Amparada en el secreto bancario, Suiza ha hecho fortuna con el dinero negro durante décadas. Los casos de corrupción en España, las filtraciones de cuentas secretas y la presión europea para que aumente su transparencia han puesto al país en el punto de mira. por Carlos Manuel Sánchez

Entramos en los sancta-sanctórums de los bancos suizos, unos gigantes donde abunda el dinero y escasean las preguntas, de la mano de uno de los pocos fotógrafos a los que se les ha permitido el acceso.

En avión? ¡Qué va! Toda la vida el dinero se ha llevado y traído a Suiza en coche. En avión puedes pasar solo cantidades muy pequeñas, así que el 99 por ciento de los traslados se hacen en coche. Existen diferentes opciones: por Francia, por Italia… Pero nunca hay problemas. Nadie te para en la frontera y mucho menos se pone a buscar billetes .

Así narra a ‘XLSemanal’ cómo se saca el dinero del país un cliente español de un banco suizo con cuenta numerada. En su caso se trata de una cuenta ‘modesta’, no tiene movimientos de más de 300.000 euros. Nos pide mantener el anonimato. Y continúa su relato.

«El dinero lo llevas en un maletín o en la maleta. No lo llevas escondido en el coche o camuflado. O yo no conozco a nadie que lo haga. No es necesario. Por supuesto, cuando viajas con dinero, lo que no paras es en hoteles de carretera. Vas a los que te ofrecen seguridad. ¿Si quieres parar a comer? ¡Pues ya se queda el chófer en el coche!».

«El secreto bancario se creó en 1934 con un fin noble: poner a salvo de los nazis el patrimonio de los judíos»

«¿Cómo abres una cuenta en Suiza? Muchas -las de la mayoría de las familias que conozco-se abrieron tras la Guerra Civil; entonces era muchísimo más fácil, y tú simplemente las has heredado. Pero si quieres abrirla, preguntas y hay gestorías y bufetes que te orientan. Siempre te aconseja alguien. Por mantener una cuenta numerada, es decir, en la que no aparece tu nombre sino un número, te cobran unos 2.000 euros al año. Inmediatamente, tras proporcionarte el número, te asignan un señor, que va a ser tu agente, con nombre y apellido y un teléfono. Él también tiene tu teléfono y ese será el primer contacto. Luego o él viene a verte o vas a verlo tú. Generalmente son suizos, pero hablan perfectamente tu idioma. El agente suele cambiar cada dos o tres años. Son superdiscretos. Cuando quieres hacer una operación, lo llamas y le das una clave numérica con la que te identificas; aunque con el tiempo él ya conoce tu voz y sabe quién eres, siempre te tienes que identificar con la clave. Y le dices, por ejemplo, haz una transferencia a tal sitio para pagar unas vacaciones o a tal otro para pagar los colegios… y la hace.

Nunca te envía un papel. Eso sí, son cantidades pequeñas, pagos internacionales que nadie va a investigar. Si necesitas sacar dinero en efectivo, lo telefoneas y fijas una cita, tal día a tal hora. Y vas al banco. Es un banco privado. No tiene nada que ver con los que tienen ventanillas y eso. Se parece más a un hotel de lujo. No ves ni un agente de seguridad. Lo que haya de seguridad está escondido. Y le dices a la señorita: ‘Tengo cita con el señor X [tu agente] a esta hora’. No le das tu nombre ni te identificas. No sé como lo hacen, pero basta con decir el nombre de tu agente».

Los bancos privados de Suiza se parecen a un hotel de lujo. No tienen ventanillas ni se ven agentes de seguridad.

Coges el ascensor… y no tiene botones. Se cierra y te llevan por control remoto no sabes a qué planta. Cuando se abre el ascensor, otra señorita te recibe y te lleva por un pasillo lujoso, como de hotel, con varias puertas. Cuando llegas a una, ella marca un número -cada puerta tiene una clave- y se abre. Es una puerta como de cámara acorazada. En la oficina suele haber una mesa de caoba, un sofá, algunas sillas. Todo, muy elegante. Por supuesto, te ofrecen algo de beber mientras llega tu agente. Después de saludarte y charlar un poco, te enseña unos folios, sin membretes ni nombres, con el estado de tu cuenta, los movimientos… También te da unos consejos sobre si es mejor comprar dólares o cómo va el Mercado de Valores. Luego le dices la cantidad que quieres retirar y en qué tipo de billetes. Él se va unos minutos y vuelve con el dinero. Firmas un papel y te lo da. Y te vas. ¿Que si sales a la calle tan tranquilo con cien mil euros en el bolso? ¿Y por qué no? ¡En Suiza no roba nadie! Si solo hay bancos y joyerías de lujo! Y te vas al hotel, lo depositas en la caja de seguridad, haces unas compras y te vuelves».

¿Este trasiego de maletines tiene fecha de caducidad? La banca privada helvética gestiona unos tres billones de euros -para hacerse una idea, el rescate de los bancos españoles ha costado hasta ahora un mínimo de 55.000 millones, es decir, menos del dos por ciento de lo que se mueve en Suiza-. Allí, el secreto bancario está protegido por ley desde 1934. Entonces se hizo con un fin noble. poner a salvo el patrimonio de los judíos de la codicia de los nazis. Y casi 80 años después, su opacidad parece tener los días contados. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea (Suiza no forma parte de la UE) presionan por la transparencia. Sus gobiernos necesitan liquidez a toda costa y no pueden permitirse una hemorragia constante de divisas, que se volatilizan como por arte de magia sin haber cotizado.

Además, el mito de su inexpugnabilidad tiene grietas. Y se han agrandado con los últimos escándalos, en los que España está teniendo un papel protagonista. Los suizos parecen resignados a dejar de ser la gran hucha de las fortunas del mundo. Y temen por su prosperidad. El sector calcula que, con la pérdida del secreto bancario, un 30 por ciento de los activos emigrarán a otros países más dispuestos a hacer la vista gorda. ¿Qué está pasando?

La respuesta obvia es que las grandes fortunas han perdido la confianza en la discreción y la inmunidad que les proporcionaban los bancos. No es extraño por dos razones. Una es que el Gobierno helvético quiere lavar su imagen (Suiza salió en 2009 de la lista negra de paraísos fiscales de la OCDE) y está presionando a las entidades para que sean más transparentes. La idea es que Suiza se convierta en la nueva City; en pocas palabras, que los bancos suizos ganen dinero moviendo la ‘pasta’ (saben hacerlo y muy bien), no ocultándola. Hay quien tiene dudas sobre la sinceridad de este golpe de timón. Sin ir más lejos, el exministro alemán de Finanzas, Peer Steinbrück, ha dicho que  «la evasión fiscal es la razón de Estado en Suiza y la única manera de acabar con ella es enviar al Séptimo de Caballería». Otro escéptico es Jean Ziegler, vicepresidente del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, suizo para más señas. «La riqueza de Suiza está basada en un sector bancario hermético, muy competente y totalmente cínico», declaró al semanario alemán Der Spiegel. «Llegan tres chorros de dinero caliente. el [de los dictadores y oligarcas] del Tercer Mundo, el de la evasión fiscal en los países industrializados y el de la mafia». ¿Se pueden cerrar esos tres grifos?

¿Qué pasa con el dinero de los maletines una vez que ha llegado a la cámara acorazada suiza? Pues que ya puede rebotar de una cuenta anónima a otra sin dejar rastro

Dos de ellos, al menos, ya estaban bastante apretados en los últimos años. Suiza ha cumplido las órdenes de los tribunales internacionales para congelar las cuentas de los dictadores, por lo menos de aquellos en apuros, en especial desde la primavera árabe. Lo saben bien el clan Gadaffi o la familia Mubarak. Y su ley federal sobre bancos y cajas, que blinda el secreto bancario, admite en su artículo 47 que se puede levantar en procesos judiciales internacionales relacionados con el narcotráfico o el tráfico de armas.

Pero ahora también puede dejar de brotar dinero del tercer grifo: el de los evasores. Y buena culpa de ello la tiene un ingeniero informático de 40 años, Hervé Falciani, ex empleado de la filial suiza del banco británico HSBC, que robó los datos personales de 130.000 evasores fiscales con cuentas opacas en esa entidad. Falciani está detenido en España y pesa sobre él una orden de extradición de la justicia suiza (burlar el secreto bancario sigue siendo un delito en aquel país). Mientras tanto, colabora con la justicia de varios países europeos deseosos de echar el guante a los defraudadores. Gracias a Falciani, la justicia española averiguó la identidad de 659 evasores con dinero en más de 3000 cuentas por valor de unos 6000 millones de euros. Unos 500 ya regularizaron su situación con Hacienda. El escándalo salpica a banqueros, empresarios, partidos políticos, deportistas, famosos Y está lejos de haberse apagado. Pero más allá de sus implicaciones actuales, lo interesante del caso Falciani es que ha permitido vislumbrar cómo funciona el sistema por dentro. Ha vuelto del revés algo que se creía impenetrable.

¿Qué pasa con el dinero de los maletines una vez que ha llegado a la cámara acorazada de un banco suizo? Que rebota de una cuenta anónima a otra sin dejar rastro gracias a programas informáticos como Hexagon. Los datos desaparecen en una fracción de segundo y vuelven a aparecer en otra parte del mundo. ¿Cómo? Falciani lo explica así al diario italiano Il Sole: «Si eliminamos las cifras de un documento que está en el servidor X y duplicamos el nuevo archivo en el servidor Y, no dejamos rastro de los datos en el primer servidor. Para encontrarlos, hay que saber que tenemos que examinar el servidor Y. Y puede que los servidores estén uno en Suiza y el otro en Hong Kong. Si en el interior del banco no hay nadie que esté dispuesto a colaborar con la justicia, las investigaciones están condenadas al fracaso». Y más teniendo en cuenta que los jueces pueden tardar años en las comisiones rogatorias.

Cuando se trata de empresas, el esquema de funcionamiento de una fuga de capital es similar, según Falciani: pongamos que un empresario vende plátanos en España a cuatro euros el kilo. Los compró en Costa Rica a uno, pero lo hizo a través de una empresa fantasma en Suiza (tapadera 1). Esta revende los plátanos a dos euros a otra empresa fantasma, con sede en la isla de Jersey (tapadera 2). En la tapadera 1 queda ya un euro de ganancia. La empresa de Jersey vende los plátanos a tres euros el kilo a la empresa española, ganando otro euro que se queda en Jersey. Ante el Fisco español resulta que el empresario ha comprado los plátanos a tres euros para venderlos a cuatro. La ganancia oficial es de un euro por kilo y sobre esa cifra paga los impuestos. Pero lo que no sabe el Fisco es que ha puesto a buen recaudo un euro de ganancia en Suiza y otro en Jersey. Para Falciani, Asia es el gran agujero negro. Por cada mil millones que quedan en Ginebra, otros tres mil millones van a Hong Kong y a los nuevos paraísos fiscales.


NO TODOS SON MALETINES

Tener una cuenta en Suiza no es ilegal. Lo ilegal es no declararla en España. Le contamos cómo se abre una y lo que cuesta.

1. ¿Puedo abrir una cuenta en Suiza? Sí. Tanto una cuenta ‘normal’ como una numerada son legales si las declara. Si el suyo es un gran patrimonio, todo serán facilidades, pero si es un pequeño ahorrador, no tanto. Y recuerde en España los depósitos están garantizados hasta los cien mil euros.

2. ¿A partir de qué cantidad puedo plantearme Suiza? Depende de cada entidad. La mayoría suele exigir un saldo mínimo. Por término medio ronda unos 18.000 euros.

3. ¿Cuánto me cobran por abrir y mantener esa cuenta? Para esa cantidad, la comisión ronda entre 800 y 1000 euros. De ahí para arriba. Pero primero el banco tiene que aceptarlo como cliente. Esto es banca privada, cada entidad tiene sus propias normas de admisión.

4. ¿En qué es diferente un banco privado? Los bancos privados no disponen de cuentas corrientes ni negocian hipotecas u otros productos habituales. Están especializados en clientes con grandes cuentas, a los que asesoran para invertir su dinero y gestionarlo a largo plazo.

5. ¿Puedo transferir mi dinero? Sí, aunque no es lo habitual. Si no va en persona, deberá hacerlo a través de una sucursal en España o de un banco con el que tengan acuerdos de colaboración. Necesita compulsar las copias de los documentos. El papeleo es abultado y tiene un coste.

6. ¿La rentabilidad es alta? No. Los bancos suizos ofrecen rentabilidades más bajas que los españoles. Su gran baza no es esa, sino el asesoramiento a la hora de invertir su dinero; y la opacidad, es decir, la posibilidad de abrir una cuenta donde no figura su nombre.

7. ¿Tengo que declarar ese dinero? ¡Por supuesto! Tiene un mes para informar de la apertura de la cuenta al Banco de España, y los rendimientos que genere tributan en España. Es su obligación como contribuyente.


LOS NUEVOS PARAÍSOS FISCALES

Así funcionan

«Suiza está pasado de moda», cuenta un experto que maneja importantes cantidades de dinero en paraísos fiscales. «Las grandes fortunas migraron hace tiempo a otros paraísos fiscales. Barbados, las Caimán…». También han cambiado los métodos para trasladar el dinero. Hubo un tiempo en que se llevaban auténticas fortunas escondidas en los yates con los que los millonarios veraneaban en el Caribe. La informática ha avanzado mucho desde entonces. Y añade el experto. Ahora existen los ‘contratos de fiducia’, un documento que te liga a un testaferro que moverá tu dinero a través de una sociedad ubicada, por ejemplo, en las islas Vírgenes británicas. Esa sociedad abre una cuenta en un banco de esos que tienen sede en todo el mundo y que son muy discretos. Con esa cuenta a nombre de la sociedad ya puedes hacer operaciones internacionales sin problema. El inconveniente surge cuando quieres recuperar dinero en efectivo para, por ejemplo, comprarte una mansión de lujo o un yate o darte un capricho. Entonces aparece supuestamente Gao Ping, acusado de dirigir una red de blanqueo de dinero, u otros sujetos parecidos a él».

El momento del blanqueo

Lo de la supuesta red de blanqueo de los chinos es el paso final de este proceso. Explicado de forma simplificada. «Pongamos que yo tengo esa cuenta en un banco con oficina en las islas Vírgenes, pues lo muevo a una cuenta del mismo banco en Shanghái. Esto no es problema. Y una vez allí le hago una transferencia a un tipo como Gao Ping… Bueno, en realidad, a familiares suyos, que llevan el negocio allí. Cuando la transferencia a esas señoras en Shanghái es efectiva, ellas llaman a su familiar en Madrid, que te llama a ti para que pases por Cobo Calleja a recoger el dinero. Y ellos se quedan una comisión».

¿Qué es un paraíso fiscal?

La definición de ‘paraíso fiscal’ es polémica y varía según el organismo. Básicamente, es un país que exime del pago de impuestos a los inversores extranjeros que mantienen cuentas bancarias o constituyen sociedades en su territorio. Pero amparándose en sus leyes de confidencialidad y secreto bancario han creado una economía paralela e ilegal.

¿Cuáles son?

España considera 48 paraísos fiscales, casi todos lugares conocidos como Barbados, Bahréin, Jersey, San Marino, islas de Man, Luxemburgo… La OCDE es mucho más laxa en su clasificación y en los dos últimos años ha matizado tanto el concepto ‘paraíso fiscal’ que a principios de 2012 solo figuraban como paraísos fiscales Niué y Nauru. Por si se lo pregunta, son dos islas del Pacífico Sur.

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