. Acaba de conseguir su victoria número 30, le quedan dos para alcanzar a Fernando Alonso

S.V. Alonso es un gran rival, un gran competidor y un tipo estupendo, pero no me fijo en él ni soy enemigo de nadie. La competencia, además, no se basa en batir récords ajenos, sino en darlo todo e intentar ser el mejor. Eso es lo único que me importa en mi trabajo.

XL. ¿Cambió su percepción sobre su héroe, Michael Schumacher, al correr contra él?

S.V. Michael y Senna fueron siempre mis grandes ídolos. Más que al correr contra él, mi percepción cambió mucho antes, cuando lo conocí en persona, a diferencia de Senna, a quien nunca podré conocer, claro. Fue un honor competir contra Michael.

Privadísimo

  • Tiene dos hermanas, Melanie y Stephanie, y un hermano, Fabian.
  • Su destino favorito de vacaciones es su casa de Suiza, en cuyo garaje guarda los coches a los que siempre pone nombre de mujer con los que ganó sus dos primeros mundiales.
  • Sus íntimos lo llaman Seppi.
  • De pequeño dudaba entre correr y cantar, se decidió por los coches porque no tenía voz.
  • Entre los cordones de sus botas suele colocar una moneda antes de cada carrera. Se trata de un centavo que le regaló su padre tras un accidente de kart.
  • La persona más divertida que conoce es Bernie Ecclestone.
  • Es fan de los Beatles.
  • Jim Carrey es su actor favorito y su película, La vida de Brian.
  • Le dan miedo los ratones.

2014, el año de la revolución

 

El genio que va un paso por delante

Adrian Newey, el ingeniero detrás de los éxitos de Vettel, ya trabaja en el coche de 2014, año en que la normativa técnica dará un vuelco a la fórmula 1. La gran diferencia serán los motores , subraya el genio británico, circunstancia que afectará a todo el diseño de los monoplazas. Newey y su equipo también trabajan ya con Renault, proveedor de la escudería Red Bull, en esa nueva generación de motores.

La máquina del futuro

Para 2014, la FIA máximo órgano del automovilismo se ha propuesto hacer de la fórmula 1 un deporte más ‘amable’ con el medioambiente. Entre otras novedades, la carga de combustible se limitará a cien kilos, por los 140 actuales; los motores pasarán de 8 a 6 cilindros; y vuelven los turbopropulsores, prohibidos desde 1989. Estas son las normas que anuncian toda una revolución.

  •  Motor. Será de 6 cilindros en V, un máximo de 1600 cc, con propulsores turbo y un régimen de giro máximo de 15.000 r. p. m. Se permitirán 5 motores hoy son 8 por temporada.
  •  Caja de cambios. Tendrán 8 marchas, una más que ahora, y se aumentará su vida útil de tal forma que deberán utilizarse durante 6 grandes premios consecutivos, uno más que en 2013.
  •  Neumáticos. Pirelli continúa como proveedor exclusivo, pero se dará a cada piloto un juego extra para los primeros 30 minutos de los entrenamientos libres.
  •  Carné por puntos. Cada piloto arrancará la temporada con 12 puntos. Podrá perder de 1 a 3 en función de la infracción. Si los pierde todos, no corre una carrera.
  •  Tubo de escape. Cambia de orientación. Apuntará hacia arriba, hacia el alerón trasero, y no hacia el suelo, como ahora, para evitar los escapes soplados que aumentaban el efecto aerodinámico.
  •  Morro. El alerón se reduce en 15 cm -tendrá 1,65 m de ancho- y no podrá haber escalones en el morro. También se reduce, por seguridad, la distancia al suelo en casi 40 cm.
  •  Kers. Será sustituido por el ERS, un sistema que regenera la energía de los gases de escape y la de las frenadas. Esto aumentará el peso mínimo -nunca inferior a 660 kg- en 20 kg.
  •  Híbridos. En el pit lane se deberá accionar, a través del ERS, un motor eléctrico. La velocidad aquí pasa de 100 a 80 km/h, salvo en Melbourne, Mónaco y Singapur, donde será de 60.

 

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