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EL BLOC DEL CARTERO

PowerPoint

Lorenzo Silva

Lunes, 17 de Octubre 2016

Tiempo de lectura: 5 min

Hace algunos años, en una librería de Miami (Florida), este cartero se encontró con un curioso librito amarillo que adquirió, y leyó después. Se intitulaba 'Real leaders don't do PowerPoint' ('Los verdaderos líderes no hacen -o usan- PowerPoint'), lo firmaba un señor llamado Christopher Witt y demostraba profusamente una tesis hoy transgresora y por ello tanto más atractiva: quien de veras ha aprendido a seducir a un auditorio no pierde el tiempo con dibujitos y diapositivas, los interpela con la más poderosa de las herramientas humanas: la palabra. Uno de nuestros lectores se abona a esta teoría, y nos obliga a pensar en lo que estamos dejando ir con el abandono del verbo y la fiebre de la imagen como vehículo de pensamiento. ¿Alguien recuerda haber visto a Obama usar un PowerPoint? He ahí. LA CARTA DE LA SEMANA

Viejita linda

Trabajé en el turno de tarde y salí a las diez del hospital, noche fría y cerrada de un diciembre invernal. En el camino de vuelta a casa seguía sin poder olvidarte, recordándote, viejita linda de canoso pelo, sola, en la 16-1 antes de yacer. Nos miramos y me recordaste cómo se acaricia el alma desde los ojos antes de cerrar los tuyos en el silencio del atardecer. Apenas había percibido tu vuelta por ir resguardada por el anonimato de tu vejez. Miré detrás de tus arrugas y te imaginé luchando en tu juventud y en tu madurez y me inquietaba verte sola, sin una mano amiga que te hiciera estremecer. Y sin dejar vacío ni olor a despedida, despolvando el corazón de recuerdos, partías... Toda tu existencia, todo tu pasado, toda tu vida, se reducían a unas pobres pertenencias que dejarías. Llegué a casa, seguí con mi vida, y sonreí. Sonreí porque poco antes de que perdieras tú la tuya, sin conocernos, deseé que sintieras mi cercanía, cogiendo tu mano y tú apretando la mía. Marcela Arrebola Silvino (Cantabria)
Por qué la he premiado... Porque la vida, lo que de ella vale, está aquí, en estas esquinas, y no en esas otras donde la desperdiciamos sin pensar.

A continuación el resto de cartas de la semana.

Recuperar el habla

La tecnología nos deja sin habla. En las conferencias, los congresos médicos, las disertaciones universitarias y demás eventos que precisen oratoria, la imagen ha desplazado a la capacidad verbal; el PowerPoint, a la elocuencia; el ordenador, a la versatilidad retórica. No es posible saber si disminuyó primero el dinamismo de los ponentes o la paciencia de los oyentes, pero unos y otros beben los vientos por la pantallaza y el proyector. Ya no transmite nadie un mensaje a palabra limpia. Tampoco nadie está dispuesto a recibirlo. El excelso tribuno ha devenido en operador de cinematógrafo, con un botón en la mano y unas diapositivas que le sacan las castañas del fuego. Debemos reivindicar las conferencias a pelo, las complicidades del entendimiento, las evocaciones, los cabrilleos y las maravillas de la palabra sola. Con el habla genuina recobraremos regiones de humanidad perdidas, redescubriremos vetas de percepción que parecían agotadas y reabriremos galerías de nuestro cerebro que se habían derrumbado. J. V. Yago (Correo electrónico)

 La niña, la adolescente, la madre

A María José Abeng, a la niña, a la adolescente, a la madre. Si en algún instante, en apenas un suspiro, probásemos a ponernos en la piel del otro, a sentir su dolor, no juzgaríamos alegremente. Aprenderíamos a mirar a través de sus ojos y no simplemente a seguir lo que la 'masa' o los 'medios', o lo que algún 'alma caritativa' con corazón de dragón nos cuente... Quizá nos molestásemos en preguntar por fin a aquella niña de once años si está bien, a aquella niña de catorce si podemos ayudarla en algo, a esta madre de diecinueve si por fin sonríe su corazón. Espero que la respuesta a esta última pregunta sea el calor de dos corazones que sonríen juntos tras vencer a la horda de dragones. Sonia Fernández Bellas (La Coruña)

 Talento y extinción

«Hace falta talento, sin él todo se reduce a cortar saltear y servir», dice el cocinero italiano Massimo Bottura. La cocina es el nuevo salón de esgrima donde se baten entre citas y platos aliñados con ingenio las estrellas más brillantes de hoy. Seguramente esa fue una de las causas de la extinción de nuestros primos neandertales. Los pobres a lo máximo que llegaban era a una cocina primaria basada en el descuartizamiento a la piedra. En ese contexto, la afirmación de Massimo de que el cerebro es el ingrediente más importante de su cocina pone cuando menos los pelos de punta. Afortunadamente, hablaba de paladar mental, de talento en definitiva, un talento del que de momento carecen esos robots que amenazan la existencia de la clase media. Miro con preocupación la lista de empleos amenazados y estoy en la lista. ¡Cielos! «Todos los empleos en los que alguien se sienta delante de un ordenador y procesa información están amenazados», leo. A partir de ahora intentaré pasar menos horas delante del ordenador y miraré de encontrar mi propio talento. Todo un viaje XL desde la Prehistoria al futuro en la mañana del domingo. Gracias. Josep Mateo Becerra (Barcelona)

 Trigo limpio

Soy de un pequeño pueblo que cuenta con la suerte de tener una panadería artesanal. El panadero es de los de vieja usanza, se levanta de madrugada para preparar el pan que disfrutamos en casa. El negocio cada día le va peor, cada vez más gente compra pan congelado o semicongelado, que, recién horneado, da el pego, pero al rato parece una barra de plastilina, por no hablar de los dolores de estómago que produce. Existe, sin embargo, una clientela que crece: cada vez más ganaderos le piden al panadero el pan viejo para sus reses. Estas rechazan las sobras del congelado, mientras que corren, ciegas, a devorar el artesano. Sería debido a un sexto sentido del ganado, que procura evitar los alimentos que le hacen daño o en los que huele componentes sospechosos, mientras aprueba los que huelen, nunca mejor dicho, a trigo limpio. Juan José Arbiza (Guipúzcoa)

La caña de pescar

Mi hermano y yo llevábamos años con el proyecto, tan sencillo y dificultoso a la vez: pasar juntos un día de pesca. Este fin de semana pudimos irnos los tres. Tres horas antes de que el Sol saliera, ya estábamos en camino. Llegamos: aquella playa llena de mar hasta los bordes e insinuante de pesca. Y allí, de frente a las olas, en la orilla, los tres. Como arquitrabe entre mi hermano y yo, la caña de mi padre, superada en tecnología por casi cuarenta años; para nosotros dos, reliquia de infancia, cargada de cortos pero intensos recuerdos, que revivimos como esencias, pues no tuvimos tiempo para más. El pescador nos dejó antes de amanecer nuestra juventud. La caña de papá ha vuelto a ir de pesca, y seguro que vuelve a ir más. Los tres pasamos un día inolvidable entre recuerdos y realidades e inquietudes actuales, a los que la caña, con su cabeceo y como dotada de humanidad, parecía corresponder. La somnolencia y la emoción nos hicieron confundir recuerdo y realidad. Gracias por enseñarnos a pescar, papá. Francisco Javier Sánchez González (Sevilla)