El pequeño de los Rolling Stones -y el último en llegar a la banda- comenzó a tomarse en serio la pintura en los ochenta, cuando su vida desenfrenada le hizo pasar por problemas económicos. Sus obras, que hoy se venden a precios millonarios, le han sacado de muchos apuros…

Ronnie Wood explica lo que pasó hace unos años cuando Keith Richards se cayó de un árbol en Fiyi. Está de pie, dándome la espalda, y gesticula con los brazos.

«El mar estaba por allí, la arena de la playa era compacta y dura como la roca, y Keith estaba haciendo el mono, columpiándose sobre una rama mientras me hablaba. Y de pronto oí un ruido sordo. ¡Se había caído de morros! Nos echamos a reír, pero él entonces gritó: ‘¡Ay! ¡Tengo sangre en la boca!’. Era verdad. Unos días más tarde se quedó inmovilizado en posición fetal y lo llevamos al hospital».

Sufrir esta caída convenció a Keith de que, con casi 70 años, tocaba sentar la cabeza. Si tenemos en cuenta lo desmesurado de sus hábitos -se decía que era capaz de comer clavos y mear óxido-, el guitarrista ha logrado andar por la vida bastante sobrio. También Ronnie lleva cuatro años sin probar el alcohol y las drogas, aunque sigue fumando como un carretero, para disgusto de Charlie Watts y Mick Jagger. «Siempre me están diciendo que me vaya a fumar a otra parte, que no soportan el humo… Charlie lleva una vida sana desde hace años. Mick de vez en cuando se toma una copita de vino. Keith a veces hace de las suyas, pero nunca le había visto cuidarse tanto».

«Damien Hirst me regaló mucho material de pintura. Lo hizo para que dejara de ‘soplar’ y me mantuviera vivo: estaba tirando mi vida por la borda»

La primera mujer de Ronnie, Krissy, murió hace ocho años por una sobredosis de Valium. De su segunda esposa, Jo, se separó en 2008, después de que Ronnie -que por entonces se ventilaba dos botellas diarias de vodka- se escapara con una joven de 20 años llamada Ekaterina Ivanova. Nadie se sorprendió -ni la propia Ekaterina- de que la nueva relación no prosperase, y Ronnie el año pasado contrajo matrimonio con Sally Humphreys. «Sí, nos casamos el 21 del 12 del 12, el famoso día de los unos y los doses. Según el calendario maya, iba a ser el día del fin del mundo. Para mí, fue el principio de una nueva era». Sally no es exactamente una jovencita, solo tiene 31 años menos que Ronnie.

Acostumbrado a ser el último mono

Wood es el Rolling ‘currante’. Entró en el grupo en 1975 con un estatus inferior al de los otros tres fundadores. No fue aceptado como un igual en el plano económico hasta 1990. Por eso, en los años ochenta, cuando se encontró corto de dinero, descubrió una vía interesante en la pintura.

Ronnie Wood se ha acostumbrado a ser el último mono. Sus hermanos, ambos fallecidos, eran ocho y diez años mayores que él; y a los 66 años es el más joven de los Rolling. «Toda la vida he cargado con el sambenito de ser el pequeño». Nuestro hombre lleva bien la edad. Está hecho un palillo. Mide casi uno ochenta y pesa 59 kilos. En pocas palabras, tiene una pinta asombrosamente buena para la vida que ha llevado. Eso sí, da la impresión de ser un poco sordo y tiene unos marcados tics nerviosos.

Su condición de miembro más joven del grupo lo ha llevado a desempeñar el papel de apaciguador entre Mick, Keith y Charlie. «Ya lo creo… Sobre todo en los ochenta, cuando el grupo estuvo a punto de disolverse. Creo que contribuí a que volvieran a hablarse. Porque el gran problema era ese. que no se hablaban entre ellos».

Ronnie Wood: "Ser adulto y el rock'n'roll son términos opuestos" 1

¿Y qué me dice de la autobiografía que escribió Keith, donde describe a Mick como insoportable y hablaba de su picha minúscula? Ronnie se echa a reír. «Yo hice lo que pude, pero la cosa se arregló por sí sola».

No es un pintor novato

Ronnie hoy expone sus cuadros en la galería Castle Fine Art de Birmingham (Reino Unido). La muestra lleva el título de Raw instinct (‘Instinto descarnado‘), y la pinacoteca ha tenido la amabilidad de cederle un piso entero para que pueda relajarse, pintar o hacer lo que quiera. En una mesa del apartamento hay un jarrón lleno de pinceles. Se los regaló el pintor Damien Hirst en 2007, para que se pusiera a pintar y dejara de beber. «Quería mantenerme con vida. Veía que tiraba mi vida por la borda y me preguntó si quería curarme, si estaba dispuesto a dejar de ‘soplar’ . Por aquel entonces, Ronnie acababa de salir de una de sus innumerables curas de desintoxicación y Hirst le envió material suficiente para equipar una escuela de arte Me dijo. ‘Ya no tienes excusa'».

Ronnie no era un pintor novato.En el colegio ya despuntó por sus dotes e incluso ganó premios. Él y sus hermanos vivían para el arte y la música. En su familia, todos cantaban y bebían en el pub de la zona y luego seguían bebiendo y cantando en casa. El pequeño Ronnie pronto se acostumbró a las fiestas de madrugada. «Cuando yo era chaval, todo el mundo ‘privaba’ en cantidad. Era normal».

Los tres hermanos entraron en el Ealing College of Art, pero Ronnie lo dejó por el rocknroll. «Hasta los años ochenta dibujaba en los ratos libres… y punto. Pero luego, cuando las cosas me fueron mal y necesité dinero, me dije que tendría que dedicarme más al asunto. Comencé a hacer monotipos, serigrafías Por probar. Me vi obligado a explotar esta faceta para pagar los gastos».

El arte se ha convertido para él en una interesante fuente de ingresos. En 2005 vendió un cuadro de los Stones por un millón de libras (cerca de 1.200.000 euros). Los cuadros que expone actualmente salen por unas 300.000 libras (más de 350.000 euros). ¿Cree que la gente paga esos precios por el simple hecho de que es una estrella del rock? «Es un temor que me acompaña. Pero que no dura mucho tiempo. Cuando comprueban que soy un pintor de verdad, todos me miran de otra manera».

Para la estrella, el arte es algo serio, pero también una terapia. Ser Rolling Stone no es un trabajo a tiempo completo. Una vez concluidas las giras, cada miembro del grupo vuelve a su vida. Los Stones raramente se comunican, a no ser que sea por negocios (sobre todo en el caso de Mick). Hay algo un poco cómico en estos ‘no Rolling Stones’ empeñados en buscar sus propias identidades personales en diversos puntos del mapa. «Mick solo se siente feliz cuando está de gira. Yo siempre le digo que venga a Londres a vernos, pero él entonces me cuenta que tiene problemas con los jardineros de su mansión. Hay muy poca comunicación».

«Ni alcohol ni drogas. Ahora, después de un concierto, lo que más me relaja es ver una buena serie de crímenes en la televisión»

Así que todos metidos en otras cosas. Ronnie tiene casa en Barcelona, Irlanda y Londres, y todas ellas cuentan con un estudio para pintar. Para él, dibujar es lo contrario a ser un Rolling. Cuando toco con el grupo, el esfuerzo es colectivo Uno aporta su grano de arena, pero pintar es más personal y resulta fantástico para relajarse . Y es que ser un Rolling Stone puede ser muy estresante. No es fácil volver a la realidad después de un concierto. De estar metido en el torbellino de la gira, pasas a la nada más absoluta. El alcohol y las drogas eran una forma de combatir ese vacío, y durante un tiempo me fueron bien. Pero se salió de madre . Ahora, después de un concierto se distrae con lo que él llama series de crímenes . Al principio veía CSI, pero después se concentró en producciones de mayor nivel.

«Ahora prefiero Spiral, The Killing o Wallander. Lo que más me relaja tras un concierto a cara de perro es una buena serie de crímenes». Ronnie ha visto muchas muertes a lo largo de su vida. la de sus hermanos, la de Krissy y la de muchos otros que fallecieron de la noche a la mañana por las drogas. «La muerte forma parte de la vida. Ninguno de nosotros va a salir con vida de este mundo. Vale la pena vivir al máximo, a sabiendas de que la cosa no va a durar mucho. Es algo que resulta evidente cuando pintas. Al pintar, me digo que el cuadro va a seguir ahí cuando yo haya muerto. He aprendido a vivir con esta idea».

Sin mala conciencia

No parece que Wood tenga mala conciencia por los pecados que el alcohol y las drogas le llevaron a cometer. «Cuando pienso en el pasado, sonrío y me digo que esas cosas no volveré a hacerlas Pero no cambiaría nada, porque la vida nunca es perfecta». Jo, su segunda esposa, lo describió en su autobiografía como un monstruo alcohólico y ‘drogata’ que llegó a amenazar con desfigurarle el rostro con ácido. Un pasado así no se borra fácilmente. A no ser que uno sea un Rolling Stone. «Nunca está de más enfrentarte a tus problemas y hacer las paces con quienes quizá heriste. Pero no me siento demasiado culpable, porque yo no era responsable de mucho de lo que hacía. Puedo pensar en lo sucedido, pero luego lo borro de mi mente. A partir de cierta edad, uno debe cuidarse y anteponer la propia persona a los demás».

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