Hollywood, Italia, Brasil… Ella dice que nunca se ha ido, pero en la última década apenas ha trabajado en España. Paz Vega es hoy madre de tres hijos y no le faltan papeles. Aprovechando su regreso al cine nacional, habla con ‘XLSemanal’. Por Fernando Goitia/Fotografía Santiago Esteban 

Se quita la ropa, la de posar, y parece otra. Vestida de calle, Paz Vega se va de compras por Madrid y consigue pasar inadvertida. O eso cuenta ella. La cuestión que flota en el aire, sin embargo, bien podría ser. ¿se habrá olvidado el público de ella? En la última década, solo ha rodado dos películas en nuestro país como protagonista y ambas se estrellaron en taquilla. Cuando dejó España, esta sevillana de 38 años e hija de banderillero iba subida a un cohete a bordo del cual parecía camino de la Luna. Pero entonces, sin previo aviso, se fue a Hollywood donde, pese a su escaso dominio del inglés, ha ido compartiendo planos con gente como Morgan Freeman, Colin Farrell o Nicole Kidman.

Ya puesta, además, se ha hecho un hueco en Italia, ha trabajado en México y Brasil y ha dado a luz a tres hijos. No es de extrañar, pues, que se sienta feliz y tranquila. Ahora, por si alguien se había olvidado de Paz Vega, vuelve con dos estrenos en un mismo día [el 14 de noviembre]. La ignorancia de la sangre, la nueva de Manuel Gómez Pereira y su primer papel grande en España desde Santa Teresa, y Matar al mensajero, con Jeremy Renner y Andy Garcia.

Abrigo camel, de Christian Dior; gargantilla y anillo, de and Other Stories; y brazalete, de Aristocrazy.

XLSemanal. ¿Cómo se ve con respecto a 2001, en que estrenó ‘Lucía y el sexo’, ganó un Goya, un premio en Cannes ?

Paz Vega. ¡Más mayor! [Se ríe]. Pero más confiada y consciente, porque entonces era muy inconsciente. Las prioridades cambian. Soy madre, claro.

XL. Tenía 25 años. ¿Llegó a pensar. «Bueno, ya he llegado muy lejos»?

P.V. Para mí era todo. «¡Hala, qué chulo! ¡Qué fácil!». [Se ríe]. Haces una película y todos te dicen que eres maravillosa. ¡Imagínate! Me decían cosas como: «Ya has alcanzado la cima, ¿y ahora?».

Chaqueta de cuero, piel y gasa, de Plein Sud; pantalón de TandK; y pulsera, de Müic.

XL. Ya con 38, ¿siente que se le acerca la crisis de los 40?

P.V. [Se ríe]. Ni por asomo. Se me acercan, pero estoy encantada con mi vida. Creo que eso se sufre si no has hecho lo que querías hacer ni eres lo que querías ser y crees que se te va el tiempo. Yo he hecho muchas cosas y me quedan más por hacer. Es una perspectiva tranquila, sin ansiedad.

XL. No es por agobiar, pero dicen que la mediana edad ahora es a los 50…

P.V. No es por agobiar [Se ríe]. No sé si tendré problemas para conseguir papeles, pero seguiré igual, disfrutando y celebrando cada vez que me llaman. Ya sea una película grande o pequeña.

XL. La reconocen aún por la calle…

P.V. Pues mira, ayer salí a comprar unas cosas a mis hijos y nadie se me acercó. La gente, al verte normal, te mira y no cree que seas tú. «¿Será? No, esa piltrafilla no puede ser» [ríe]. Habrá quien piense que voy siempre como en las revistas. ¡Imagínate! A por el pan con tacón de 16, escotada y maquillada como una puerta [se ríe].

Blusa blanca con lazada y pantalón, de TandK; botín, de Jimmy Choo; y pendiente, de Aldazabal.

XL. Posó para una revista con sus bebés recién nacidos ¿Qué la llevó a exponer a su familia de ese modo?

P.V. ¿Por qué no? Para nosotros fue una forma de compartir nuestra felicidad y de darles un regalo a nuestros hijos.

XL. ¡Ah!, que lo hicieron por los niños…

P.V. Cuando crezcan, leerán la entrevista y dirán. ¡»Guau! Las cosas tan bonitas que decían mis papás» . Hay unas reglas del juego con la prensa del corazón y, de este modo, soy yo quien pone los límites.

XL. Hoy, con las redes sociales, cualquiera puede mostrarle al mundo lo feliz que es con sus hijos

P.V. No tiene nada que ver. Jamás pondré una foto de mis hijos en Internet. No soy de esos que les cuenta a sus seguidores. «Aquí, comiendo sushi». La falta de privacidad e intimidad nos deshumaniza.

XL. Pero, cuando hace promoción un actor, hace ciertas concesiones sobre su intimidad. Quiero decir que no solo hablan de su libro…

P.V. Pero la gente nunca tiene bastante. No hay profesión en la que te muestres tanto. A mí, todos me han visto desnuda o haciendo el amor. ¡A mis personajes, vamos! Ya me expongo bastante como para, encima, contar mi vida y mostrar fotos privadas.

Manta a modo de poncho, de Burberry Prorsum; falda de piel, de Sportmax; botín, de Jimmy Choo; y gargantilla, de Aristocrazy.

XL. Cuando se fue a Los Ángeles, ¿se sintió como Alfredo Landa en Alemania o no se dejó impresionar?

P.V. No, no. ¡Paleta total! Siempre me he sentido una pueblerina. Como al llegar a Madrid; aunque, con 19 años, yo venía un poco encogida. En Los Ángeles, además, eres extranjera. Todos los días chocaba contra un muro [se ríe]. De hecho, acabé de rodar con Adam Sandler [Spanglish] y dije: «Aquí no aguanto».

XL. Pero volvió…

P.V. Claro, es que la segunda vez no te pilla de nuevas. Aunque tuve que echarle valor. Llegué y perdí el control de todo. Hablaba muy mal inglés, peor que en la película, vamos. Pero todo eso me ha hecho avanzar.

Chaleco largo, de Christian Dior; cinturón, de Elena Benarroch; brazalete, de Aristocrazy; anillo, de Adolfo Barnatán para Elena Benarroch; y zapatos, de Robert Clergerie.

XL. En Hollywood, ¿despierta envidias esto de ser chica Almodóvar?

P.V. Mucha. ¡Es una cosa! ¿Sabes cómo me dicen? «¡Guau!, has trabajado con el maestro. ¿Cómo es?»[se ríe]. Es por lo único que me preguntan.

XL. ¿Y por los toros?

P.V. [Se ríe]. Les impresiona que mi padre fuera banderillero y que mi hermana cante y baile flamenco. Siempre me dicen: «Oh, youre so typical spanish» [se ríe]. Me ven muy exótica. Algunos piensan que vamos con peineta y lunares todo el día [se ríe].

XL. ¿Ha llevado a sus hijos a los toros?

P.V. Al mayor, y no le gustó. Me dijo: «Mamá, ¿le están pinchando de verdad?». Se levantó y se fue.

XL. No ha salido a usted entonces…

P.V. Es que yo ya no veo los toros igual. Entiendo a los que se oponen. De adolescente, si me sacabas el tema, me ponía hecha una furia. Viajar me ha dado mucho de open mind.

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