En su nueva película son un matrimonio separado, pero viéndolos juntos parecen la pareja perfecta. Y eso que, confiesan, a ninguno le falta carácter. Hablamos con Belén Rueda y Ricardo Darín

Belén Rueda y Javier Rey: 'Nuestra relación funciona como un tiro'

Belén Rueda y Javier Rey: 'Nuestra relación funciona como un tiro'

No era la pareja más evidente y, sin embargo, fue 'amor a primera vista'. Los protagonistas de 'El silencio de la ciudad blanca' -Belén Rueda y Javier Rey- destilan química…

Ricardo juega con los pies de Belén. Soy muy buen pedicuro , bromea. Ella se ha quitado los tacones para quedar a su altura en las fotos. Él se hace el interesante y pone cara de Bond, James Bond para posar. Ricardo es tan generoso con todos , dice Rueda, de 48 años. Él la mira y la compadece con un «pobrecita, la obligan a decir eso para promocionar la película». Pero no hay nada de pose en eso. El actor, a sus 50 años, intenta seguir la estela de su padre, poeta y actor, que le decía que no había que tener nada.

Cuenta que, cuando murió, fue con sus hermanas a desarmar su apartamento y comprobó hasta qué punto practicaba lo que predicaba. Sus únicas pertenencias eran un traje, una cazadora, dos pantalones, un par de zapatos y dos camisas. Lo básico para sobrevivir . El inventario de un hombre que dejó varios escritos y una herencia sencilla. sentido del humor y la máxima de que hay que ser coherente entre lo que se dice y lo que se hace. «La ambición te puede llevar a un lugar muy oscuro, de desolación. Yo vivo muy bien. Me ducho dos veces por día», dice con media sonrisa. «Soy todo lo feliz que se puede ser viviendo en una sociedad como la de hoy. Tengo una familia que me quiere, la gente también. ¿Qué más querés?».

Belén y Ricardo son los protagonistas de Séptimo, una película filmada en Buenos Aires y que llega a España en noviembre. En ella interpretan a un matrimonio recién separado.

XLSemanal. No podemos hablar mucho de la película porque es de suspense y tampoco vamos a contar el final

Ricardo Darín. No solo porque es de suspense, sino porque es difícil hablar de ella porque es un cuento. Corto e intenso.

XL. Pero hay algunos temas que toca de los que sí se puede hablar, como las crisis económicas de España y Argentina.

R.D. Las crisis siempre te tocan de cerca, por su dramatismo. Pero cuando se prolongan en el tiempo, la gente realmente se reinventa. Surgen muchas ganas de hacer cosas nuevas y también hay muchas ganas de alzar la voz para decir que no se está haciendo bien. El ser humano tiene una capacidad de aguante limitada y, cuando supera ese límite, presiona para hallar soluciones.

XL. La película también plantea lo que un ser humano está dispuesto a hacer por sus hijos.

R.D. Eso es universal. Por los hijos, uno puede hacer cualquier cosa. Porque nuestros hijos están por encima de todo; ahí se terminan todas las banderas políticas, todas las posiciones económicas.

XL. La pareja pasa del amor al odio…

Belén Rueda. En la historia, la relación está en ese momento de reproche, pero incluye también momentos de amor, incluso parece que puede haber una reconciliación Yo creo que el público, cuando la vea, va a decir: «Sí, juntaos».

R.D. Cuando uno se siente herido, y con necesidad de venganza, hace cosas indescriptibles. Aquí, en Argentina, se ha dado un caso en el que por despecho a su exesposa un tipo mató a sus hijos. Al declarar, él dijo. Sí, yo le había dicho que le iba a atacar en lo que más le dolía . La gente se vuelve loca. Yo creo que nuestra historia, dentro de los márgenes aceptables, no es tan descabellada; podría ser mucho peor. Podríamos haber sido mucho más perversos.

XL. ¿Cómo trabajaron para crear esa química de pareja en crisis? ¿Discutieron el guion?

R.D. Sí Un poquito. Somos discutidores profesionales la señora Rueda y yo. Justo fueron a buscar en dos latitudes diferentes a ver cuáles son los dos actores más discutidores del planeta.

B.R. Es que nosotros nos entendimos perfectamente cuando nos conocimos. Porque con Ricardo es muy fácil. Enseguida tienes conexión, incluso en la primera mirada, antes de cruzar la primera palabra. Pero después, cuando yo vi que él era peleón, dije: «¡Pero qué bien! Porque yo también tengo cosas que decir».

R.D. Y ahí fue cuando empezamos a sacar nuestros apuntes. [Se ríen].

XL. Pero esa complicidad va más allá de lo profesional…

R.D. Belén es una mujer extraordinaria, de una sencillez y de una buena onda contagiosa. No conozco a ninguna persona que haya tratado con ella que no haya terminado enamorado. Y da igual que sea español que argentino.

XL. Ante la cantidad de coproducciones, no sé si ya se puede hablar un cine ‘argeñol’.

B.R. Es interesante lo que se da en Séptimo, porque es una película de género. Y eso pasa cada vez más con las coproducciones, se tratan temas que da igual dónde esté la base del rodaje. Las emociones, las ganas de solucionar o no, se dan en todos los países.

R.D. En esta película se nota claramente que, cuando hablamos de coproducción, de mezcla de cinematografía, estamos hablando de mezcla de talentos; no se trata solamente de un aporte económico, se trata de un aporte de talentos.

XL. ¿Se ha notado en algo la tensión que se desató entre España y Argentina a raíz del caso Repsol-YPF?

R.D. Hay que distinguir entre los gobiernos y los ciudadanos. Son cosas distintas. Afortunadamente, no estamos supeditados al buen o mal humor de nuestros gobernantes de turno. Y la verdad es que más allá de lo que ocurrió en los primeros días de la historia de Repsol-YPF, cuando salieron a preguntarle a la gente a la calle, con poca información, olvidándose de que se trataba principalmente de un problema entre empresas, no entre Estados, no de ciudadanos contra ciudadanos, la cosa no ha ido más allá. Sin información, mucha gente aprovechó para descargar su ira, que no sé de dónde salió, pero luego las aguas comenzaron a volver a su cauce en cuanto la gente empezó a tener información.

B.R. Yo creo que los gobiernos, cuando sus países atraviesan una crisis real como ocurre ahora mismo en España, utilizan cualquier comentario de alguien que sea relevante en la cultura o el deporte o la ciencia para desviar la atención de donde realmente debería estar. Como ha dicho Ricardo, durante un tiempo se infla esa desinformación y así estamos pendientes de otra cosa. No creo que eso sea relevante.

R.D. Desde luego no hay un problema del pueblo argentino con el pueblo español, ni viceversa.


Belén Rueda

Frente…

Tengo un espejo en mi baño y cada vez que estoy delante me veo sin verme, incluso cuando me maquillo no me estoy mirando. No soy muy obsesiva con la ropa, la prefiero más bien cómoda. Pero siempre he tenido a mi alrededor gente a la que le apasiona la moda, como mi hermana, que es estilista, o mis hijas, a las que les encanta estar al tanto de todo . Prefiero el ejercicio y los avances cosméticos a la cirugía. Opto por evitar los quirófanos . Cuando asisto a una reunión para un proyecto en el que voy a implicarme, casi sin pensarlo me visto con pantalón y camisa blanca, pero siempre muy femenina. La feminidad es un arma . Me encantan los escotes de barco porque tengo los hombros bastante anchos. En cuanto a prendas prohibidas, por supuesto, la superminifalda; ya no tengo edad . Para mí, la moda tiene importancia solo en algunos momentos. Cuando me levanto, me pregunto adónde voy y, en función de eso, decido qué ponerme .

… a frente

Ricardo Darín

Podría decir que no me miro al espejo, pero mentiría. Me miro en el espejo más de lo que me gustaría. Soy un remaniático, fóbico y neurótico. Odio los pelos de las orejas y de la nariz. No puedo soportarlos. Andaría con una pinza de depilar sacándole pelos a la gente . Me alegra formar parte del ‘top ten’ de los maduros seductores, aunque no me ubico en ese puesto . Me gusta vestir con vaqueros, camisetas, camisas y zapatillas . Hace poco he pasado por el quirófano para quitarme las bolsas de los ojos. Pero después de consultar y pensármelo mucho . Para ser honesto, siempre he tenido que basar mis armas de seducción en la simpatía, la charla y cierta capacidad para escuchar . Las piernas son la parte de mi cuerpo que más me gusta, porque era muy veloz y eso me hacía sentir orgulloso. Lo que menos me gusta son mis manos. Admiro a los que las tienen huesudas y con dedos largos.

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