La actualidad política ha vuelto a poner el foco en los detectives privados. Al margen de la legalidad de algunas de sus actividades, lo que está claro es que la tecnología al alcance de los particulares -no solo de los servicios secretos- está muy por delante de la legislación. Por Julián Díez

«Yo no salgo de casa sin una videocámara botón y el reloj grabador», dice Blanca.»También uso las que tienen forma de bolígrafo dan muy buena imagen y sonido. La tecnología ha avanzado una barbaridad. Las fotos ya no se usan. ¡Con la calidad que hay en vídeo! Y las novedades… casi no te da tiempo a probarlas».

«Antes se contrataban detectives sobre todo por infidelidades. Hoy, para seguir a empleados por sospecha de fraude»

Blanca es detective privada. De ahí su entusiasmo y su particular equipación. «Cubrimos muchos temas; son frecuentes los encargos por las relaciones entre divorciados, por problemas con la manutención… Pero ahora, con la crisis, ese tema está más parado. En cambio, crecen los fraudes a seguros y hay más investigaciones de este tipo. También hay seguimiento de adicciones o peticiones de empresas para controlar a empleados».

Espiar es más fácil que nunca. La tecnología juega absolutamente a favor. Si es muy difícil descubrir que somos vigilados con dispositivos estándar a la venta en comercios especializados, qué decir de los aparatos de última de inteligencia…

El caso que ha devuelto este tema a la actualidad, el de las escuchas a la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho, no da una dimensión real de las posibilidades tecnológicas existentes hoy por hoy. Según Antonio Durán, gerente de La Tienda del Espía: «Un trabajo de escuchas en el que termina por saberse qué agencia lo ha realizado es o bien una chapuza o bien un montaje mediático, porque existen medios técnicos para no dejar pista alguna sobre quién ha realizado o encargado esa labor».

Por supuesto, no estamos hablando de los medios disponibles para las agencias de inteligencia más importantes del mundo, desde la CIA al Mossad, pasando por el MI5 británico o el CNI español. Buena parte del arsenal disponible para estas entidades está fuera del conocimiento de la opinión pública, aunque de vez en cuando se vislumbra parte de su potencial.

Un buen ejemplo es la reciente admisión por parte de la Universidad de Míchigan de la puesta en marcha de un dron robot capaz de transmitir instantáneamente imágenes en alta resolución. Hablamos de un aparato indetectable para el radar, del tamaño de una araña, con un coste de diez millones de dólares, que puede colarse prácticamente en cualquier lugar del mundo.

«En la web se venden aplicaciones que, una vez instaladas en un móvil, permiten escuchar llamadas, leer SMS…»

Cuestiones como la de utilizar los teléfonos móviles para determinar la posición de su usuario son a estas alturas triviales. Ni siquiera es necesario localizar la llamada, como en las viejas películas policiacas. Basta con que el aparato esté encendido para que los satélites puedan llevar a cabo una triangulación que determinará el lugar con apenas unos metros de posible error. La conexión automática del teléfono con las torres de señal más cercanas lo hace posible de manera continua.

«Hay numerosos aparatos muy por delante de lo que se puede vender al público en una tienda como la nuestra. Por ejemplo, ya existen dispositivos que permiten escuchar cualquier conversación del número de teléfono que le indiquemos, siempre que tengamos los accesos necesarios a la red móvil. Pero solo pueden adquirirlos cuerpos policiales o militares, con un absoluto control de su uso», explica Durán.

Con todo, el abanico de productos a disposición del ciudadano común es amplio. Siempre teniendo en cuenta, por supuesto, que ni el comercio ni el fabricante se hacen responsables de que su empleo pueda resultar una vulneración de la intimidad… Y que la legalidad del uso como pruebas de lo que se consiga con esa intromisión será más que cuestionable, sin olvidar las acciones que se emprendan en el caso de que el objeto sea descubierto.

Por ejemplo, por volver a recordar el caso de la agencia de detectives Método 3, a Durán le parece «increíble» que usaran un florero: «Existen grabadoras camufladas en objetos discretos, de uso cotidiano… Ni siquiera es complicado que se transmita en directo la conversación al posible interesado».

Y, puestos a ser profesionales, también es posible manipular los aparatos ajenos para extraerles toda la información que necesitamos. Son numerosas las opciones de software para convertir el teléfono de otros en una fuente continua de información.

Para dar idea de su capacidad, basta con citar las posibilidades de FlexiSpy Omni, un programa para smartphones Android con un coste anual de 349 dólares (unos 260 euros). Hay que instalar la aplicación en el móvil que se quiere ‘interceptar’ y a partir de ahí permite no solo escuchar las llamadas, sino conocer los SMS y otra clase de mensajes, ver la libreta de direcciones o saber dónde se encuentra el teléfono en cada momento, además de poder convertir el teléfono objetivo de nuestra curiosidad en un micro permanentemente abierto. El Omni se anuncia y se vende con total libertad en Internet. Ahora bien, indican que es responsabilidad de cada cual asegurarse de la legalidad de su uso, de acuerdo con las normativas de cada país.Seguir la actividad en la Red de un ordenador concreto no es complicado, incluso si se emplean programas de navegación segura.

El paso siguiente es averiguar las contraseñas para acceder al correo electrónico, Intranets empresariales o cuentas corrientes. El hackeo a través de Internet es el método habitual de los servicios de inteligencia y el que con más frecuencia temen los usuarios. Sin embargo, en distintos comercios es posible adquirir keyloggers, un tipo de software que una vez instalado en un ordenador recoge las pulsaciones del teclado y las transmite a otro ordenador: bastará con analizar lo recibido -por ejemplo, las combinaciones extrañas de caracteres que sigan al acceso a una web de una entidad bancaria- para averiguar la contraseña.

Aunque entre los clientes de La Tienda del Espía se cuenten también detectives, el grueso de sus ventas las realizan a particulares que quieren confirmar sus sospechas sin dar el paso más caro de contratar a una agencia de profesionales. «Personas que quieren controlar a su cónyuge o a sus empleados, sobre todo. Pero también hay quien quiere asegurarse de que sus niños pequeños o sus ancianos, si no pueden explicarse, están bien tratados cuando los dejan solos con sus cuidadores. Un aparato sencillo que permita confirmar o descartar sospechas es más económico que contratar a profesionales»

Contraespionaje

¿Cómo podemos defendernos si sospechamos que nos están espiando? No es tan fácil…

Cualquier aficionado a las películas o novelas de espías lo sabe de sobra. tan importantes y complejas como la vigilancia son las medidas para evitarla. También existe un amplio abanico de aparatos que sirven para prevenir que nuestros movimientos sean detectados. Los inhibidores de telefonía móvil particulares son ilegales, aunque en España existen páginas web especializadas en su venta. Hay dispositivos del tamaño de una cajetilla de tabaco que evitan que nadie pueda estar enviando a través de un dispositivo con 3G -móvil o aparato de espionaje- una conversación privada.

También se comercializan detectores de aparatos electrónicos -cámaras, grabadoras, GPS – para asegurarse de que en una reunión no hay ningún objeto que no se encuentre bajo el control de los asistentes. Otra opción es la de adquirir unos terminales encriptados o secráfonos. Se trata de teléfonos en apariencia convencionales, pero que han sido modificados para encriptar mediante algoritmos la voz; su precio en todos los casos supera los tres mil euros y es necesario comprar al menos un par, porque solo pueden resolver la codificación entre ellos.

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