Si alguien dio alguna vez la vida por la ciencia, hasta las últimas consecuencias, esa fue Marie Curie. Fue la primera mujer en ganar un Nobel y la primera persona en obtener dos. Sus investigaciones salvan hoy millones de vidas, pero su historia personal, sus amores, quedan muchas veces ocultos tras su impresionante legado. Por Javier Sanz

Marie yace postrada en una cama, casi ciega y sabe que su vida, presa de la leucemia, se apaga. Tiene 66 años. Es primavera en París. Hace unos meses que ha regresado de su Polonia natal, el último viaje. En el hospital del barrio parisino de Passy, donde la atienden, espera el final, consciente y tranquila. «La mejor vida no es la más larga, sino la más rica en buenas acciones», le dice a su hija menor, Eve, que la acompaña en su enfermedad. Y en esos días, mientras apenas aprecia ya la luz del verano, que se acerca, la hace cómplice de sus confesiones.

Marie Curie

Marie Curie con su hija Irene (también Premio Nobel)

Recuerda Marie cómo con apenas 20 años, y cuando todavía usaba su nombre polaco, Manya Sklodowska, recorría las calles de Varsovia, ofreciéndose como institutriz y soñando con estudiar en la universidad de la Sorbona, en París. Marie tiene un expediente académico brillante, una capacidad de trabajo envidiable, habla con fluidez polaco, ruso, alemán y francés, pero en la Polonia de la época ha nacido en 1867 una mujer no tenía posibilidades de cursar estudios superiores, y la economía familiar no hace posible enviarla a París. Hija de un profesor de ciencias y una maestra, es la menor de cinco hermanos y su adolescencia queda marcada por la muerte de su hermana mayor, Zofia, como consecuencia del tifus, y dos años más tarde la de su madre, por tuberculosis. Marie podía haberse hundido, pero hizo lo contrario. Se puso de acuerdo con su hermana Bronya, tan brillante como ella, para ayudarse mutuamente. Manya trabajaría como institutriz en Polonia para costear los estudios de Medicina de su hermana en París y, cuando esta terminase, la ayudaría a ella a recorrer el mismo camino.

Sus notas, sus manuscritos y todo su material de trabajo siguen siendo radiactivos y se conservan en recipientes de plomo

En 1891, con 24 años, Manya llega finalmente a París, cambia su nombre por Marie y se matricula en la Sorbona para estudiar Física y Matemáticas. Rechaza la invitación de su hermana de vivir con ella y su marido, un médico polaco, para instalarse, mejor, en un pequeño ático frío y lúgubre del Barrio Latino, más cerca de la universidad. Las aulas, los libros, las conferencias eran toda su vida. Aquellos años fueron intensos y consagrados al estudio. Apenas tenía dinero, la estufa de carbón era un elemento decorativo; la comida, apenas un recuerdo pero nunca me importó. En 1893 obtuvo la licenciatura en Físicas, como número uno de su promoción, y al año siguiente la de Matemáticas, como la segunda del curso.

Marie Curie

Marie y Pierre Curie en el laborario

Cuando rememora aquellos tiempos para su hija Eve en el hospital de Passy, aunque la anemia aplásica que sufre le causa una enorme fatiga y le quita el aliento, sonríe: «¿Tu padre? El matrimonio y los hombres nunca fueron un tema que me preocupase. Además, ¿quién iba a fijarse en una mujer pálida, escuálida y todo el día rodeada de libros?». Bueno otro físico, el señor Pierre Curie.

Después de algunas fórmulas matemáticas y sin más testigos que la investigación y la ciencia, se casaron. «Unas bicicletas y la campiña francesa fueron nuestra luna de miel. Alquilamos un pequeño apartamento con lo esencial e instalamos nuestro humilde laboratorio en un cobertizo abandonado. En aquel miserable cobertizo fue donde transcurrieron los mejores y más felices años de nuestra vida, enteramente dedicada al trabajo. Y por las noches disfrutábamos de un espectáculo de formas luminosas».

Marie Curie

Marie Curie con sus hijas Irene e Eve

Incluso entonces, postrada en la cama, Marie no sabe que aquellas formas luminosas que tanto le fascinaban es lo que la está matando: la radiactividad. Los Curie fueron durante sus once años de convivencia un matrimonio consagrado a la ciencia. Con el apoyo de Pierre, Marie decidió preparar su tesis doctoral sobre la naturaleza de las emisiones producidas por el uranio recientemente descubiertas por el físico francés Henri Becquerel. Había nacido lo que Marie denominó la radiactividad. Además, ella y Pierre consiguieron aislar dos nuevos elementos químicos: el polonio (en honor a su patria) y el radio. Realizaron las investigaciones en un laboratorio casero, sin seguridad alguna.

Marie Curie

Su trabajo se vio recompensado con el Nobel de Física en 1903. Marie tenía solo 36 años. «Sabes lo poco que me gusta exhibirme en público, pero debía recoger el premio. Tu padre había luchado mucho por acallar los rumores que decían que yo solo era su ayudante, pero, aun así, el presidente de la Academia Sueca me recordó que solo era una mujer: ‘No es bueno que el hombre esté solo, harele ayuda idónea para él’, citó del Génesis. Hoy sé que me equivoqué; no debí callar. Solo a tu padre dije qué pensaba: ‘Las mentiras son muy difíciles de matar, pero una mentira que atribuye a un hombre lo que en realidad era el trabajo de una mujer tiene más vidas que un gato'».

Con el dinero obtenido (15.000 dólares) y la concesión a Pierre de la cátedra de Física de la Sorbona logran vivir más holgadamente «compramos una bañera», le cuenta a Eve, pero renuncian a patentar sus hallazgos. Durante estos años tienen, además, dos hijas, Irène y la propia Eve, que pasan, lógicamente, muchas horas al cuidado de su abuelo paterno, viudo.

Marie Curie

Y, entonces, la fatalidad. Pierre es atropellado por un pesado carruaje y muere. «Un carro, la lluvia, tu padre que siempre andaba inmerso en nuestras investigaciones, la fatalidad lo quiso». No podía aceptar la pensión que me ofrecieron, pero sí acepté la cátedra de Física vacante tras la muerte de Pierre. Era el 15 de noviembre de 1906, la primera vez que una mujer impartía una clase en una universidad. Otro hito.

«Los hombres no me preocupaban. ¿Quién se iba a fijar en una mujer pálida, rodeada de libros como yo? Bueno… otro físico»

Pese al dolor, Marie sigue con sus investigaciones e impartiendo clases. Pero una sociedad misógina criticó que no guardara luto por la muerte de su marido. Se rumorea incluso un supuesto romance con el físico Paul Langevin, casado. «Me acusaron de ladrona de maridos, y Le Journal me regaló una portada, cosa que no hizo con el Nobel, con Una historia de amor: Marie Curie y el profesor Langevin, pero nada es cierto. ¿Sabes lo que me dolió de verdad? Cuando en 1910 solicité el ingreso en la Academia Francesa de Ciencias, a la que perteneció tu padre, y me fue denegado por un voto. Más tarde supe que en las votaciones se dijo: ‘Las mujeres no pueden entrar en la academia’. Eso sí me dolió».

Marie Curie

Pero nada de esto pudo con ella, y en 1911 se le otorga el Nobel de Química por el descubrimiento y aislamiento del radio. Es la primera persona en obtener dos Nobel. Y solo con 44 años. Poco después, Irène pasa a ser su asistente en el laboratorio, estalla la Primera Guerra Mundial y Marie crea 18 unidades móviles de rayos X para los hospitales de campaña en los que diagnosticar a los soldados heridos. Aquellas unidades se llamaron ‘petites Curie’. «La guerra, hija, es la mayor miseria humana y aquella embargó de locura a todo el mundo. Así que decidí invertir mis años de investigación en aliviar el sufrimiento humano». Tras la capitulación y pese a lo poco que le gustaba exhibirse en público, Marie viaja con sus hijas a Estados Unidos para recaudar fondos y seguir investigando las aplicaciones médicas del radio. La gira fue un éxito, pero de regreso a Francia su salud comienza a debilitarse. Habían sido muchos años trabajando con materiales radiactivos sin ninguna protección, incluso sus notas, manuscritos y todo el material conservado siguen siendo radiactivos y se conservan en recipientes de plomo. Mientras Eve acompañó a su madre a un sanatorio, Irène, ahora Irène Joliot tras casarse con el físico Frédéric Joliot, continuaba los trabajos de su madre. En 1935, el matrimonio Joliot-Curie es galardonado con el Nobel de Química por el descubrimiento de la radiactividad artificial. Irène murió en 1956, 22 años después de su madre, también de leucemia, por su alta exposición.

Sufrió la misoginia de su era: «Una mentira que atribuye a un hombre el trabajo de una mujer tiene más vidas que un gato»

Eve fue la única de la familia que no se dedicó a la ciencia. Pianista y escritora, es la autora de la mejor biografía de su madre. Eve falleció en 2007, con 103 años. «Al nacer yo, mi madre tenía 37 años. Cuando estuve en la edad de conocerla bien, era una anciana ilustre, la ‘ilustre investigadora’. En cambio, me parece haber vivido siempre al lado de la estudiante pobre y soñadora que fue Manya Sklodowska. En el instante mismo de su muerte, seguía pareciéndose a aquella joven. Era aún dulce, obstinada, tímida y curiosa. Marie tuvo en un cementerio silvestre, entre las flores del estío, un entierro silencioso y sencillo, como si la vida que terminaba semejara a tantas otras».

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