Antes de morir el último integrante vivo de la expedición que conquistó por primera vez el Everest, George Lowe, decidió abrir su archivo fotográfico y mostrar unas imágenes nunca publicadas. Por E. Font

Esta es la historia de cómo este maestro rural neozelandés se convirtió en improvisado fotógrafo de una de las grandes hazañas de la humanidad.

La expedición partió de Katmandú en marzo de 1953 y conquistó el Everest el 29 de mayo de ese mismo año. La formaban 14 alpinistas y un ejército de sherpas

Tras una decena de expediciones fallidas y varios montañeros muertos desde el primer intento de conquistar el Everest, en 1924, otros lo reintentaron en 1953.

La Royal Geographical Society y el Club Alpino designaron al coronel inglés John Hunt, de 42 años, para que capitanease una nueva expedición, que esperaban definitiva. Centenares de montañeros ingleses se ofrecieron. Hunt aceptó solo a diez, de entre 23 y 39 años. Necesitaba gente experimentada y debió buscar a los últimos de su equipo fuera de Inglaterra. Le interesaron un neozelandés –Edmund Hillary, de 33 años y casi dos metros de altura, soltero, apicultor en Auckland- y un sherpa del Himalaya que fue miembro de cinco expediciones anteriores al Everest:  Tenzing Norgay, de 39 años. El tercero, George Lowe, de 28, no acababa de convencerlo, pero Hillary, amigo y compañero de Lowe en expediciones anteriores, lo quería consigo. Hunt cedió. Nunca se arrepentiría.

Everest HIllary

La expedición partió de Katmandú en marzo de 1953 y conquistó el Everest el 29 de mayo de ese mismo año. La formaban 14 alpinistas y un ejército de sherpas

Lowe fue decesivo en la última etapa de la conquista del Everest, el punto más alto del planeta, a 8848 metros, en el Himalaya, entre China y Nepal. Lowe no solo ayudó a escoger la ruta acertada, a excavar peldaños en el hielo y a acarrear el pesado material; le tocó, además, fotografiar el tramo final de la aventura. El verdadero fotógrafo sufrió una inflamación pulmonar y Lowe debió sustituirlo en los últimos 2500 metros, los más peligrosos, cargando cámaras, películas y trípodes, un peso extra que, a cada metro de ese inhóspito sitio de hielo eterno, sin casi oxígeno, con temperaturas de hasta 60 grados bajo cero y el abismo acechando a cada paso, se convirtió para él en una tortura: una cámara pesaba casi dos kilos; un rollo de película, 200 gramos; y Lowe cargaba más de diez.

El verdadero cámara no pudo seguir y Lowe debió cargar su pesado equipo e inmortalizar la hazaña sin ser fotógrafo

«Llevaba dos cámaras colgadas del cuello -recordó él mismo antes de morir, a los 89 años-: una Kodak Retina II y una Bell & Howell». Y no solo debía cargarlas, sino, además, inmortalizar la hazaña con sus nociones básicas de fotografía. «Nuestro éxito -ironizó Lowe tiempo después- creó una especie de mito sobre mi capacidad fotográfica. Nunca fui más que un aficionado. El ascenso al Everest es un espectáculo; yo solo debía enfocar y disparar». Aun así, tomó unas soberbias fotos sin las que aquel hito no habría tenido el impacto que aún perdura 60 años después. Vivir para contarlo, sí, pero aquella proeza exigía tener con qué contarla. El documental realizado a partir de las tomas de Lowe –La conquista del Everest- aspiró a un Óscar.

En la cima, Norgay hizo un agujero en la nieve y dejó allí una ofrenda de chocolate y bizcochos para los dioses

Sin embargo, la coronación del gigante quedó, en imágenes, inconclusa. Lowe no estuvo allí. A partir de los 7000 metros apenas podían avanzar en parejas, por relevos, para ir dejando material y tanques de oxígeno para los que vinieran detrás. Solo Hillary y Norgay escalaron así los 400 metros finales. Un tramo que debían recorrer en 12 horas, superando la imponente pared lisa de 12 metros hoy llamada el Escalón de Hillary, a 8760 metros, solo escalable por una angosta grieta entre la roca y una cornisa de nieve congelada. Comprimiéndose dentro de esa chimenea, Hillary y Norgay fueron los primeros en lograrlo. ¡Y con un equipo rudimentario y sin cuerdas fijas, clavando sus crampones hacia atrás en la nieve y asiéndose a todo intersticio que hallaban!

Everest Hillary y el sherpa Norgay

Sir Edmund Hillary (izquierda) y el sherpa Tenzing Norgay

Esa pared hoy se gana por una escalera que atornilló una expedición china en 1960. Ya en lo más alto, Hillary inmortalizó su triunfo con unas notables tomas, pero no hay un solo retrato de él allí. Norgay no sabía utilizar la cámara. Tras solo 15 minutos en el techo del mundo iniciaron el descenso. Antes, Norgay hizo un agujero en la nieve y depositó una ofrenda de chocolate, caramelos y bizcochos para los dioses del Chomolungma. Hillary enterró un pequeño crucifijo blanco que alguien había enviado a Hunt. Al cabo de una hora estaban ya en el Pico del Sur, donde recogieron los tanques de oxígeno guardados allí para el regreso. Harían lo mismo en el campamento IX más tarde. Al llegar al campamento VIII, Lowe los esperaba con una limonada caliente y sopa. Hillary se quitó la máscara y le sonrió. «¿Has visto, George? Hemos vencido a este cabrón».

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