En 2013 supo que padecía cáncer. Desde entonces, este ‘best seller’ sueco, famoso mundialmente por su serie de novelas policiacas, planta cara a la enfermedad. Conversamos con él sobre el miedo a desaparecer, las despedidas y cómo aprovechar la mayor oportunidad que se nos brinda. «brillar en nuestra vida».

«Me quedaba tumbado en la cama, hundido en un abismo profundo. Necesité 14 días para dominar mi angustia. Hasta que, por fin, pensé. ‘Vuelvo a tener el control. Vuelvo a tener fuerzas para defenderme'».

Así recuerda Henning Mankell aquellos terribles días del invierno de 2013, cuando recibió una noticia terrible. padecía cáncer de pulmón con metástasis en la nuca. Desde entonces este escritor, conocido en todo el mundo por su serie de novelas policiacas protagonizadas por el inspector Wallender, le planta cara a la enfermedad. En su último libro, ‘Arenas movedizas’ (Tusquets), exorciza sus temores invitando al lector a un paseo de urgencia por su vida y por la de toda su generación. El título me pareció la imagen perfecta. Arenas movedizas. Ese sentirse arrastrado hacia el abismo, el agitarse inútilmente. La impotencia . De todo ello hablamos con él.

 XLSemanal. Señor Mankell, ¿cómo se encuentra?

Henning Mankell. Bien. Bueno sí, bien. Es el segundo año de enfermedad, y los médicos me han prometido mantenerme vivo. La verdad es que moriré de esta enfermedad crónica. ¿Cuándo? Nadie lo sabe. No tengo dolores, a veces hasta se me olvida lo enfermo que estoy. Mi aspecto sí ha cambiado.

XL. ¿En qué fase del tratamiento se encuentra?

H.M. La primera quimioterapia funcionó muy bien. También he probado otras cosas, me han dado unas radiaciones bastante potentes. Ahora estoy en una fase de tranquilidad. El equipo médico que tengo es estupendo, dedica dos días al mes a ver qué otros tratamientos podrían aplicarme. Veo a mi médico una vez al mes. Hablamos 15 minutos sobre resultados de pruebas. Y luego. ¡música! Es pianista, disfruto mucho con esa parte de la conversación, y creo que él también.

XL. Al principio de la quimioterapia le lloraban los ojos cuando quería leer. ¿Ha mejorado ese aspecto?

H.M. Sí, todo vuelve a ir bien. El problema no eran las lágrimas, es que no podía mantener los ojos abiertos. Nunca se sabe qué efectos secundarios van a aparecer. Le mentiría si le dijera que leo uno o dos libros al día, pero la cosa va mejor.

XL. ¿Qué pensó cuando le comunicaron el diagnóstico?

H.M. Era la Nochevieja de 2013. Sentí una rigidez en la nuca y no mejoraba con los días. Así que el 8 de enero me fui al médico. Me mandó unas radiografías. Y me volvió a llamar a las dos horas. En ese momento presentí que lo que tenía no era una lesión pasajera. El médico me dijo, con toda tranquilidad, que habían localizado un tumor en los pulmones y metástasis en las cervicales. ¿Qué es lo que recuerdo? Era invierno, hacía frío, era un día desapacible. Mi mujer y yo volvimos a casa en taxi. En un cruce vi a una niña pequeña, de seis o siete años, saltando tan feliz en un montón de nieve. Pensé que yo había hecho lo mismo muchas veces. Y que ahora ya no lo haría más. Que ahora solo saltaría ella. Que mi vida acababa de cambiar radicalmente, para siempre.

XL. ¿Cómo lo pasó su mujer? 

H.M. Fue lo suficientemente inteligente como para no hablar mucho al principio. Ella también tenía que descubrir qué significaba mi enfermedad, qué representaba para ella. En una pareja, si uno tiene cáncer, lo tienen los dos. Luego aprendimos a hablar del tema. No hacerlo habría sido lo peor, ya lo había vivido con amigos. ese silencio mortal que cae sobre una casa

XL. El libro ‘Arenas movedizas’, además de a su esposa, está dedicado a una pareja que murió en la erupción de Pompeya en el año 79 d. C. Fallecieron al instante, sin darse cuenta de nada. ¿Le gustaría que a usted le sucediera igual?

H.M. No. ¿Morir en un accidente de coche o de avión? No, por favor, que no sea tan rápido. Me gustaría saber con un poco de antelación que se acerca el final. Escogí a estas dos personas porque eran muy jóvenes, apenas unos 30 años, no tuvieron la oportunidad de vivir una vida plena. En estos últimos tiempos, también he pensado mucho sobre cómo me habría sentido si me hubiesen diagnosticado el cáncer a los 30, a los 40, a los 50, es natural. Ahora tengo 67 años. He vivido más tiempo de lo que habrían soñado la mayoría de las personas de este planeta. La perspectiva desde la que analizas las cosas es muy importante, es algo que procuro recordarme.

XL. El humor no lo ha perdido. En su libro dice que la metástasis ha aparecido justo en la vértebra cervical que se rompe al ahorcar a alguien. ¿No me dirá que se puso a investigarlo?

H.M. No tuve necesidad de hacerlo. El dato aparece en la autobiografía de un famoso verdugo británico, Albert Pierrepoint, un hombre que también ahorcó a muchos criminales nazis. En su libro describe con toda precisión cómo debe llevarse a cabo una ejecución correcta. Ya no sé por qué lo metí en el libro Creo que me gustó la ironía que encierra.

XL. Poco más adelante describe un cuadro que está a solo 30 kilómetros de aquí, colgado en una iglesia.

H.M. Ah, sí, ¿le ha gustado?

XL. Es muy inquietante. Muestra a un sacerdote del siglo XVII con su familia; se ve a 15 hijos, aunque 6 de ellos

H.M. ya habían muerto cuando el pintor pintó el cuadro, sí. Así que solo pintó trozos de sus rostros, un ojo aquí, el nacimiento del pelo allá

XL. El bebé, que probablemente murió de muerte súbita infantil, aparece medio tapado en su cuna.

H.M. Esos niños no querían desaparecer. El artista los devolvió al único escenario que tenemos. la vida. Luego cae el telón y nos vamos. ¿A cuántas personas recordamos de verdad a los 10 años de su muerte, a los 100, a los 500? A muy pocas. Vale, Galileo, Shakespeare Pero los demás solo tenemos esta oportunidad para brillar en nuestra vida. No podemos rebobinar y decir. ahora, lo voy a hacer de otra manera. No.

XL. ¿Tiene miedo de desaparecer sin más?

H.M. Nunca he pensado en eso, la verdad. Basta con escupir en el océano para tener toda la eternidad que se quiera Pero no. Somos átomos, nos disolvemos, luego ya no hay eternidad que valga. A veces me vienen a lza unos pensamientos algo infantiles, como que estar muerto debe de hacerse muy largo, terriblemente largo. Sé que suena absurdo. Cuando estás muerto, no hay espacio, ni tiempo ni conciencia, pero no puedo evitar pensarlo.

XL. ¿Envidia a las personas religiosas su fe en el más allá?

H.M. Lo respeto. ¿Envidiar? No.

XL. En el libro también se ha ocupado de lo que dejaremos atrás como generación. Su conclusión. miles de toneladas de residuos atómicos, que seguirán emitiendo radiaciones letales dentro de cien mil años.

H.M. Todas las generaciones han dejado algo, siglo tras siglo. arte, filosofía, logros políticos, pero también la experiencia de guerras horribles. ¿Qué quedará de nosotros? No quedarán los Beatles ni grandes escritores, sino esa basura nuclear. Cuando dentro de diez mil años venga otra glaciación, el paisaje cambiará drásticamente. Y esa basura seguirá ahí. Cuando el hielo se retire, seguirá habiendo gente, pero no recordarán nada de nosotros. ¿Sabrán siquiera el peligro que tienen bajo los pies? Es una idea aterradora.

XL. Sí, pero

H.M. Hablé del tema con científicos expertos en energía nuclear. Fueron muy amables conmigo. Me dijeron que hacen todo lo que pueden para que los residuos estén bien guardados. Pero me hablaron de otra cosa que también se están planteando. esconder la basura nuclear lo mejor posible y luego dejar que se olvide. Nada de poner esos triángulos negros sobre fondo amarillo tan llamativos. Simplemente olvidarla. Es una idea demencial, pero también bastante lógica.

XL. Pero hablemos de lo personal. Piense en los muchos años que pasó en África, en su trabajo en Mozambique, en Maputo, donde colaboró en la fundación de un teatro. Usted le dio a la gente algo que perdurará. Esas personas se acordarán de usted cuando ya no esté.

H.M. Ese teatro tampoco vivirá para siempre, todo tiene un final. Pero siempre habrá teatro en Mozambique, y estará relacionado de una u otra manera con el teatro que nosotros creamos. Sí, es una sensación positiva.

XL. Muchos de los recuerdos que reúne en su libro tienen que ver con el teatro. Sin embargo, a su personaje más famoso, el comisario Wallander, solo lo cita una vez.

H.M. Ah, ¿pero sale? No me acordaba. En la página 242, muy brevemente

XL. ¿Considera su labor en el teatro más importante que lo conseguido como autor de novelas policiacas de éxito?

H.M. No. Mire, mi mayor privilegio es que vivo en dos espacios diferentes. En uno estoy solo y escribo. El otro, que está lleno de gente, es el teatro. Y voy de uno a otro, llevo haciéndolo toda mi vida. Pero si solo me permitieran vivir en uno de esos dos espacios, siempre elegiría el primero. Sin dudarlo. Escribir es la base de todo lo que hago.

XL. También ha colaborado con el proyecto Memory Books, en el que mujeres africanas enfermas de sida reúnen sus recuerdos para sus hijos antes de morir.

H.M. Sí, fue muy conmovedor.

XL. ¿Aprendió algo de aquellas mujeres?

H.M. La mayoría de ellas no conocían muchas palabras, pero ¡qué mensajes! Una mujer simplemente puso dos mariposas azules en su libro se me sigue poniendo la carne de gallina. Sus hijos no tendrán muchos recuerdos de ella, pero sabrán que a su madre le encantaban las mariposas azules.

XL. En el libro también afirma que la comunicación es la clave para resolver muchos de nuestros problemas. En ese caso celebrará el nacimiento de las redes sociales.

H.M. Es posible que tenga razón. Pero mire, antes de esta entrevista he estado comiendo con mi agente. En el restaurante había dos mujeres que habían quedado para comer y se han pasado toda la comida tecleando en sus móviles, no han intercambiado más que un par de palabras. También he seguido con atención los ataques contra los refugiados que ha habido en los foros. Esa gente se limita a escupir odio escondida tras sus pantallas. Con ‘comunicación’, me refiero a lo que usted y yo hacemos ahora. sentarse y hablar.

XL. ¿Cuáles cree que son las principales tareas a las que se enfrenta el mundo en las próximas décadas?

H.M. Está muy claro. la lucha contra la pobreza y los derechos de las mujeres. Podríamos haber hecho frente a la pobreza hace décadas, pero no lo hicimos. Ahora estamos asistiendo a grandes desplazamientos de refugiados, una de las consecuencias de esa inacción. Lo mismo se puede decir del tema de las mujeres. Las mujeres, sobre todo en África, son la columna vertebral de la sociedad. Pero no tienen voz en la política. Las nuevas generaciones deben cambiar eso. Si no lo conseguimos, no hace falta ni que nos dediquemos a otros problemas, como el cambio climático. Mueren más personas por nuestros fracasos en los dos primeros terrenos.

XL. ¿Las culturas africanas tienen otro concepto de la muerte?

H.M. La muerte forma parte de la vida mucho más que aquí, en Occidente, donde nos podemos pasar toda la vida sin haber visto un muerto. Me parece algo llamativo y también peligroso. ¿Cómo esperamos que nuestros jóvenes tengan respeto por la vida si solo conocen la muerte por las películas?

XL. Usted ha sido testigo de una cantidad terrible de muertes la lista que recoge en su libro es interminable. ¿Estas experiencias lo han preparado para afrontar su situación?

H.M. Oh, no. Nuestra muerte es la única cosa que es solo nuestra. En el nacimiento hay dos personas implicadas, pero en la muerte Es un paso que tenemos que dar solos, aunque tengamos a los amigos y a la familia a nuestro alrededor.

XL. Cuando tenga que irse, ¿le gustaría mantener una última conversación con sus familiares?

H.M. No desapareceré sin más, ya tomaré mis precauciones. Pero todavía queda tiempo.

El ‘boom’ de la novela negra nórdica No es por el mal tiempo. Por Lorenzo Silva

Siempre que me preguntan por la pujanza y la amplitud de la novela negra nórdica, respondo lo mismo. para que en un país (o en una zona geográfica) abunden los escritores, es menester que antes abunden los lectores. Y, para ilustrarlo, propongo una comparación entre dos realidades que he tenido ocasión de verificar de primera mano. ¿Qué ve uno cuando entra a media mañana en un local de hostelería de Madrid o de Barcelona? Una megapantalla de televisión que pasa programas de cotilleo, un montón de parroquianos embobados con ella y a lo sumo uno leyendo un diario (normalmente deportivo). ¿Qué ve, en cambio, si entra a la misma hora en un local de Estocolmo? Quince personas silenciosas, de las que tal vez diez estén leyendo un libro. Eso lo explica todo (y no vale la excusa de que en Estocolmo hace mal tiempo. el junio de la capital sueca es delicioso). Esto es lo principal, y luego hay otros factores, como una potente industria editorial o una población casi toda bilingüe en inglés, lo que le permite ser consumidora voraz, en el original, de la más copiosa literatura dentro del género negro, la que se escribe en los países anglosajones. Todo ello, unido a su larga tradición de contadores de historias (reflejada en las sagas islandesas) les ayuda a ser competentes y persuasivos novelistas.

Mis nórdicos favoritos

Maj Sjöwall y Per Wahlöö.

Empecemos por el principio. Los padres fundadores, los que en los 60 y 70, con su policía Martin Beck, pusieron los cimientos de la moderna novela negra nórdica (y europea)

Arnaldur Indriðason.

Este islandés es acaso el más elegante, sobrio y atmosférico de los nórdicos del género. Hace honor a la sangre que corre por sus venas. la de los viejos narradores vikingos.

Jens Lapidus.

En su ‘Trilogía negra de Estocolmo’, este joven abogado sueco compensa, con historias ferozmente realistas, los excesos imaginativos en que a veces cae el policial de su país.

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