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EL BLOC DEL CARTERO

Pataleo

Lorenzo Silva

Lunes, 12 de Junio 2017

Tiempo de lectura: 4 min

¿Es el espacio de cartas de los lectores un caso más del derecho al pataleo? ¿Son las quejas que una y otra vez a él se asoman una muestra de nuestro mal conformar con una situación que muchos envidiarían? ¿Son, por el contrario, un ejercicio sano del deseo de mejorar el mundo? ¿Tienen alguna influencia en el curso de las cosas o simplemente contribuyen a apuntalarlo, desviando a una tarea improductiva las energías de quienes las escriben? Estas preguntas y algunas más suscitan las opiniones de dos de nuestros lectores. Son preguntas que quien desde aquí trata de seleccionar se hace a menudo. Sin ánimo de dar una respuesta concluyente, ahí va este indicio: discursos que hace años parecían aquí prédicas en el desierto se han incorporado al discurso oficial y hasta a la legislación. Algo queda. LA CARTA DE LA SEMANA Un accidente para tu vida. El pasado mes de agosto sufrí un grave accidente al ser atropellado por un coche, que reventó mi pierna derecha por debajo de la rodilla, y, por ese segundo maldito, todo cambia en tu vida de una manera drástica. Y no solo a ti, sino también al entorno familiar. Curiosamente, ahora sitúas cualquier hecho que ha ocurrido en tu vida en un antes o un después del accidente. Y la asimilación. Despertar todas las mañanas y, cuando activas las distintas partes de tu cuerpo, te llega la información de tu nueva situación física en la pierna, que tienes que procesar y asumir. Imagino que llegará el momento en que se convierta en algo normal y la aceptes incluso en tus sueños al dormir. Y las renuncias. Actividades que antes hacías, y disfrutabas, ahora se han quedado para el recuerdo. Y cualquier día, al salir de tu casa, una mirada distinta para esas calles conocidas. Esa nueva problemática por tu discapacidad física recientemente adquirida, al encontrarte de golpe con todos los obstáculos que sufre este colectivo, al que antes ofrecías tu solidaridad y con los que ahora compartes su situación. Ayer, me unía a las reivindicaciones de los discapacitados en su derecho a desplazarse por calles y edificios. Hoy, las comparto. Juan M. Gálvez (Granada) 

Por qué la he premiado... Por la ráfaga de conciencia que repre-senta para aquellos que siguen siendo incapaces de ponerse en la piel de otro

A continuación el resto de cartas de la semana.

El recurso del pataleo

Me sorprende y admira que desde que existe este espacio muchos remiten sus escritos, interesados, a la vez que preocupados, por muchos temas que a todos nos afectan de alguna manera, no solo en esta España que se va agrietando, sino incluso a nivel internacional, ya que todos somos ciudadanos de este mundo que va por un camino equivocado. Seres de todos los rincones y de todas las condiciones, aportando sus posibles soluciones.  Lástima que sea normalmente corto y no pueda acoger todas las cartas que se envían, muchas de ellas además con buena literatura; también es cierto que mayormente solo sirven como el recurso del pataleo ante el nulo caso de quienes pueden y deben solucionar los problemas. Ángel Santamaría Castro (Bilbao)

La cultura del esfuerzo y el rendimiento académico

Recientemente se ha puesto en cuestión el interés de alguna asignatura del área de letras, como Filosofía; también se ha propuesto la desaparición de las reválidas y se facilita el paso de un curso a otro con varias asignaturas pendientes. A lo largo de mis casi cuarenta años de ejercicio profesional como pediatra y profesor universitario, he podido constatar la evolución del conocimiento de los niños desde que inician el periodo escolar hasta que llegan a la universidad. Debo decir, con toda crudeza, que el nivel de conocimiento es significativamente menor hoy que en los años sesenta y setenta. La lectura, la escritura e incluso el habla no cumplen los requisitos mínimos para que alguien pueda expresarse correctamente, entender e interpretar un texto medianamente complejo. Ya no es la generación mejor preparada. Existen otras circunstancias que agravan la situación: la aplicación de diferentes leyes de educación, la ley del mínimo esfuerzo por parte de los alumnos y la pasividad e indiferencia de los padres. Debemos inculparnos todos: padres, maestros y políticos. No hemos sabido recomponer esto a tiempo. Debemos inculcar a nuestros hijos la cultura del esfuerzo, el orden y la constancia. Jesús Fleta Zaragozano (Zaragoza)

Tendiendo puentes

Hoy toca escribir sobre Portugal y sus gentes, expresar que muchos sentimos admiración, cariño y cercanía por nuestros vecinos; y también toca proponer un acercamiento entre los ciudadanos de uno y otro país. ¿Qué podemos ganar? Intuyo que más de lo que imaginamos. Compartimos esta bellísima península llena de historia, tradiciones y de paisajes increíbles... Solo mirar hacia el oeste y descubrir que allá hay un gran país sería enriquecedor. Acciones humildes y cercanas: un ayuntamiento que busca un hermanamiento con una ciudad lusa, un equipo de fútbol infantil que participa en un torneo portugués, una universidad que busca un colaborador portugués para una investigación, un dominical que reparte un diccionario con 500 palabras en portugués... Mil y un puentes, mil pontes. M. L. A. (San sebastián)

Vivimos muy bien

Siento que somos una sociedad protestona: nos han puesto orejeras para ver solo los problemas y la falta de honradez, siempre ajena. Contribuyen a ello los nuevos magistrados mediáticos; los telediarios destacan con obsesión episodios de violencia doméstica; y algunos medios tiran de dosieres mercenarios para hundir a enemigos señalados. No hablemos de la izquierda revolucionaria siempre indignada impostándose como nuevos mesías salvadores. El resultado: una sociedad protestona, negativa y desesperanzada. Deberíamos quitarnos las anteojeras y reconocer que tenemos la mejor sanidad, centros educativos modernos, transportes y vías de primera, fuerzas de seguridad eficaces, plena libertad de expresión, playas excelentes. ¿De qué nos quejamos? Javier Ortigosa Lezáun (Pamplona)