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EL BLOC DEL CARTERO

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Lorenzo Silva

Martes, 18 de Julio 2017

Tiempo de lectura: 8 min

Protesta uno de nuestros lectores a propósito del vicio, cada vez más extendido, de no decir el verdadero nombre de las cosas y preferir enmascararlo bajo fórmulas oblicuas que invariablemente tienden a suavizar, ensombrecer o sin más tergiversar su verdadera naturaleza. El vicio en cuestión aqueja a no pocos portavoces y representantes públicos, pero como una infección silenciosa se propaga entre nosotros, y a nada que uno se descuide puede acabar sorprendiéndose a sí mismo echando mano de una de esas maneras de decir a medias, o no decir en absoluto, lo que debería decirse. A los que nos invitan a abdicar así de nuestra inteligencia no podemos darles el placer de dejarles salirse con la suya. Nombremos, sin miedo. LA CARTA DE LA SEMANA

Pacientes y profesionales

Trabajo en el Hospital Clínico de Valladolid, en la Unidad de Reanimación Cardiaca, como enfermero. Sirva esta carta para dar las GRACIAS -sí, con mayúsculas- a Felipe. Un paciente que ha fallecido la semana pasada en mi unidad; después de más de 90 días de lucha y tras ser trasplantado de corazón, nos ha dicho adiós. Su lucha, sus ganas por salir del hospital y 'empezar' una nueva vida nos animaban a todos los profesionales a dar lo mejor de nosotros. El ejemplo de Felipe, que nunca olvidaré, por su fortaleza, nos ha demostrado que todos necesitamos de todos -pacientes y profesionales-, que todos aprendemos. Gracias, Felipe, donde quieras que estés, por esta lección de vida. Todos somos personas que necesitamos de personas, ya seamos profesionales de la salud o pacientes. No podemos vivir con etiquetas en esta vida, porque todos somos pacientes en algún momento de nuestras vidas. Aprovechando esta lección de Felipe, aprovecho para defender la humanización y el bienestar en el cuidado de los pacientes. Utilizar el lenguaje universal del corazón, poner más atención en 'el otro', conectar con él con escucha activa y presencia plena; será entonces la mejor medicina que podamos dar y recibir. Felipe, descansa en paz. Jesús del Río Moro (Valladolid)
Por qué la he premiado... Por la humanidad, por la lucidez, por la enseñanza: a veces, son aquellos a quienes creemos dar los que nos dan a nosotros

A continuación el resto de cartas de la semana.

Con el miedo no se juega

Hoy recordé una historia que contaba mi padre... que resume lo importante que es la educación no sectaria. Él, nacido en 1924, recordaba los nombres de todos los profesores que le dieron clase y de qué 'bando' era cada uno. Recordaba a uno republicano que 'desapareció' y al siguiente que pasó por aquella 'aula itinerante' poco antes de la Guerra Civil. Este profesor basaba las clases en cultivar en los niños el miedo a los rojos, a los que faltaba retratar con cuernos y rabo, que según él vendrían y echarían gases por todos lados... Cuando eso sucediese, los niños deberían esconderse bajo mesas o en agujeros. Mi padre llegó a tener tanto miedo que se metió en el horno de leña y no había forma de sacarlo de allí... Ese día, mi abuelo decidió que mi padre no volvería a la escuela. No intento reflejar con esto una preferencia por ideología alguna; de hecho, mi padre, de vivir, seguiría votando a la «diestra del padre», y vendría a tirarme de las orejas de usar yo esta historia para hacer apología de unos u otros. Lo que quiero ilustrar es que es mucho peor el impacto del miedo, basado la mayoría de las veces en la desinformación, que la realidad a la que tememos. No juguemos con el miedo, eduquemos con información y formemos personas que sean capaces de opinar y de actuar sin miedos 'antiguos' o 'modernos'. Sonia Fernández Bellas (Ferrol)

Recuerdo para conservar

Soy del norte. De Pamplona. Hace pocas semanas estuve de visita -demasiado corta- en Córdoba. Fue una estancia agradable y liberadora. No voy a proclamar mi entusiasmo por la ciudad en sí, porque son de sobra conocidos sus atributos, pero sí quisiera dar las gracias a sus habitantes. Naturalmente, y como dijo aquel, no llegué a conocer a todos, así que solo se trata de una impresión mía que no puede ir más lejos. Pero, en mi estadística particular, el cien por cien de las personas -en el hotel, en lugares públicos, en bares y restaurantes...- supo dar ese toque acogedor y simpático, además de eficiente, que te hace sentirte bien. Todo un regalo. ¡Un olé por su talante! Ya va siendo hora de que en este país sepamos ver y destacar lo que es manifiestamente bueno en los 'otros' (en su más amplio sentido). Para detectar diferencias negativas, nos pintamos solos. un entretenimiento malsano y estúpido del que se suelen extraer conclusiones de nulo valor estadístico ni ético. Ana García López (Pamplona)

Cinismo gay

Utilizar un crucifijo como taparrabos y burlarse de los católicos de forma tan vergonzosa y vergonzante poco o nada tiene o tendría que ver con una auténtica celebración del orgullo gay. La siempre innecesaria falta de respeto al prójimo y sus creencias creo que no puede llenar de orgullo absolutamente a nadie, y en Madrid la vergüenza al respecto ya ha llegado a ser ajena. Anna Maria Muntada Batlle, Granollers (Barcelona)

La manipulación política del lenguaje

El lenguaje es a menudo manipulado por los políticos para no dañar su imagen o para dar un color menos oscuro a hechos históricos repudiables. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, declaró en el Informe semanal del 10 de junio, con ocasión del 40.º aniversario de nuestra democracia, «que se había pasado de un régimen autoritario a una democracia». Evitó la palabra 'dictadura', más acorde con la realidad del régimen franquista. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, no reconoció ante el Congreso de los Diputados, el 21 de junio, que la suya fuera una amnistía  fiscal, sino una Declaración Tributaria Especial (DTE), ya que se aplicó un gravamen del 10 por ciento. Un eufemismo para tapar una evidente amnistía fiscal. El gravamen del 10 por ciento se quedó en un 3 por ciento, lo que no mencionó el ministro. En ambos casos, esos políticos mostraron el temor de llamar a cada cosa por su nombre, para no provocar el rechazo del pueblo. Gracias a los periodistas que trabajan con rigor, empleando las expresiones correctas para explicar los hechos con un lenguaje veraz, objetivo y creíble, podemos desmontar las tergiversaciones lingüísticas de los políticos. José Melero Pérez, Cervelló (Barcelona)

Ayuntamientos que sí, ayuntamientos que no

Recientemente, mi marido y yo hemos logrado vender una vivienda de nuestra propiedad, situada en un municipio salmantino. Las circunstancias que nos han llevado a ello han sido todo lo adversas que se pueden figurar. Adquirida en 2007, formalizadas escrituras y subrogación de hipoteca en 2008, el pisito de 65 metros, más trastero y plaza de garaje (lo que se denomina 'raya de garaje' en anuncios de alquiler), nos salió a testículos de prelado justo antes de que la burbuja explotase en todo su esplendor. Huelga decir que lo hemos hecho bajando tanto el precio que nos aterra hacer cálculos del dinero. Pero eso no es lo peor de todo, ni por asomo, porque hace pocos días, en el despacho de notaría, el notario nos comunicó que el Ayuntamiento (a través del correspondiente Organismo Autónomo Provincial de Recaudación y Gestión Tributaria) nos enviaría el aviso de pago del impuesto de plusvalía. Es ilegal, dijo. Pero ya saben. Primero se paga, luego se reclama... y en muchos casos hay que recurrir a la vía judicial y, claro, se gastan más que lo que es el impuesto, así que... Sé que hay ayuntamientos honestos que han abolido ese impuesto cuando claramente la venta supone no ya ganancias, sino claras pérdidas. Pero hay otros consistorios que piden, reclaman, cobran y el tiempo y el cansancio juegan a su favor. Ayuntamientos que sí y ayuntamientos que no. ¿Hasta cuándo Hacienda no seremos todos? María Antonia Moreno Mulas (Salamanca)

Buenas noches, princesa

«Buenas noches, princesa. Que duermas bien; hasta mañana». Aquella frase hacía que todas las noches soñara sus sueños. Eran de niños riendo y jugando alborotados, felices y alegres. Siempre le habían rodeado los niños, porque fue maestra y tuvo muchos hijos, a los que cuidó y educó con cariño y amor. Aquellos sueños con los que descansaba desaparecían cada mañana, cuando al despertar veía una cara amable, la de su hija, dándole los buenos días. Ella la acompañó cada día, cada hora, durante muchos años. La enfermedad del olvido elige a sus presas al azar y le tocó a su madre, a mi madre. Ayer falleció mi madre. Vivió muchos años gracias a su fortaleza, pero también al cariño de quienes la rodearon y la cuidaron. «Buenas noches, princesa. ¡Ay, por qué te has ido! Mañana te buscaré; siempre estarás en mi corazón». María Begoña Ruiz (Bilbao)

Injusticia que no se soluciona

Leída la carta del XLSemanal 1548 en la que se levanta la voz para reclamar una mayor atención a esas mujeres viudas que, después de una vida totalmente sacrificada, cobran una mísera pensión de viudedad, por debajo del salario mínimo interprofesional. En ella se clama al cielo la injusticia que se comete y que no se soluciona. Los pobres cargan en sus hombros con todos los males que existen, pero hay que malgastar el erario público en ayudar a los potentados. En mi caso, cobro una pensión por debajo del SMI, tras haber cotizado durante 45 años. El certificado que expide la SS al conceder la jubilación así lo acredita, el cual obra en mi poder. Todos los presidentes de Gobierno de la democracia han prometido una equiparación de las pensiones, ninguno lo ha hecho y, con toda seguridad, ninguno lo hará. Francisco Suárez Mora (Correo electrónico)

La cuarta planta

Cuando pasas horas durante días en la planta de paliativos, es inevitable que te vengan a la cabeza pensamientos que siempre navegan por dentro, pero que tratan de remar a un sitio lejos de la orilla donde duelen las cosas. Lo cierto es que es completamente imposible, en cada baldosa hasta llegar a la habitación que visitas, no mostrar empatía hacia al prójimo. Te cruzas con caras desencajadas, con miradas perdidas, con silencios que gritan. Prácticamente cada día una enfermera se acerca a la habitación y nos dice que tiene que cerrar la puerta «diez minutitos». Lo hacen porque alguien ha fallecido y no quieren que veamos cómo pasa por delante de nosotros. Es una imagen dura, todas las puertas cerradas menos la del que ya se durmió en la muerte y ahora pasea por ese oscuro corredor donde solo venden billetes de ida. Y así cada día... Pero no hemos sido diseñados para vivir para siempre y, aunque sea plenamente consciente de que mi querido familiar ya pronto fallecerá, hay veces que mi empatía se vuelve un niño egoísta y desea en silencio que mi puerta no sea la que se quede abierta esos diez minutitos. Isaías Santana (Correo electrónico)