Ella fue la elegida. Edward Snowden confió en esta ganadora de un Pulitzer para contarle al mundo que los Estados Unidos espiaban a toda la población mundial. Poitras no solo convirtió aquellas filtraciones en noticia, también en un documental. ‘Citizenfour’. Hablamos con la mujer que más sabe del mayor escándalo de espionaje de la historia. Por Petra Sorge

«Cuando me dijo que iba a dar la cara, le contesté. ‘Entonces debemos vernos. Los tres: tú, mi cámara y yo ‘»

Cuando Laura Poitras abrió aquel correo electrónico, no podía imaginarse que acabaría desvelando el mayor escándalo protagonizado por unos servicios secretos. El remitente desconocido, que se hacía llamar Citizenfour, afirmaba que él no la había elegido a ella, que en realidad se había elegido ella misma. No en vano esta documentalista llevaba años investigando las prácticas de vigilancia de las agencias gubernamentales de los Estados Unidos y era retenida con frecuencia en los aeropuertos estadounidenses.

«Wikileaks ha hecho un buen trabajo. Pero no comparto todas sus opiniones. No creo que debamos publicarlo todo»

En Citizenfour, firme candidato al Óscar, y sin fecha de estreno en España, Poitras cuenta cómo se fraguó el encuentro entre ella y el periodista Glenn Greenwald el hombre que publicó en The Guardian las revelaciones de Snowden, con el exagente de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional). También revela la existencia de un segundo filtrador y muestra a Snowden con su novia en Moscú.

El documental es la tercera pieza de una trilogía sobre los Estados Unidos post 11-S. Por My country, my country (2006) Poitras recibió una nominación al Óscar… y una seria advertencia. «He sido puesta en la lista de vigilancia del Departamento de Seguridad Nacional», afirmó entonces. La Policía de fronteras le notificó que «su nivel de amenaza» era el más alto que asigna el Departamento de Seguridad Nacional. Su obra posterior, My oath (2010), le valió el premio Pulitzer. La nueva parece llevar el mismo camino.

XLSemanal. Citizenfour es la historia de un chivato, un exagente de la NSA que los eligió a usted y al periodista de The Guardian Glenn Greenwald para desvelar un sistema de vigilancia desconocido hasta entonces

Laura Poitras. Sí, eso es. Snowden es el protagonista central.

XL. En el documental, Snowden dice: «La historia aquí no soy yo». Pero lo vemos descalzo y sin afeitar, en la cama, con el portátil… Si él dice que no lo era, ¿por qué lo ha convertido usted en ‘la historia’?

L.P. Permítame que me remonte un poco en el tiempo. Snowden empezó a mandarme e-mails anónimos en enero de 2013. En febrero ya me había convencido de su credibilidad como fuente: de ahí podrían salir revelaciones de gran calibre, pero también peligrosas. Ahora bien, en aquella fase todavía creía que Snowden se mantendría en el anonimato y que nunca lo conocería. En abril, sin embargo, me dijo: «Daré a conocer mi identidad. Asumiré la responsabilidad. No quiero propiciar una investigación masiva que afecte a personas que no han estado implicadas en esto». Le contesté que, en ese caso, era conveniente que nos viéramos. Los tres: él, mi cámara y yo.

«Al principio no quería reunirse conmigo. Temía que aparecieran agentes del gobierno y pararan toda la operación»

XL. ¿Accedió sin problemas a ser filmado?

L.P. Yo le dije: «Tienes que explicar por qué asumes este riesgo». Y su respuesta fue: «No. No quiero ser la historia. Esto no va de mí». Tenía miedo de que aparecieran los agentes del Gobierno y pararan la operación. Le aseguré que no pasaría nada. Este es el contexto en el que se produjo nuestro encuentro. Al final aceptó la reunión. Hizo algo que muy pocas personas se atreverían a hacer: poner en riesgo su vida para sacar a la luz un secreto. De eso va el documental. No se habla de sus orígenes, de su infancia. Me interesaba saber por qué alguien se lo juega todo por sacar una información como esa a la luz.

XL. «La historia aquí no soy yo». Usted también podría haber dicho esa frase…

L.P. Snowden me cae bien, de algún modo empatizo con él: también preferiría no ser la historia, aunque ahora lo soy, pero sé que ahora yo también soy protagonista. Evidentemente, yo tomé parte en los hechos y tenía que contarlos desde una perspectiva subjetiva. Por eso salgo en la película, la cuento yo, no hacemos como si no hubiéramos estado ahí.

XL. Algunos de sus críticos dicen que el documental es parcial porque asume el punto de vista de Snowden.

L.P. Hay muchas formas de periodismo que se cuentan desde la perspectiva de la primera persona. Este es un ejemplo más. No creo que eso implique ser partidista. Solo muestro cómo se desarrolló aquel encuentro.

XL. Existe en la actualidad un debate sobre el activismo en el periodismo. ¿Qué es, para usted, un periodismo objetivo?

L.P. No empleo el término ‘activismo’ para referirme a lo que hago. Me considero una periodista visual. Filmo cosas que pasan en la realidad. Hay mucho periodismo en el documental: 60 minutos dedicados a mostrar cómo una fuente se pone en contacto con periodistas. Aporta información suficiente para permitirle al espectador que saque sus propias conclusiones. No, realmente no me considero una activista.

XL. ¿Cuándo habló con Snowden por última vez?

L.P. Hace más de un mes. Revisé el documental con él y con su novia, Lindsay Mills. Cambié algunas cosas, como el sonido de las teclas del ordenador. Sabemos que los servicios secretos analizarán la película fotograma a fotograma.

XL. ¿Qué se puede descubrir por el sonido de las teclas?

L.P. Se puede reconstruir lo que se estaba escribiendo. Snowden se mostró especialmente sensible con una escena concreta. Hizo varias observaciones acerca de la seguridad.

XL. ¿Cómo se siente Snowden en Rusia, a la vista de los acontecimientos que están teniendo lugar en Ucrania?

L.P. La verdad es que no teníamos mucho tiempo. Ni le pregunté por ello ni lo hemos hablado. Con él trabajo sobre las historias y los documentos que nos ha entregado.

«Yo no hago activismo. Soy periodista. Filmo lo que pasa en la realidad. Aporto información para que el lector saque sus conclusiones»

XL. Usted ha sido retenida e interrogada en aeropuertos más de 40 veces. En Newark (Nueva Jersey), los agentes de Fronteras afirmaron haberse sentido amenazados hecho de que quisiera anotar las preguntas que le estaban haciendo…

L.P. Sí. Fue absurdo. Dijeron: «Guarde el boli». Temían que pudiera usarlo en su contra. Llamé a Glenn Greenwald, que siempre había querido escribir sobre mis experiencias con los controles de Fronteras. Me dijo que aquello había que publicarlo. Yo no estaba muy segura. Normalmente soy yo quien, como periodista, le pide su confianza a otras personas. Pero esa amenaza formulada por tipos armados Ya era demasiado. Así que le dije a Glenn que de acuerdo. Desde aquel día no ha habido más cacheos. A veces es bueno cambiar los papeles, ponerse en el otro lado.

XL. Cuando visitó a Snowden en Hong Kong, su familia, sus amigos , ¿no tuvieron miedo de que le pasara algo?

L.P. Se lo había contado solo a unas pocas personas de confianza que trabajan estrechamente conmigo. Intuía que los servicios secretos llevarían a cabo una búsqueda sistemática de grietas en el sistema. Y esa búsqueda, inevitablemente, también nos acabaría afectando a mí y a todos mis contactos.

XL. El periodista Glenn Greenwald escribió en su libro Snowden. Sin un lugar donde esconderse (Ediciones B) que a usted le enfadó mucho que The Guardian no los dejara viajar solos a Hong Kong para ver a Snowden. El diario mandó con ustedes al periodista Ewan MacAskill, poco menos que en función de observador.

L.P. Ese episodio no se ha recogido con toda exactitud. Me enfadé, es cierto. Pero el problema fue que nunca me preguntaron. Por ejemplo, planteaba cuestiones legales que no podíamos dilucidar. Estábamos hablando de una vigilancia llevada a cabo por parte de los Estados Unidos. ¿Qué repercusiones podría tener que la investigara una persona con pasaporte británico? Al final resultó ser una decisión totalmente correcta.

XL. En la película también menciona que el diario tenía miedo de publicar los detalles relacionados con el GCHQ, uno de las tres agencias de inteligencia británicas. Esa actitud hizo dudar a Greenwald, que se planteó abrir su propio blog sobre la NSA. ¿Cómo se sentía ante el cariz que tomaban los acontecimientos?

L.P. Sí, Glenn estaba decidido a publicarlo todo cuanto antes. The Guardian fue mucho más precavido. No obstante, publicó el primer reportaje a los tres días: era la noticia de que el FISC, Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera, había obligado a la telefónica norteamericana Verizon a entregarle a la NSA datos de sus usuarios. The Guardian se mostró tan agresivo porque Glenn amenazó con marcharse. Cuando me preguntó por lo de montar su propia web, le dije que lo apoyaría. Pero aquello tenía sus riesgos. por un lado, es verdad que hacen falta periodistas inconformistas como Glenn; por el otro, este tipo de coberturas informativas suelen funcionar mejor si se hacen en equipo. Hace falta mucha investigación y mucha ayuda institucional para una historia de este calibre. Es muy posible que no hubiéramos conseguido tanto éxito si hubiésemos ido por nuestra cuenta.

«Snowden me pidió alterar el sonido de las teclas de su portátil. Solo con ello la NSA puede saber lo que escribes»

XL. Cuando Greenwald y usted crearon on-line la revista The Intercept, fueron muy criticados por asociarse con Pierre Omidyar fundador de eBay, empresa propietaria de PayPal. En 2010, PayPal congeló las cuentas de Wikileaks, la organización que sacó a Snowden de Hong Kong y le procuró un refugio seguro en Rusia. ¿Por qué confían en alguien que ha puesto en peligro a los filtradores?

L.P. Yo siempre he sido independiente, nadie me controla y mi documental no tiene relación alguna con The Intercept. Formo parte del comité supervisor de la Fundación Freedom of the Press y hemos recaudado mucho dinero para Wikileaks. Durante el juicio contra la informante Chelsea (antes, Bradley) Manning, promoví un crowdfunding para que pudiéramos elaborar un acta del proceso. Mi compromiso con la protección de los filtradores y mi solidaridad con Wikileaks están fuera de toda duda. Y, desde luego, soy la primera en reconocer que Wikileaks y Sarah Harrison (investigadora legal y editora de la plataforma) asumieron grandes riesgos para ayudar a Snowden.

XL. En The Intercept nunca han criticado este episodio de PayPal.

L.P. Sí que hemos hablado del tema.

XL. No en The Intercept.

L.P. Nunca he dejado de publicar algo por presiones. Afirmar otra cosa es falso y carece de fundamentos.

XL. ¿Así que Pierre Omydiar no pone trabas?

L.P. Nunca nos ha pedido que no publiquemos algo.

XL. Wikileaks también preferiría que se hicieran públicas todas las revelaciones de Snowden. ¿Qué opina usted?

L.P. Wikileaks ha hecho un gran trabajo. Espero que gracias a ellos en el mundo del periodismo empiecen a hacerse las cosas de forma más agresiva. También entiendo sus críticas porque no informamos con suficiente rapidez. Estamos en ello, aunque hay cosas que no deberían figurar en los archivos. Por ejemplo, no me gustaría publicar todos los nombres que aparecen. En esto no opinamos igual.

XL. Para los europeos hay una escena clave en Citizenfour: cuando encuentran el número de Angela Merkel. ¿Por qué cree que no protestó de forma más enérgica?

L.P. Creo que no quiere molestar a los norteamericanos. Pero se enfadó mucho.

XL. ¿Le sorprendió descubrir que el espionaje alemán espiaba a Turquía, un miembro de la OTAN?

L.P. No. Es lo que hacen los espías: espiar. Se dicen aliados y luego se espían.

XL. Muchos políticos de izquierda alemanes quieren interrogar a Snowden. ¿Le aconsejaría declarar como testigo ante el Bundestag por las escuchas de la NSA?

L.P. Depende de qué garantías puedan dársele. Una cuestión vital sería realizar el viaje con seguridad.

XL. ¿Y una declaración por videoconferencia?

L.P. Hay cuestiones delicadas que no conviene tratar por un canal como ese. Pero eso lo determinarían sus asesores.

XL. ¿Declararía usted ante la comisión de investigación?

L.P. Lo dudo. Los gobiernos no deberían llamar a declarar a periodistas. Estoy obligada a proteger a mis fuentes.

XL. ¿Tampoco lo haría en calidad de experta en la materia?

L.P. Tampoco.

Una filtración y sus protagonistas

  • Glenn Greenwald. El primer ‘E-mail’. Periodista de The Guardian. Lo contacta a final de 2012. Pero Snowden le exige tantas medidas de seguridad que se rompe el contacto.
  • Laura Poitras. La intermediaria. La contacta en enero de 2013. Ella verifica la credibilidad de la fuente y convence a Greenwald. Los tres se reúnen en Hong Kong.
  • Sarah Harrison. El papel de Wikileaks. Al publicarse las filtraciones solicita ayuda a Wikileaks. Harrison, mano derecha de Julian Assange, cuida de él en Hong Kong y se lo lleva a Rusia.
  • Barack Obama. El cazador. Tras las revelaciones anula el pasaporte a Snowden y lo pone en busca y captura por filtrar información clasificada y otros tres delitos más.
  • Angela Merkel. El papelón. Las filtraciones constatan que la NSA espió su móvil. Obama le promete que, mientras él sea presidente, no volverá a ser espiada.
  • Vladimir Putin. El protector. En agosto de 2013, Rusia le concede asilo. Días después, Obama cancela una reunión con Putin, que se niega a entregar al exagente a EE.UU.

Te puede interesar

Chivatos famosos recuperados por el cine

 

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos