Uno de cada cuatro refugiados procede de Eritrea, una de las peores tiranías del mundo. Un país que las ONGs describen como «una enorme prisión». Por Fátima Uribarri

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Han esquivado balas y minas antipersonas para adentrarse en desiertos, cruzar fronteras y lanzarse al mar. Saben que por haberlo hecho sus familiares serán torturados y encarcelados. Seguro. Lo saben porque huyen de Eritrea, de un país donde el servicio militar es obligatorio (para hombres y mujeres) desde los 17 hasta los 50 años. Es una mili salvaje donde los violan, castran, esclavizan y torturan. En Eritrea solo hay un partido político. el gobernante. No hay elecciones desde que se independizó de Etiopía en 1993. No hay prensa libre. No hay libertad de movimientos ni de religión. No hay derechos humanos.

Preguntar por un familiar desaparecido se paga con la cárcel. Si ha huido, también

Eritrea es una enorme prisión, dice Amnistía Internacional. Es un inmenso campo de trabajos forzados, según la Comisión de Investigación de la ONU sobre Derechos Humanos en Eritrea. Su presidente, el exguerrillero maoísta Isaías Afewerki, es sádico y desalmado. así lo describe la ONU. Si desaparece un familiar (hecho habitual) y preguntas por él, vas a la cárcel.
Esto sucede desde 1993. Se comprende que la gente huya y que esta pequeña nación del Cuerno de África de casi cinco millones de habitantes tenga, tras Siria, el récord mundial de refugiados. De ese infierno al que llaman la Corea del Norte de África escapan 3000 personas al mes. No hay otra opción. o la muerte segura en casa o la muerte posible en la huida.

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