Es una de las grandes damas de la edición, una referencia clave en el mundo de la literatura. Después de 45 años al frente de la editorial Tusquets, y recién cumplidos los 75, se retira. Repasamos con ella su trayectoria, que en lo profesional y en lo personal ha vivido siempre a contracorriente.

Hace medio siglo y en contra de la voluntad de su padre, diplomático brasileño, decidió fijar su residencia en España. En Barcelona se inició en el mundo literario y fundó hace 45 años la editorial Tusquets junto con su entonces marido, Óscar Tusquets; un arquitecto al que supo ilusionar hasta convertirlo en editor. Su segunda pareja, Antonio López Lamadrid, también sufrió el contagioso hechizo de la brasileña por los libros. Procedente del mundo textil, Toni compartió con Beatriz de Moura los últimos 31 años de su vida al frente de esta editorial.

López Lamadrid murió en septiembre de 2009. Ya por entonces, Beatriz y Toni se planteaban el futuro de Tusquets ante la crisis. Hace dos años, De Moura firmó un acuerdo con Planeta Corporación y, desde entonces, este gigante del mundo editorial se ocupa de la administración y distribución de Tusquets. Y es ahora cuando, definitivamente, Beatriz suelta las riendas. A partir de septiembre se convertirá en presidenta de honor de la editorial y dirigirá un fondo de apoyo a los autores que llevará el nombre de Antonio López de Lamadrid.

XLSemanal. El pasado mes de mayo cumplió 75 años.

Beatriz de Moura. Muy raritos y muy vividos, inevitablemente, porque la vida de diplomático es lo peor que se le puede ofrecer a un hijo.

XL. ¿En serio?

B.M. Es el desarraigo continuo durante una parte muy importante de la vida, porque va desde la infancia hasta más allá de la adolescencia. La edad del pavo la pasé sin referencias y sin raíces. ¡Fue un palo!, creo que esa vida no es buena para la formación de un niño.

XL. A favor, en cambio, le aportó el conocimiento de otros países, de otras culturas y de otros idiomas [habla portugués, español, inglés, francés e italiano].

B.M. Pero lo que te da no compensa lo que te quita, sobre todo durante la niñez. De hecho, yo no he tenido hijos por temor a no saber qué hacer con ellos. De niña, tuve la sensación de que no sabían qué hacer conmigo; pensaba que era solo una maleta más que trasladar cada dos años. Nunca he tenido eso que llaman instinto maternal.

XL. ¿Sus maridos tampoco quisieron hijos?

B.M. No se trataba de que quisieran, eso daba igual; lo importante es que no me lo exigieran. Nunca he echado en falta tener hijos porque no los he deseado, es la verdad.

XL. Siempre habla de la relación con su padre, pero nunca menciona a su madre.

B.M. Es que no hay nada que decir sobre ella, para mí no ha existido [sonríe]. Mi conclusión sobre mi madre es que ni bien ni mal, ni frío ni calor.

XL. ¿Cómo era ella?

B.M. Era muy beata; mi padre, todo lo contrario. Cuando fui creciendo y aprendiendo sola porque nadie me enseñó nada de la vida fui viendo que mi papá se lo pasaba bastante mejor que mi mamá.

XL. ¿Era un ‘bon vivant’?

B.M. ¡Exacto! Él era simpatiquísimo, divertido, culto En cambio, ella era una madre amargada. Era la típica beaturrona que creía que tenía que hacer el bien por el mundo; lo mismo que les ocurre a las mujeres que se dedican hoy a las ONG. Piensan que tienen que ayudar a otros antes que a sus propios hijos.

XL. ¿Cree que las mujeres que colaboran con las ONG desatienden a sus familias?

B.M. ¡Lo creo! [Rotunda]. Yo he oído algunas conversaciones suyas estremecedoras. Mujeres de 40 o 45 años, con hijos adolescentes, encuentran normal irse cada dos por tres a la India, o a donde sea, cuando la ONG la tienen aquí, con sus hijos.

XL. Cuenta que de su padre heredó el amor por los libros.

B.M. Sí, me sentaba a sus pies y, aun sin saber leer, tocaba los libros, los olía Mi padre nunca me echaba de su lado; me acogía en su biblioteca, que era el único lugar que se repetía en cada ciudad en la que vivíamos, porque era lo único que se trasladaba intacto. Esto me gratificaba muchísimo.

XL. En Suiza tuvo el primer contacto con un grupo de españoles que no la dejó indiferente.

B.M. Los conocí en Ginebra y eran un poco especiales, sí; gente con dinero que, clandestinamente, trabajaba para el PSUC. Luego, mi padre me explicó que vendríamos a España, en donde había una dictadura franquista, y me habló de lo que eso suponía.

XL. Su padre era republicano

B.M. Sí, él era muy republicano y agnóstico. Pero, a la vez, era muy conservador. Aquí se confunde república con izquierda, quizá por la historia vivida, pero no es así.

XL. Y de Ginebra vinieron a Barcelona.

B.M. Sí, recuerdo que vivíamos en una gran casa que tenía una torre y que en la casa de al lado vivía la familia Goytisolo. José Agustín, Juan y Luis; tres escritores escribiendo a la vez. Yo oía sus máquinas de escribir desde mi casa y allí se produjo una atracción extraña por estos chicos que eran tan raros.

XL. ¿Por qué le parecieron tan raros?

B.M. Un día, a uno de ellos, a Luis, vinieron a detenerlo. Sentí curiosidad por saber la causa y me metí en sitios donde no me llamaban y en los que, sobre todo, no llamaban a mi padre.

XL. ¿Qué ocurre cuando decide no seguir a su familia y venir a vivir a España?

B.M. Pues que su niña obediente, de repente, se le va de las manos y dice que se queda, sin novio y sin plan de casarse. Entonces, yo estaba estudiando Filología Francesa en Ginebra, muy bien situada, y me cortó el grifo. Así que tuve que empezar a trabajar para pagarme los estudios. Primero intenté ser intérprete, pero me dijeron que no servía para eso. ¡Y menos mal! [se ríe], porque de lo contrario no estaríamos tú y yo hablando aquí.

XL. Trabajó en las editoriales Gustavo Gili, Salvat.. 

B.M. Aquello era lo que se llama pluriempleo, y era absolutamente necesario para sobrevivir. Trabajaba en una editorial por la mañana y en otra por la tarde; y por la noche hacía traducciones.

XL. Hasta que, por unos leotardos negros de lana, la despidieron de Gili. ¿Acoso laboral en los años sesenta?

B.M. Imagínate lo que debió de ser en aquella época. Yo solamente lo he experimentado esa vez. En aquel periodo siniestro de la historia de España, nos obligaban a usar un uniforme intransitable, porque los botones estaban en la espalda, y nos hacían llevar medias transparentes. Pero una amiga me había regalado unos leotardos negros de lana gruesos porque yo iba al trabajo en moto y pasaba mucho frío. El caso es que no entendí cómo aquellos leotardos despertaron la libido de algunos jefes…

XL. ¿Cree que encontraban excitantes los leotardos de lana?

B.M. No lo pregunté, fue todo muy extraño. A lo mejor es que les ponía lo negro [se ríe]. Así era la sociedad de entonces. Barcelona era una ciudad muy triste, oscura, silenciosa. No había luz, las bombillas en las entradas de los edificios grandes del Ensanche eran de apenas 25 vatios. Yo pensaba. «¡Dios mío, qué casposo es esto!».

XL. Aun así, se quedó y pronto encontró nuevo trabajo.

B.M. Mi hermano era amigo de Óscar Tusquets y me llamó para que tradujera libros infantiles de Topo Gigio. Después trabajé durante ocho años con su hermana Esther en la editorial Lumen. Junto a ella aprendí el oficio de editora.

XL. Pero un día la echó.

B.M. Un día le ofrecí hacer dos colecciones dentro de su editorial y eso no le gustó. El caso es que me dijo que me fuera. Quizá tuviera problemas personales no lo sé. Óscar se vino conmigo porque su hermana no supo darle una explicación de por qué me había echado. Fue entonces cuando fundamos la editorial Tusquets. Después me separé de Óscar, con el que sigo teniendo una gran amistad. Él va por su cuarta mujer y tiene dos hijos de diez años [se ríe].

XL. ¿Por qué cree que la mayoría de las grandes editoras son mujeres?

B.M. Antes de la Segunda Guerra Mundial, el librero era el editor. Lo tenía todo. la librería y la imprenta. Después de la guerra, ese trabajo de gestión empresarial lo siguieron manteniendo los hombres, pero la elección de libros fue pasando a las mujeres, muchas veces sus esposas o sus viudas. Fueron ellas, las llamadas ‘damas de la edición’, las que impulsaron la cultura, las que unieron la literatura a la reflexión y al pensamiento. Hoy somos el 80 por ciento.

XL. ¿La editora marca su impronta ideológica?

B.M. Sí, la marca, pero no está en los libros. está en el catálogo de la editorial, en su trayectoria El catálogo es el ADN del editor que lo ha publicado.

XL. Lleva casi 60 años viviendo en Cataluña y conoce bien su realidad política. En una ocasión dijo. El nacionalismo es como la fe: o lo sientes o no lo sientes». ¿No cabe volverse agnóstico?

B.M. Yo creo que no se cambia. Todos los nacionalistas son independentistas y separatistas, ahora y antes. No tienes más que mirar por dónde van.

XL. ¿Y cómo los ve usted?

B.M. Con mucha perplejidad, desde luego; y la perplejidad, en este caso, me viene de ver la cantidad de gente que se lo ha creído, que se lo ha tomado como una ideología. Me quedo perpleja, sí. El nacionalismo es un tema que no me ha interesado nunca, pero, cuando se acerca a la división de una sociedad, empieza a inquietarme seriamente. Y así es como estoy ahora mismo: seriamente inquieta.

XL. De vuelta a la literatura, ¿nunca ha tenido la tentación de publicar un superventas solo para vender mucho?

B.M. Almudena Grandes ha publicado en Tusquets varios best sellers.

XL. Me refiero a libros como los de Federico Moccia o Dan Brown, por ejemplo.

B.M. Este tipo de libros jamás nos han llegado a nosotros. Por el catálogo que tenemos, los autores ya ven que no es el lugar para eso.

XL. Hay quien dice que hoy escribe cualquiera. ¿Le molesta? 

B.M. [Se ríe]. No, ¡eso está bien! Que escriba todo el que quiera, pero que no se considere necesariamente escritor a una persona que escribe un libro.

XL. Volviendo a los autores ‘mediáticos’, ¿cabe en el catálogo de Tusquets, por ejemplo, el libro de Jorge Javier Vázquez, que ha tenido un éxito enorme?

B.M. No lo he leído, pero sí me hubiera gustado. Viendo el éxito que ha tenido, supongo que el editor que lo ha publicado ya no lo soltará [sonríe].

XL. Últimamente tienen mucho éxito las novelas con un contenido sexual. La trilogía ’50 sombras de Grey’ ha vendido varios millones de ejemplares.

B.M. Pues yo empecé a leer el libro y lo dejé porque me fue aburriendo. No conseguí entender qué es eso nuevo que le gusta tanto a unas señoras muy puestas. ¡Dios mío! A mí este tipo de libros me ‘des-sexúa’; al margen de porque soy una mujer de 75 años y la libido no es la misma, porque son todos muy sosos.

XL. En 1979, usted apostó por una colección de novela erótica La Sonrisa Vertical en un momento en el que ninguna editorial se atrevió a ir tan lejos en España.

B.M. En un país católico como este había que mover las cosas, había que arriesgarse. Me sentí muy respaldada por Luis García Berlanga, que tenía una biblioteca extraordinaria sobre el erotismo; y muy oculta, porque entonces había que esconder este tipo de libros. Nosotros empezamos a publicar el año anterior a la proclamación de la Constitución y pillamos una época en la que todo el mundo hacía de todo en este país. En 1976, la explosión fue incontrolable.

XL. ¿A qué aspiraba su colección?

B.M. Al placer sexual puro y duro. Son libros para leerlos con una sola mano, la otra hace lo que le toca. La frase no es mía pero la recogí porque lo explica muy bien.

XL. Antes eran los hombres quienes los escribían y los leían. Ahora se han incorporado las mujeres a ambas cosas

B.M. Quizá sea así, sí. Pero los que están escritos por mujeres son muy sosos, muy sositos [insiste].

XL. ¿Alguna vez ha sentido la tentación de escribir una novela del tipo que sea?

B.M. Una vez, en el año 64 publiqué una novelita. Pasó sin pena ni gloria, por supuesto. Pero, con el tiempo, aquello me demostró a mí misma porque al principio el orgullo te impide ver la realidad que yo no servía para inventar ni para crear historias. Luego no soy escritora, aunque redacto muy bien y sé reconocer qué es literatura y qué no lo es.

XL. Tras 45 años al frente de Tusquets, la editorial que fundó y dirigió, acaba de asociarla a Planeta. ¿La crisis ha podido con ella? 

B.M. La crisis y la electrónica cuando es pirata. La actual situación me ha demostrado lo frágil que es una editorial mediana en medio de una crisis grave. En 2011, ya fallecido Toni [Antonio López Lamadrid], pensé que se acercaba la hora. Me iba a encontrar en una situación muy rara. lo que habíamos construido juntos lo tenía que destruir yo misma, y eso me parecía una situación muy fuerte.

XL. ¡Muy mal rollo, sí!

B.M. La vida es así. Todo lo que nace muere, a no ser que se transforme. Y esta era la única manera de sobrevivir y de salvar la editorial con muy buen rollo [sonríe]. Era el momento de hacerlo.

Privadísimo

  • Nació en Río de Janeiro (Brasil) en 1939. Hija de diplomático, vivió su adolescencia y juventud entre Brasil, Ecuador, Italia, Francia y Suiza, hasta recalar en España.
  • Tiene dos hermanos y un tercero que apareció por ahí. «Lo cito así porque es lo que pasó: apareció por ahí. [Sonríe]. No voy a explicar más».
  • En el catálogo de Tusquets figuran más de 2.300 títulos de autores como Samuel Beckett, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Milan Kundera, Almudena Grandes…
  • El libro que ha leído más veces es La cartuja de Parma (Stendhal). «Lo leo en francés porque está pésimamente traducido al español».
  • Ahora está releyendo un libro sobre Juana Inés de la Cruz de Octavio Paz. «Pero si me dices que el libro de Belén Esteban lo ha escrito Boris Izaguirre, que escribe bien, igual lo leo»

 

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