Es probable que, mientras usted lee estas líneas, esté al mismo tiempo mordiéndose las uñas. Tal vez no esté mordiéndoselas en el sentido estricto del término, pero cabe la posibilidad de que se haya llevado alguno de los dedos a la boca. Si es así, padece usted onicofagia. No se alarme. Por N.C.

No se trata más que de la costumbre de morderse las uñas, con seguridad el hábito maniático más común y extendido de la humanidad.

Es imposible saberlo, pero se estima que un cuarto de la población mundial se muerde las uñas. Esta cantidad se eleva hasta el 45 por ciento en el caso de los adolescentes de entre 10 y 18 años. En España se calcula que la mitad de la población se ha mordido las uñas en algún momento de su vida. Es como una epidemia.

Una de cada cuatro personas se muerde las uñas. Es un hábito común entre los 0 y los 18 años

Ahora bien, ¿por qué nos comemos nuestras propias uñas? Dos son los factores principales que empujan a una persona a devorárselas. El primero se define como un hábito; esto es, cuando nos comemos las uñas por aburrimiento o distracción. Alguien despelleja sus dedos con parsimonia mientras lee o ve la televisión. El otro factor es emocional. Hay personas que se muerden las uñas ante situaciones tensas, de estrés o incertidumbre, como una vía de escape, para aliviar ansiedad. «En ninguno de los dos casos estamos ante una patología» -aclara Vanessa Fernández, doctora en Psicología-. Sea cual sea el motivo por el que lo hacemos, morderse las uñas no es grave ni peligroso.

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Solo hay que contemplar las manos de Angela Merkel con atención para descubrir que no es tan templada como parece. 

«Lo más preocupante de este acto -prosigue la doctora Fernández-, más allá de algún padrastro que se nos pueda infectar o el aspecto estético que pueda derivarse de esta manía, es la imagen que transmitimos. Una persona que se está devorando las uñas aparece como alguien inseguro y nervioso, e incluso el acto de morderse las uñas puede contagiar esa ansiedad a las personas de alrededor».

La ansiedad es una de las principales causas y es más difícil de erradicar de lo que parece

Rubén Turienzo, experto en comunicación e imagen, va más allá y afirma que este hábito puede afectar a las relaciones personales. «Unas manos roídas -explica- denotan inseguridad, miedo e incertidumbre, y esos elementos rara vez son afortunados para encontrar trabajo, pareja o conversación» .

Este inconveniente se multiplica con el prisma de la popularidad. Además, morderse las uñas es un hábito excesivamente visible, ya que interfiere en el rostro y, por tanto, nunca pasa inadvertido.

Lo más preocupante de este acto es la imagen de inseguridad que transmitimos

Pero ¿por qué precisamente las uñas? La respuesta es evidente. «Porque son más accesibles. Es tal vez la parte del cuerpo más fácil de llevarse a la boca» , señala la doctora Fernández. Asimismo existen personas que se muerden los labios, los mofletes o incluso algún mechón de pelo. Esas manías estarían encuadradas en el mismo plano que el de las uñas. En un nivel superior estarían patologías que pueden ser más graves o derivar en trastornos obsesivos compulsivos, como puede ser arrancarse pelo o dañarse mediante arañazos o pellizcos. «Eso sí requiere tratamiento o ayuda y nos enfrentamos a otro tipo de manifestaciones que están un peldaño por encima de comerse las uñas» .

Existen casos extremos, claro. Algunos especialistas atestiguan daños en los dedos y pérdida crónica de uñas, así como problemas en encías y dientes. Puede ocurrir, pero son excepciones. Lo normal es que las consecuencias tengan relación con la imagen, tal y como hemos descrito, y en algunos casos puede derivar en complejos o vergüenza a la hora de mostrar nuestras manos a otras personas.

Ni esmaltes con mal sabor ni cinta adhesiva ni untarse los dedos con pimentón. Lo que se necesita para acabar con este mal hábito es, sobre todo, fuerza de voluntad.

No es fácil dejar de morderse las uñas. De hecho, no pocos psicólogos aseguran que es una de las manías más complicadas de erradicar, ya que lo hacemos de modo inconsciente.

La doctora Fernández da algunas claves. «La condición indispensable para dejar de morderse las uñas es querer dejar de hacerlo. Si realmente no se quiere, no se va a conseguir. De nada sirven esmaltes y otros inventos, porque nos las acabamos comiendo igual. Para corregirlo, en el caso de que sea un factor de hábito, es decir, que nos las mordamos por distracción, debemos buscar un sustitutivo, como puede ser tener una pelota de goma en la mano mientras leemos o un lápiz. En el caso del nerviosismo debemos trabajar los pasos previos. Antes de morder la uña solemos tocarla, buscar una más larga o un padrastro. Debemos centrarnos en esos pasos previos y frenar ahí y no completar el proceso» . Un truco puede ser llevar siempre una lima a mano para corregir las imperfecciones o recurrir a las uñas de porcelana, muy resistentes y disuasorias cuando la manía es moderada.

El hábito de morderse las uñas suele aparecer en la infancia y puede deberse a muchos factores, desde la imitación a los padres hasta una retirada a destiempo del chupete. También puede haber una predisposición genética a morderse las uñas.

Los estudios con gemelos han demostrado que, cuando el padre y la madre se muerden las uñas, sus hijos tienen el sesenta por ciento de posibilidades de heredar la manía. En cualquiera de los casos es muy probable que ese gesto acompañe al niño el resto de su vida. Y quién sabe cuánto podrá afectar a la imagen del bebé si, finalmente, decide dedicarse a la política o el mundo del espectáculo. Como nunca se sabe qué nos deparará el futuro, mejor aguardarlo tranquilo y con las manos quietas.


¡Por favor, deje de hacer eso!

Morderse las uñas no es para la psiquiatría un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Sin embargo, hay otras manías leves que, en algunos casos, pueden acabar en TOC y afectar a la salud. Descubra cuáles.

  • Lavarse las manos sin parar. La necesidad de hacerlo antes de cada actividad, por inofensiva que sea, responde a un temor a contagios o enfermedades. Suele ser solo una manía, pero puede llegar a ser una patología.
  • Arrancarse el pelo. De cabeza, cara, axilas, pubis… La tricotilomanía es un TOC, en general crónico, muy difícil de tratar. En casos extremos provoca daños físicos. Una depresión o el estrés son sus causas.
  • Crujir los dedos. Es una manía casi tan extendida como morderse las uñas pero, a la larga, puede convertirse en un TOC. Lo que suena no es el hueso, sino las burbujas de gas que se acumulan en el líquido sinovial de la articulación. Más habitual en hombres que en mujeres, puede deberse a nervios o a un ansia de alivio. No está probado que sea perjudicial para las articulaciones.
  • Hurgarse la nariz. Es una costumbre universal. Cada persona lo hace cuatro veces al día. Instintivo e higiénico, es un gesto reprobable si se hace en público. La rinotilexomanía es un TOC y puede causar hemorragias nasales.

 

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