Para Samantha fue un trauma que cambió su vida para siempre. En esta entrevista , 36 años después de que el director de cine Roman Polanski abusara de ella, afirmaba que ambos fueron tratados de forma injusta. Ahora pide a la justicia que se cierre el caso. Por Rhys Blakely

Hablamos con ella de la peculiar dinámica de este célebre escándalo y de los escabrosos detalles que nunca antes había contado.

La portada de su autobiografía muestra una foto de Samantha Geimer a los 13 años. De su cuello cuelga una cadenita con un corazón. Tiene cara de niña y la mirada, distante. Como ella misma reconoce, es una chica mona, pero que no tiene nada de excepcional . Roman Polanski le hizo ese retrato en 1977. El director, -que entonces tenía 44 años-, dijo a la madre de Geimer que la revista parisina Vogue le había encargado dar con adolescentes para un reportaje fotográfico. Minutos antes de tomar la imagen, presionó a la joven modelo para que posara con el pecho al aire. Cuando volvió a casa, Samantha no se lo dijo a su madre. «Si lo hubiera hecho, mi vida habría sido distinta», asegura Geimer,.

Tres semanas más tarde, Polanski volvió a buscarla. La llevó a la mansión de Jack Nicholson en Mulholland Drive, en Los Ángeles. Para resumir los sórdidos acontecimientos posteriores, Polanski hizo que Geimer bebiera champán y tomara parte de una pastilla somnífera. Le hizo varias fotos más y la violó. «Yo tenía 13 años, era menor. Y no quería hacerlo, así que estamos hablando de una violación. Se mire como se mire, fue una violación. Yo le dije que no».

En 1978, Polanski se convirtió en el fugitivo más famoso del mundo. Huyó a Europa para evitar una posible condena de hasta 50 años de cárcel. El caso se convirtió en una truculenta historia de sexo, fama, crimen y castigo. Con el paso de los años, las opiniones fueron enconándose. Para unos, Polanski es un pedófilo; para otros, un genio martirizado por un caprichoso sistema judicial. ¿Y la chica? «Para unos soy una víctima patética. Para otros, una putilla mentirosa», responde Geimer.

Esta es la primera entrevista que concede en años y, por primera vez, está dispuesta a dar detalles de su relación con Polanski. Para empezar, cuenta que durante los últimos años ha estado intercambiando correos electrónicos con el cineasta. En uno de ellos, Polanski -padre de dos hijos- le expresó su preocupación por el rumor de que el título de la edición francesa de su libro iba a incluir la palabra ‘violación’. Geimer le dijo que no era así.

Samantha Geimer, la mujer que fue supuestamente violada por el director de cine Roman Polanski cuando tenia 13 a–os, entrevistada en el programa del periodista Larry King. Ref: VG NP 240203 A Samantha Geimer, who was raped by Hollywood director Roman Polanski when she was 13, speaks out on Larry King Live just a day after Polanski's The Pianist won the BAFTA for Best Movie. Geimer is now asking Oscar voters to vote for the film on its merit and not Polanki's criminal actions. 7/cordon press

Mantener correspondencia con tu violador resulta más bien extraño, ¿no? Geimer no lo cree así: «La gente sigue yendo a por él y a por mí: siguen tratándonos de forma injusta a los dos por igual. Por eso es lógico que estemos en el mismo bando» .

En 1977, la chica de la foto no sabía nada del hombre que iba a cambiar su existencia. Geimer había crecido en York, una pequeña ciudad proletaria. Su madre, Susan, «tenía problemas para mantener una relación duradera con un hombre». Geimer no llegó a conocer personalmente a su padre biológico, «aunque él de vez en cuando llamaba a casa, cuando estaba bebido».

Su madre aparecía en anuncios publicitarios de forma esporádica y ella, a los diez años, logró su primer trabajo en la pantalla, en un anuncio de felpudos. Es fácil entender que la madre y la hija se sintieran abrumadas cuando Polanski irrumpió en sus vidas. Un antiguo novio de la hermana mayor de Samantha lo puso en contacto con la familia. «Yo tenía claro que era un hombre importante dice Geimer. Era poderoso y sabía que esas fotos eran mi oportunidad» .

El 20 de febrero de 1977, Polanski fue a recoger a Geimer a su casa con el argumento de hacerle unas primeras pruebas como modelo. «Mi madre le indicó, con delicadeza, que preferiría estar presente durante la sesión. Roman le dijo que no, pues su presencia podría incomodarme y dificultar que posara con naturalidad». El hecho de que la madre de Samantha la dejara marcharse a solas con Polanski, uno de los más famosos seductores del momento, sigue despertando asombro. «Era la última hora de la tarde y hacía calor. Subieron andando por una ladera, hasta llegar a unos terrenos con maleza situados sobre la casa de Geimer. Cuando Polanski le pidió que posara con el pecho al aire, ella se dijo que «tenía que estar a la altura de las circunstancias».

Es posible que sí hiciera algo malo: ser una estúpida. Eso de posar con las tetas fuera, beber y tomar pastillas… No sé qué pensaba

Tres semanas después, hacia las cuatro de la tarde del 10 de marzo, Polanski volvió a presentarse en casa de Geimer y la llevó a la casa de Jacqueline Bisset. Allí tomaron unas cuantas fotos. «Bonitas, femeninas, un poquitín osadas, pero nada más». Después fue con ella a la residencia de Jack Nicholson. Mientras conducía, el cineasta preguntó si se había estrenado sexualmente. Geimer respondió que sí; era verdad. Pero mintió sobre el número de veces. Dijo que lo había hecho dos, cuando solo había sido una. «No quería que me tomase por una niñita ingenua».

Nicholson no estaba. La criada los dejó entrar y Polanski abrió una botella de champán. El director sirvió varias copas a Geimer. También le mostró una píldora de Quaalude seccionada en tres partes: «¿Quieres un pedacito?» , invitó. «No» , respondió ella. Polanski insistió. «Y entonces… Bueno, pues no sé bien ¿Cómo podía decirle que no?» .

Salieron al jardín y Polanski le dijo que se metiera en el jacuzzi. Hizo unas fotos y agregó. «Ahora tendrías que quitarte las braguitas». Geimer en ese momento pensó en Marilyn Monroe. «¿Qué hubiera hecho ella? Seguramente habría disfrutado del momento». Tenía la mente acelerada. Con alcohol y el sedante, «estaba hecha un desastre… Conviene recordar que yo no era más que una niña».

Polanski también se desvistió y se metió en el jacuzzi. «En este momento, me coge por la cintura y acerca mi cuerpo al suyo, un poquito. Me sitúa sobre uno de los chorros de agua, de forma que siento el burbujear entre las piernas». Polanski le preguntó si estaba a gusto. No era así y se inventó que sufría asma y que tenía que regresar a casa para tomar la medicación. En lugar de cond a su hogar, Polanski la siguió al interior de la vivienda y la violó. Tras preguntar a Geimer si tomaba la píldora anticonceptiva, el director la sodomizó, haciendo caso omiso de sus ruegos. «Le dije que no una y otra vez».

Mientras la conducía de regreso a casa, Polanski fue claro: «No se lo digas a tu madre. Esto será nuestro secreto». Una vez en casa, Geimer fue a su habitación y compartió un cigarrillo de marihuana con su madre. Cuando Polanski les enseñó las fotos de la primera sesión en las que la pequeña aparecía con los pechos al aire, lo invitaron a marcharse.

«Lo peor vino después. Si me dieran a elegir entre la violación y la declaración ante los 23 desconocidos del jurado, elegiría la primera»

La noche siguiente, un funcionario de Policía se presentó en casa de Polanski. Estaba acusado de seis cargos: entre ellos, corrupción de menores, sodomía y violación. Para Geimer, lo que vino después de la violación -«las presiones de la Fiscalía, la Policía, el hospital, los periodistas, las constantes llamadas de teléfono, la vergüenza-» fue mucho peor que la agresión sexual. Tuvo que prestar declaración ante los 23 desconocidos del jurado. La experiencia le resultó insoportable. «Si tuviera que elegir entre revivir la violación o la declaración, elegiría la violación», asegura.

Más de una vez se dijo que ojalá su madre no hubiera llamado a la Policía. Antes, «todo era cantar y bailar, hacer gimnasia, presentarme a pruebas de casting e ir en coche por ahí. Pero al día siguiente apenas salíamos de casa; vivíamos escondidos. La situación hizo que todos cambiáramos. Estábamos hundidos. Me sentía rabiosa» .

Estaba empezando a perder el control sobre su vida. Un día se hizo unos cortes con una cuchilla. «No tan profundos como para que fuesen graves, solo un poco dolorosos. Pero esas gotas de sangre hicieron que me sintiera mejor».

Su madre y su pareja, Bob, tenían tantos remordimientos que eran incapaces de someterla a una mínima disciplina. Geimer recuerda que Bob se enteró de su plan de consumir LSD para contemplar unos fuegos artificiales. En lugar de prohibírselo, «lo que hizo fue tomar el ácido conmigo para mantener la situación mínimamente controlada». Lo lógico sería pensar que estuviera resentida con Polanski. Pero, desde su punto de vista, él cumplió su condena, por mucho que esta al final no pasara de 42 días de reclusión. «Polanski se declaró culpable y fue a la cárcel. ¿Qué más se puede decir?» .

No obstante, durante la última década el caso ha vuelto a aflorar. En 2003, cuando Polanski fue nominado al Óscar por El pianista, Geimer dejó boquiabiertos a los votantes de la Academia al pedir que «juzgaran la película y no al hombre». Según dice, se llevó «una pequeña alegría» cuando Polanski se llevó el galardón. «De una forma u otra, todo tenía que ver con mi propio mundo, un mundo en el que todo sale siempre del revés… Y sí, me sentí feliz».

En 2009, la Policía suiza detuvo a Polanski. Pasó 67 días en un centro de detención en Zúrich y varios meses de arresto domiciliario en Gstaad. Los periodistas de nuevo volvieron a perseguir a Samantha. Pero ella dejó clara su satisfacción cuando Suiza denegó la extradición solicitada por los Estados Unidos.

«He intercambiado cartas con Polanski. Tanto a él como a mí nos han tratado de forma injusta. Es lógico que estemos en el mismo bando»

Ese mismo año 2009, Polanski escribió una nota a Geimer, que hasta el momento no se había hecho pública. Tras ver un documental sobre su vida, Wanted and desired, con participación de Geimer, Polanski le dijo. «Impresionado por tu integridad y tu inteligencia». El director añadía. «Quiero que sepas que siento muchísimo haber influido en tu vida hasta tal punto».

«Yo me sentí igual que siempre después de leer la carta» -dice Samantha Geimer. Pero la nota sirvió para que mi madre se sintiera mejor . Y eso era importante. Susan, fue muy criticada cuando estalló el escándalo. ¿A quién se le ocurría dejar a su hija a solas con Roman Polanski, un hombre famoso por su interés por las muy jovencitas, un donjuán que poco antes había estado saliendo con Nastassja Kinski, de apenas 15 años?

Al escuchar a Geimer, da la impresión de que en el fondo se siente culpable. En un momento preciso dice. «Lo más difícil es ver que mi familia sufre. Y el hecho de que me digan que la culpa no es mía tampoco arregla la situación. De haber sido un poco más lista, podría haber hecho que las cosas fueran un poco distintas». Y agrega. «Tengo claro que lo sucedido cambió mi personalidad (Después de la violación); Me sentía resentida y rabiosa. Yo no había hecho nada malo. Entonces, ¿por qué tenía que pasar por toda aquella situación horrorosa?». Guarda silencio y prosigue. «Muy bien. Es posible que sí hiciera algo malo. ser una estúpida. Eso de posar con las tetas fuera, de beber y tomar la píldora. No sé en qué estaba pensando…» .

¿Pero usted no tenía más que 13 años?, intervengo. «Pero a otras chicas de 13 años no les pasaban según qué cosas. En aquel momento era consciente de que estaba comportándome mal, de que estaba haciendo una estupidez. Tampoco era tan ingenua. Tenía que haber sido más lista. Podía haberle hablado a mi madre de aquellas fotos en topless. No sé por qué no lo hice. Creo que en aquel momento pensé que Polanski nunca más volvería a presentarse en casa . Pero volvió…»

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