Aunque se ha enfrentado a más de 3000 toros, solo el accidente de tráfico que sufrió a principios de año le ha hecho sentir verdadero miedo. Estaba en juego la vida de sus hijos.

Julián López -el Juli- es, con 31 años, uno de los más grandes dentro y fuera del ruedo. Han pasado 16 años desde que tomara la alternativa en Nimes (Francia), de manos de José Mari Manzanares y con José Ortega Cano de testigo. Ha sido el torero más joven de la historia. Y aunque las estadísticas son frías y no reflejan la emoción que el diestro transmite desde el ruedo, en tres lustros El Juli ha cortado 2272 orejas y 78 rabos y ha salido a hombros en 753 ocasiones. El maestro ahora está en México, pero unos días antes de su marcha tuvimos ocasión de compartir con él una mañana de focos, flashes, moda, risas y confidencias.

XLSemanal. Con lo que manda en la plaza, aquí lo veo dócil aceptando las indicaciones de estilistas y fotógrafos.

Julián López. Bueno, hasta un límite [sonríe mirando de reojo unas gafas imposibles que están a punto de proponerle, sin éxito, para la siguiente foto]. En mi terreno me desenvuelvo bien, pero en terreno desconocido dejo a los profesionales. Tan importante es saber mandar como dejarse llevar por quien sabe más que tú.

XL. ¿Entiende de moda?

J.L. Poco [se ríe]. Yo soy muy antiguo vistiendo porque empecé a torear muy de niño y procuraba vestir y comportarme como un mayor. Estaba obsesionado por mostrarme como un adulto y exigir mi respeto.

XL. Con nueve años ya andaba con becerros.

J.L. El día de mi primera comunión pegué mi primer capotazo. Cuando la becerrita pasó, yo sentí algo muy especial. una llamada.

XL. ¿Es usted la asignatura pendiente de su padre?

J.L. ¡Total! Mi padre fue novillero, pero de una cornada perdió la visión de un ojo y ahí quedó truncada su carrera.

XL. ¿Sabe que la expresión ‘hacer novillos’ viene de lo que usted hacía. no acudir al colegio para irse a torear?

J.L. [Se ríe]. A las monjas les decíamos que estaba enfermo para que no se enfadaran, pero casi no iba al colegio.

XL. Su madre bordaba y su padre, retirado de las plazas, se hizo tapicero.

J.L. Mi madre hacía los bordados de manteles, sábanas y fundas de los hoteles. Recuerdo una vez que el Ritz le encargó bordar su anagrama en 300 fundas. A mí, aquello me divertía y la ayudaba con la máquina de bordar.

XL. Con 14 años se fue a México, y ella le regaló un traje de luces.

J.L. ¡Puf! Cuando apareció con el traje, me emocioné, pero yo no podía permitir que ella me comprase un traje como aquel, a fuerza de pasarse las noches delante de la máquina de coser.

XL. De regreso, con 15 años, tomó la alternativa en Nimes y se convirtió en el matador más joven de la historia.

J.L. Todo eso nunca lo he valorado demasiado. Yo me veía muy normal. Sin embargo, ahora miro a un chavalín con esa edad y no creo que pueda estar maduro ni para ponerse delante de un toro ni para ir de plaza en plaza.

XL. Después de un largo noviazgo se casa con Rosario Domecq, una mujer que pertenece a una familia muy relacionada con el mundo del toro.

J.L. Sí, pero nuestra vida familiar está apartada de este mundo. El mundo de las palmaditas en la espalda no me gusta nada. Los días que toreo, cuando acabo, no quiero ni hablar de la corrida. No soporto que se me eche la gente encima para decirme lo bien que he estado o lo mal [sonríe]. Me gusta refugiarme en mi casa, apartado de todo.

XL. ¿Cómo es El Juli de fiesta?

J.L. Más simpático que aquí [se ríe]. Si de pequeño luchaba por parecer mayor, ahora saco muchos rasgos infantiles.

XL. ¿Lo anima su mujer?

J.L. No hace falta, yo soy muy animado. Más que Rosario [se ríe]. Soy muy de hablar, de tomar copas y de bromear con los amigos. Me río mucho. No soy de monólogos, soy de escuchar y de contar cosas con sentido del humor. ¿De bailar? solo de vez en cuando.

XL. El año pasado tuvo una temporada muy corta, entre la crisis, su accidente de coche y sus diferencias con algunos empresarios. ¿Qué era el G10?

J.L. Fue la unión de diez toreros con el objetivo de lograr una serie de proyectos muy importantes, pero no funcionó porque entre nosotros había distintos intereses y puntos de vista. Además, los empresarios adquirieron una fuerza muy grande dentro del G10 a través de algunos toreros que estaban en el grupo.

XL. ¿Quiénes lo formaban?

J.L. Enrique Ponce, Manzanares, Talavante, Morante, Cayetano, el Cid, el Fandi, Perera, César Jiménez y yo. Pero terminó en fracaso.

XL. Por defender el control de su imagen en las retransmisiones televisivas, usted dejó de acudir a plazas importantes.

J.L. Era una de nuestras reivindicaciones. Y por ser consecuente, no fui a plazas como Madrid, Sevilla o Valencia. Varios toreros también pensaban así y algunos mantuvieron la misma integridad que yo y salieron muy perjudicados; perdieron mucho dinero y compromisos.

XL. ¿Como por ejemplo?

J.L. Miguel Ángel Perera y César Jiménez. Lo que habían hecho en la plaza la temporada anterior se tenía que haber visto reflejado este año en las ferias, y no ha sido así. Los dejaron fuera de los carteles de las principales ferias por tener esta idea, cuando la suscribieron para lo bueno y para lo malo diez toreros, no dos.

XL. ¿En el mundo del toro hay corrupción y mafias?

J.L. Como en cualquier mundo en el que se mueve dinero. El único sitio donde no hay corrupción es delante del ahí todo es verdad. si te coge, te puede matar; y, si lo entiendes y emocionas al público, subes al cielo.

XL. ¿Qué es lo más oscuro de la fiesta?

J.L. ¿Lo peor?, el conflicto de intereses. Hay empresarios de plazas que son a la vez ganaderos y apoderados de toreros, y eso les impide ser leales a todos. No es justo, sobre todo para los que somos independientes, claros y no nos apoyamos en esas cosas.

XL. ¿En la elaboración de los carteles se escuchan ruidos de sable?

J.L. Es un momento complicado, sí; yo creo que se debe premiar al que se ha ganado su sitio y se lo merece de verdad. Hay toreros que torean porque tienen un apoderado de una casa grande y hay chavales que tienen condiciones para ser figuras que no están toreando.

XL. ¿Quiénes son sus amigos toreros?

J.L. Talavante, Perera, Manzanares, Matías Tejela Hemos disfrutado juntos. Nos enriquecemos mutuamente y es muy bonito ver algo tuyo reflejado en tus compañeros.

XL. Tras la retirada de José Tomás se dice que El Juli no tiene rival.

J.L. José Tomás es una figura enorme. Lo admiro. He toreado con él y, además, me ha ayudado mucho. Hay personas con las que te encuentras muy a gusto, independientemente de que la veas todos los días o dos veces al año. Y una de ellas es José Tomás.

XL. En su defensa de la fiesta, no hace mucho reunió a 5000 niños para explicarles el mundo del toro.

J.L. Creo que el toreo se está alejando cada día más de la gente joven. Por falta de información y porque la percepción que predomina es la de la parte cruenta de la fiesta. Por eso creo que es necesario acercar a los jóvenes a este mundo. A los niños los llevamos al campo, les explicamos lo que es un tentadero

XL. Otra de sus iniciativas fue costear el 50 por ciento del precio de las entradas a los jóvenes.

J.L. El año pasado lo hice ocho o diez tardes que yo toreaba. Empecé asumiendo la mitad del coste de las entradas de los jóvenes menores de 30 años, porque son muy caras y ellos no pueden pagarlas. Luego se sumaron otros toreros y empresarios. Puede que no haya sido rentable, pero si hemos creado aficionados, pues bien invertido está.

XL. El Juli parece un hombre cerebral, que todo lo tiene bien medido.

J.L. Pues soy muy pasional, aunque la vida me ha enseñado a ser muy frío y pensar bien las cosas. Cuando más soy yo, es cuando estoy toreando y me dejo llevar. El toreo, como decía Pepe Luis Vázquez, es corazón y técnica.

XL. ¿Se puede llegar a ser figura siendo justito ‘de luces’?

J.L. Es difícil. Torear es un ejercicio inteligente. Al toro hay que saber tocarlo, dejarle respirar En esta profesión hace falta mucha inteligencia e intuición.

XL. ¿Qué tal duerme después de una faena de esas que pasan a la historia?

J.L. ¡Uf! Esas noches son las peores. Siento una ansiedad y una inquietud enormes, hasta el punto de que no soy capaz de hablar ni de expresarlo; tengo algo dentro que no puedo controlar. Esos días incluso estoy enfadado. Es durísimo, porque de pronto te das cuenta de que eres capaz de ser mucho más, de hacerlo mucho mejor y es tan incontrolable y tan difícil que pase más veces que te desespera.

XL. ¿Por eso es difícil retirarse si se han sentido cosas así?

J.L. Nada ni nadie es capaz de sustituir esas sensaciones. Yo tengo hijos, mujer, familia Pues no hay nada que pueda sustituir el placer de pegarle diez muletazos a un toro en una plaza, sentir ese crujido interior y ver emocionarse al público. ¡Es insustituible!

XL. Pero, no deja de repetir que no quiere esta profesión para sus hijos.

J.L. Saber que en décimas de segundo puedes perder la vida es muy duro. Sé lo que han sufrido mis padres y los malos momentos que he pasado. Y no solo es el dolor físico, también el psicológico. El miedo al fracaso, a defraudar al público.

XL. ¿Sabe que la mayoría de los toreros empiezan siendo de izquierdas y, cuando triunfan, se hacen de derechas?

J.L. Ese es otro gran tópico. Yo no he vivido esa transformación porque no he cambiado mi forma de pensar.

XL. ¿Vota siempre al mismo partido?

J.L. No. Suelo opinar y votar según creo que conviene más al país. En distintos momentos he pensado que era mejor que gobernase una idea y en otros momentos, otra; y por eso he votado a partidos diferentes.

XL. El Juli tiene casa en Madrid, pero vive en el campo de Olivenza, en Badajoz. ¿Nadie le dijo que la mejor finca era la del amigo?

J.L. Me lo han dicho toda la vida [sonríe], pero yo prefiero que sea mía, sobre todo si te la has ganado con tu propia sangre. La finca es el lugar de paz que necesito.

XL. El Juli ha tenido cornadas importantes, pero fue un accidente de coche, sin consecuencias graves, lo que le hizo sentir verdadero miedo.

J.L. Ha sido lo peor que me ha pasado en mi vida. Lo pasé muy mal y estuve diez días psicológicamente hundido.

XL. ¿Se sintió culpable?

J.L. Sí, porque conducía yo.

XL. Pero fue un accidente

J.L. ¡Ya, ya! Pero esa sensación de ver que he puesto en peligro a mi mujer, a mis hijos, a las personas que iban en el coche (se le humedecen los ojos).

XL. ¿Quién iba en el coche, además de usted, Rosario y los gemelos?

J.L. Una señora que cuida a los niños y otra que trabaja en casa. La sensación de responsabilidad es horrible. Estaba nevando, yo iba despacio, pero el coche se fue. Pasé una angustia tremenda hasta que vi que todos estaban bien. Y luego me sentí muy culpable. La verdad es que estuve diez días en shock. Y no me acuerdo de la operación ni de nada. Solo de que lloraba y lloraba

XL. Pero usted resultó herido.

J.L. Sí, pero me daba igual. Yo necesitaba sentir que mis hijos me perdonaban por haberlos puesto en peligro. Y, claro, son muy pequeños y no sienten nada de eso. Pero yo necesitaba su perdón porque el sentimiento de culpa era tremendo.

XL. Resulta paradójico que sea un accidente leve de coche el que le ha provocado la peor de sus experiencias.

J.L. Mira cómo será que no he vuelto a coger el coche con los niños dentro. Le he cogido mucho miedo.

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