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EL BLOC DEL CARTERO

Deshumanizar

Lorenzo Silva

Martes, 22 de Mayo 2018

Tiempo de lectura: 5 min

Nada mejor para agredir, avasallar o despreciar a alguien que deshumanizarlo, esto es, considerarlo de diferente condición a la de uno. Las cartas de esta semana nos despliegan un muestrario de variedades de esta peligrosa actitud, de la que viene buena parte de los males humanos. Rehusando ver en el otro al ser humano cabe abusar de alguien indefenso, ya sea una chica en un portal o un chaval de escaso porte físico en una calle oscura; o reducir a la categoría de juez infame y sin escrúpulos a quien sentencia lo que no nos gusta; o despachar sin más como una tara de los españoles la violencia contra las mujeres, como hace el president imaginario al que una lectora pone en su sitio; o dejar huérfanos sin pestañear a esos hijos de un guardia civil a los que recuerda la carta de la semana. Y así todo.

LA CARTA DE LA SEMANA 

Eran mis vecinos

Eran mis vecinos. Vivían en la casa de enfrente. Yo veía jugar a los niños en el salón de su casa, tras los cristales siempre con huellas de sus manitas. Creo que eran cuatro, alguno todavía muy pequeño. Me enteré de que el padre era guardia civil el día que lo mataron. Vi su cuerpo tapado ya con una manta en la acera, a mitad de la larga calle. Era por la mañana, muy temprano. A esa hora debía de ir al trabajo, como muchos lo hacíamos. Lo mataron de un tiro en la nuca. Nadie sabíamos que era guardia civil; bueno, al parecer, alguien sí que lo sabía... Dijeron que su esposa secaba el uniforme en el cuarto de baño, nunca en el colgador exterior para que nadie supiera cuál era su profesión; pero lo que a casi todos logró ocultarnos no lo consiguió con quien acechaba. Se fueron del pueblo después de aquello. No sé qué habrá sido de ellos. Tampoco lo que habría sido si no hubieran roto sus vidas. Su piso ha sido habitado por mucha gente desde entonces. Yo aún veo las caritas pegadas al cristal y los inconfundibles rastros infantiles. Estén donde estén, espero que logren perdonarnos a todos. María Del Río Pérez (Correo electrónico)
Por qué la he premiado...Por la estampa sencilla y a la vez conmovedora de la ausencia innecesaria que provoca la sinrazón, esa ausencia que alguno quiere que sea olvido.

 

Derecho a recurrir

En el XLSemanal 1592, Tim Wu se plantea la necesidad de regular Internet. Lejos de ser la panacea para una democracia real, la Red se presta a la difusión de noticias falsas, creencias irracionales o la orquestación de campañas que acaban en el linchamiento de alguien a manos de la masa anónima. Asistimos a la campaña de petición de firmas para la inhabilitación de los jueces que dictaron la sentencia por un delito contra la libertad sexual. Nunca ha sido fácil impartir justicia, mucho menos hoy. Más preocupante es la actitud de algunos políticos cuestionando la resolución judicial por no atender el sentir de la calle. La objetividad e imparcialidad exigibles a quienes tienen a su cargo la valoración jurídica de unos hechos es incompatible con dejarse influir por manifestantes. No es misión de los jueces cambiar la ley, solo aplicarla al caso concreto. No es admisible la instrumenta- lización política de esta sentencia. El ordenamiento jurídico tiene vías para cuestionar las resoluciones judiciales dentro del derecho a recurrir. María Torres (Correo electrónico)
 

Una donación

Siendo un adolescente de aspecto aniñado, escasa altura y corpulencia, volvía a casa una noche. Nunca había sentido que andar solo de noche podría ser peligroso en mi barrio hasta que vi que un grupo de adolescentes, mayores que yo, se dirigían hacia mí; se pararon y me preguntaron si tenía un cigarro, respondí que no fumaba, me cerraron el paso y me pidieron dinero. Les di lo poco que tenía, se rieron y me dijeron que era un pringado y con dos gestos me dejaron claro su mensaje: el dedo índice sobre los labios y el dedo pulgar recorriendo el cuello. Se fueron y me dejaron con las piernas temblando. No hubo violencia física, ni me tocaron. bastó con que me rodearan. Tampoco hubo negativa por mi parte, por lo tanto, si aplicamos los razonamientos jurídicos recientes, no hubo robo ni hurto... Tal vez algún juez en su voto particular lo consideraría incluso una donación. Alberto Q. Martínez (Santander)
 

Puigdemont y las violaciones

Cataluña fue en 2017 la autonomía en la que hubo más agresiones sexuales a mujeres, según las más recientes estadísticas. 394 violaciones. Más de una cada día, casi el doble que en Madrid (221) o el triple que en Valencia (120). Y, por si fuera poco, Cataluña es desde 2016 también la autonomía donde más mujeres han muerto a manos de sus parejas. Es evidente. el machismo no está ausente de la sociedad catalana -ahí está el comentario de un diputado de ERC sobre «la de las tetas más gordas»-. Me parece lamentable que Puigdemont difunda en las redes mensajes en los que asocia la violencia contra las mujeres a la «cultura española». Haría bien en medir sus palabras quien gobernó la autonomía con más delitos sexuales de España. durante su mandato aumentaron un 20 por ciento. Rosa Álvarez (Tarragona)
 

Hagamos comparaciones

En todos los medios ha aparecido la figura de un futbolista muy querido despidiéndose de sus aficionados. Me ha surgido así la necesidad de hacer una comparación: yo también voy a 'despedirme' este verano, de mucha menos gente, pero para mí muy importante también. Soy maestra y, tras 40 años de trabajo, voy a despedirme de compañeros y compañeras, de padres y madres, de familias, de un montón de alumnos y alumnas, de amistades forjadas en estos años. Comparo la vida, el trabajo, el reconocimiento, el esfuerzo, la repercusión social... y el futuro que nos espera al futbolista y a mí. Sé, más o menos, qué pensión cobraré porque no he ejercido nada más que mi profesión con dedicación plena y tendré que seguir haciendo números, pero nadie se hará eco de mis inquietudes ni me preguntará qué pienso hacer: a nadie le importará. Por eso, y aunque no haya nadie que lo reivindique, pido 'el Lápiz de Oro' para tantos y tantas profesionales de la enseñanza que se van a sus casas y no reciben ningún reconocimiento de las instituciones a las que han dedicado sus vidas. Manuela García Ramos, Galdakao (Vizcaya)