La última moda entre los funcionarios chinos es tener concubinas. Algunos, hasta tres y cuatro. Y los hay que presumen de mantener a centenares de ellas. Un escándalo que ha saltado a la Red con vídeos de contenido sexual y a los tribunales con alarmantes casos de corrupción. Por Carlos Manuel Sánchez

Ji Yingnan, de 27 años, está que trina. Durante cuatro años, esta expresentadora de televisión fue la novia de Fan Yue, un funcionario de los archivos estatales. O eso creía ella. fan, de 41 años, era todo un caballero. «Un hombre educado. Compartíamos valores», recuerda Ji. ¿Qué valores? Desde luego, no la austeridad que exalta la propaganda del Partido Comunista, al que Fan pertenece. Más bien eran otros valores, a juzgar por las facturas de sus compras, que la pareja exhibía en sus selfies de tortolitos como quien muestra trofeos de caza. Una falda, un bolso y una bufanda de Prada: 62.000 yuanes (7200 euros). Los valores de la nueva, pujante y materialista China. Que no es tan nueva como parece. Porque hay cosas que nunca cambian.

¿Lo adivinan? Sí, Fan está casado. El príncipe azul que cubrió a Ji de regalos -un Audi (30.000 euros), el alquiler de un apartamento (1100 mensuales), muebles, electrodomésticos y ordenadores (11.500), unas vacaciones en la isla de Hainan, perlas, abrigos de piel, además de 600 euros diarios para gastos- resulta que tiene mujer e hijo. Y que no está dispuesto a dejarlos. La vieja historia…

En el caso de China es una historia milenaria, pero con matices novedosos. Ji, a efectos prácticos, era una concubina. Por regla general, las concubinas conocen su condición. Y suelen aceptarla. Incluso existe una palabra china que las designa: ernai (literalmente, ‘segunda leche’-por metonimia, ‘segundas tetas’; y, por extensión, ‘segunda esposa’-). Incluso hay palabras chinas para designar a la tercera (sannai) y cuarta esposa (sinai). Y a las que hagan falta. Los hombres chinos que pueden permitirse tener concubinas no suelen ser minimalistas al respecto: cuantas más, mejor.

¿Cómo es posible que funcionarios mileuristas gasten tanto dinero?

El caso de Ji es especial por tres razones. Una es que Ji asegura que desconocía que solo era la querida de Fan y no su prometida. «Nunca imaginé que alguien al que has amado tanto, con el que has convivido tanto tiempo y al que le has dado lo mejor se convierta en tu enemigo. Es terrorífico», declaró en una entrevista. Fan se defiende: «Esta mujer no es buena. Es demasiado avariciosa. No podía controlarla, por eso la dejé», le contó a un bloguero. La segunda está relacionada con la avaricia.

Lo que pasa en el dormitorio no es asunto del partido mientras no trascienda. El fenómeno se ha extendido de tal manera que algunas ciudades costeras se consideran villas de concubinas

¿Cómo es posible que Fan, un funcionario de segundo orden con un sueldo mileurista, fuese tan generoso? La respuesta cae por su propio peso: porque la corrupción es galopante. Un informe del Centro de Gestión de Crisis de la Universidad Renmin, en Pekín, señala que el 95 por ciento de los funcionarios arrestados por corrupción durante 2012 mantenían relaciones extramatrimoniales, y que el 60 por ciento convivía con sus amantes. Hay quien se lo toma con sarcasmo. Con tanto funcionario acaparando mujeres, el resto de los varones lo tienen aún más difícil para encontrar pareja en un país donde nacen 80 niñas por cada cien varones. Las mujeres jóvenes son consideradas como un bien escaso. Hay que tener en cuenta que la demografía china está desequilibrada por la política del hijo único, sobre todo desde que en los años ochenta se generalizaron las ecografías en las ciudades, lo que provocó millones de abortos selectivos de niñas.

Y la tercera razón es la más sorprendente. La reacción de Ji… En un arranque de despecho hizo decenas de copias en CD de las fotos y vídeos de su relación con Fan (el momentazo Titanic en un crucero, la petición de mano…) y las dejó a las puertas de Zhongnanhai, el complejo de edificios oficiales de Pekín que sirve como cuartel general del Partido Comunista y sede del Gobierno. Fotos y vídeos que acabaron en Internet y que son la comidilla de las redes sociales, en especial de Weibo, el Twitter chino, donde la expareja ha discutido y se ha hecho reproches de todo tipo. No son los únicos. Lo que aún es más extraño si se piensa que los medios digitales chinos son los más censurados del mundo. Lo de la censura es relativo. Si el preboste corrupto sigue en su puesto, pocos se atreven a cuestionar su fidelidad a su esposa o su honradez con el dinero. Pero si cae en desgracia, le llueven los palos. Algunos analistas consideran que esta aparente manga ancha forma parte de una campaña gubernamental para erradicar el concubinato y exponer a los corruptos. Si es así, no será fácil ni lo uno ni lo otro.

Que el país va como un tiro se ve en la economía y en las alcobas

El concubinato es una tradición muy arraigada. Y muy visible. Las dinastías y las élites gobernantes lo mantuvieron como un símbolo de pujanza mientras China fue un imperio. La Ciudad Prohibida estuvo poblada por miles de concubinas. La llegada de la república en 1912 solo abolió la práctica sobre el papel. El comunismo quiso darle el golpe de gracia en 1949, aunque Mao tuvo numerosas amantes, según su médico. Pero la cuestión moral pesaba menos que las apariencias. Lo que pase en el dormitorio no es asunto del Partido mientras no trascienda. Pero ahora China vuelve a ser un imperio. El Banco Mundial ha anunciado que el gigante asiático destronará a los Estados Unidos como primera potencia mundial a finales de año.

Que el país va como un tiro es algo que se nota en los indicadores económicos, pero también en las alcobas

No se trata de sexo, sino de poder. «Tener amantes no es tanto una cuestión de necesidades físicas como un símbolo de estatus. Si no tienes varias mujeres, tus competidores pensarán que eres débil y te mirarán por encima del hombro», comentó Jin Wezhi, director general de una compañía pública arrestado por aceptar sobornos. El fenómeno se ha extendido de tal manera que algunas ciudades costeras se consideran villas de concubinas, así como algunos barrios pijos de Pekín y Shanghái. Las concubinas socializan con otras concubinas. Van juntas de compras, a las cafeterías, a los karaokes…

Tener concubinas no es solo una cuestión de sexo, también lo es de poder. «Si no tienes varias mujeres, tus competidores pensarán que eres débil», dice un ejecutivo

En el reparto de papeles, ellas suelen ser las malas a ojos de cierta prensa. Su codicia no tiene límites, instigan a antes a cometer todo tipo de fraudes, como si los que malversan lo hiciesen solo para mantener el tren de vida de sus insaciables amantes. Hay quien ha hecho cuentas y ha calculado que las ernai reciben regalos y efectivo por valor de unos 2000 euros al mes, cuando el salario medio en China ronda los 500 euros. Las esposas legítimas se quejan. Un semanario chino cita a la mujer de un alto funcionario: «La residencia oficial del Partido es como una villa de viudas, porque pocos hombres vuelven a casa por la noche. Muchas sabemos de la infidelidad de nuestros esposos, pero preferimos callarnos por el interés de la familia».

No exagera, a tenor del goteo de noticias. El mes pasado cayó Song Lin, presidente de una empresa estatal al que su ernai lavaba el dinero negro. Circuló un vídeo por el ciberespacio chino de sus escaramuzas íntimas. Otro vídeo amoroso también significó la caída en 2012 de Lei Zhengfu, secretario del Partido Comunista en Chongqing. Lo grabó su amante, 36 años más joven, aleccionada por un promotor inmobiliario. El funcionario de más alto rango defenestrado hasta la fecha es Chen Liangyu, jefe del Partido en Shanghái y miembro del Politburó, que tenía dos concubinas. Fue condenado a 18 años de cárcel por apropiarse de 230 millones de euros.

Se podría escribir un Libro Guinness con algunos récords estrafalarios: Xu Qiyao, antiguo jefe de urbanismo de la provincia de Jiangsu, presumía de tener 140 amantes. Llevaba la contabilidad de sus encuentros sexuales y de los sobornos que recibía en sendos libros. Fue condenado a muerte, aunque se conmutó su pena. Otro funcionario reunió a su harén y organizó un concurso de belleza. Otro, Pang Jiayu, fue acusado en 2007 por once esposas de sus subordinados, a las que sometía a una especie de derecho de pernada medieval. Otro caso extremo es el de Deng Baoju, un banquero de la ciudad de Shenzen que gastó 18 millones de yuanes (dos millones de euros) en 800 días con su quinta concubina, a 2500 euros diarios. Fue sentenciado a 15 años por fraude.

Las concubinas han pasado al ataque y cuentan sus experiencias en los blogs

Pero lo más sintomático de los nuevos tiempos es que las concubinas también son envidiadas. Y si ellos no se esconden a la hora de alardear, ellas tampoco Con ciertas cautelas. Mei es ernai y bloguera. Usa seudónimo y dice representar a una generación de jóvenes que asume su condición de concubina con desparpajo. «No solo nos acostamos con nuestros amantes. Vamos a restaurantes agradables y pasamos la tarde juntos. Ellos comparten con nosotras lo que pasa por sus cabezas. Buscan intimidad y complicidad». Y aquí convendría diferenciar entre ernai y shiaosan, una variedad temible que torpedea el matrimonio y aspira a convertirse en la legítima, algo que según Mei no es lo habitual. «Sabemos que nunca dejarán a sus esposas y que nuestras historias tendrán un final. Nos suelen abandonar en la treintena, cuando ya no cumplimos las reglas no escritas de las concubinas, que son. estar siempre guapas y presentables, pero no despampanantes; ser jóvenes, pero no ingenuas; sentir celos (o fingirlos) de otras mujeres; y, lo más importante, encarnar la fantasía masculina del macho dominante».

El jefe de urbanismo de una provincia china presumía de tener 140 amantes. En un libro llevaba la contabilidad de sus encuentros sexuales; en otro apuntaba los sobornos que recibía

La ley china penaliza la bigamia con dos años de cárcel, pero en la práctica es papel mojado porque los hombres no registran sus matrimonios con segundas, terceras o enésimas esposas. El Gobierno emprendió una cruzada puritana en 2007 e incluyó los regalos a las amantes como una práctica fraudulenta. Y en algunas provincias se prohíben las relaciones de pareja ‘anormales’, pero no se especifica qué es normal y qué no lo es.

Mei escribe de los peligros de ser concubina. «Me pueden apalear o avergonzar en público si su mujer se entera, pero es poco probable y lo mejor que puedo hacer en este momento de mi vida es ser una ernai. Es una manera de ahorrar. Y algún día volveré a mi pueblo, me casaré y montaré mi propio negocio. Nos gustamos. Y él está orgulloso de mí. Pero no soy una shiaosan, una rompematrimonios, así que sé que todo terminará un día».

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos