Una ciudad de vacaciones solo para obreros. Este fue uno de los proyectos estrella de Hitler. Nunca llegó a inaugurarse; el estallido de la guerra impidió su apertura. Por José Segovia

¿Le gustaría comprar un apartamento de lujo en un complejo turístico nazi? Ahora es posible, 76 años después de su construcción se ha convertido en un ‘resort’ de lujo. La compañía alemana Metropole Marketing decidió dar vida a una de las construcciones más gigantescas del Tercer Reich: la ciudad balneario de Prora, enclavada en la isla de Rügen, a orillas del mar Báltico.

En ese lugar del noroeste del país, Adolf Hitler ordenó construir una estación vacacional para veinte mil trabajadores que incluía teatro, cine, piscinas y un aparcamiento que podía albergar cinco mil vehículos. El estallido de la guerra impidió la apertura de las instalaciones, que durante un tiempo fueron ocupadas por la Luftwaffe.

Adolf Hitler de vacaciones

Hitler durante unas vacaciones 

La idea de construir el complejo turístico de Prora comenzó poco después del 2 de mayo de 1933, cuando tropas de la Sturmabteilung (SA) ocuparon y desmantelaron los sindicatos, integrando a sus miembros en el recién creado Frente Alemán del Trabajo. Este organismo puso en marcha un programa, llamado Kraft durch Freude (‘Fuerza a través de la Alegría’), para que los obreros pudieran disfrutar de unos días de vacaciones al año. Más de la mitad de los 42.000 trabajadores de Siemens en Berlín nunca habían tenido días de asueto. A lo sumo, acudían los fines de semana a los lagos y bosques que rodean la ciudad.

Vacaciones con cuotas

Fuerza a través de la Alegría fue diseñado por el Gobierno para asegurar el apoyo de gran parte de la clase obrera al régimen nazi. Se financiaba con cuotas del 1,5 por ciento del sueldo de los trabajadores y ofrecía grandes descuentos para hacer excursiones por el país y asistir al teatro o a salas de conciertos.

Crucero para obreros de Hitler

Se construyeron tres barcos destinados a los cruceros de vacaciones de los trabajadores alemana: el Valkiria, El Robert Ley y el Wilheim Gustloff (en la imagen)

El gigantesco balneario de Prora fue uno de los proyectos estrella del nuevo programa, que también organizaba cruceros que navegaban a España, Italia y Noruega, aunque solo el diez por ciento del pasaje era ocupado por obreros. El restante 90 por ciento pasaba a manos de miembros del partido nazi, que siempre conseguían los mejores camarotes.

Proporcionar ocio y diversión a los trabajadores fue una de las grandes obsesiones de los nazis

Informes internos de la Gestapo revelaron que junto con esos pasajeros viajaban algunas prostitutas. Sin embargo, a pesar de esos casos de corrupción, la organización Fuerza a través de la Alegría fue todo un éxito, que llegó a convertirse en el símbolo del bienestar que prometía el nacionalsocialismo a sus trabajadores. Millones de alemanes tuvieron la oportunidad de disfrutar de sus primeros días de vacaciones y de conocer Berlín y Múnich, dos de los destinos más demandados por los obreros.

Piscinas públicas

Los trabajadores que visitaban la capital alemana se reunían en la berlinesa Potsdamer Platz para sentarse en la terraza del café Josty y observar el torbellino de gentes y coches que circulaban por esa céntrica zona de la ciudad. A partir de 1936, miles de obreros que provenían de otras partes del país acudían cada día al estadio olímpico de Berlín y disfrutaban con las piscinas públicas, a las que ya no podían acceder los judíos.

Muchos se acercaban al hotel Adlon, situado en el elegante paseo Unter den Linden, donde se alojaban los famosos, como la actriz Olga Chejova o la directora de documentales Leni Riefenstahl. Aunque no podían acceder a pasar una noche en sus lujosas suites, los obreros también acudían al hotel Esplanade, con su sofisticada pista de baile en el Patio de las Palmeras, donde quizá, con un poco de suerte, podrían ver a algunos de los actores de moda del cine nazi.

Algunos de aquellos trabajadores hubieran dado el salario de un año por poder cruzar unas palabras con la bellísima actriz checa Lída Baarová, que en el verano de 1938 mantenía una aventura amorosa con Joseph Goebbels. Aquel idilio acabó bruscamente cuando Hitler ordenó a su ministro de Propaganda que abandonara a la joven eslava, dado que era de «raza inferior».

Goebbels presionó a varias empresas para que fabricaran radios baratas y así expandir mejor la propaganda nazi

Una vez recuperado del escándalo, el todopoderoso Reichminister presionó a varias empresas para que fabricasen receptores de radio económicos para todos los alemanes. La gente ya no podría evitar escuchar a todas horas los discursos del dictador, ni siquiera en sus días de asueto. Goebbels había ordenado colocar miles de altavoces en los balnearios, calles y comercios de las ciudades alemanas. La propaganda a través del cine y la radio fue el vehículo ideal para vender un programa de vacaciones nunca visto en el país.

ciudad de vacaciones obreros Prora Hitler

La ciudad balneario de Prora, en la isla de Rügen, a orillas del mar Báltico

Cien mil obreros viajaban cada año a la ciudad bávara de Landsberg para conocer la prisión en la que su admirado líder había escrito Mein kampf (‘Mi lucha’) en 1924. La popularidad del Führer alcanzó nuevas cotas cuando decretó el Anschluss (‘anexión’) de Austria en marzo de 1938, lo que animó a miles de trabajadores alemanes a visitar Viena, Salzburgo y otras localidades austriacas.

En 1933, Hitler presionó al empresario Ferdinand Porsche para que diseñara un automóvil que alcanzara los 100 kilómetros por hora; no consumiera más de 7 litros cada 100 kilómetros; tuviera cinco plazas y que no costara más de mil marcos para que cualquier trabajador alemán pudiera adquirirlo. Eran exigencias casi imposibles en esa época, pero Porsche se encerró en su estudio y trató de buscar la forma de agradar a Hitler.

Porsche popular

En febrero de 1938, el modelo definitivo fue presentado a los alemanes. Se denominó KdF, siglas de Kraft durch Freude (‘Fuerza a través de la Alegría’). Pero en octubre de aquel año el nombre de la sociedad pasó a denominarse Volkswagen (coche del pueblo). Se hicieron presentaciones del automóvil en diversas ciudades, pero solo un puñado de trabajadores pudo disfrutarlo. El estallido de la guerra paralizó su producción, ya que el régimen decidió utilizar el talento de Porsche para la construcción de carros de combate, como el Tiger.

Volkswagen para obreros Hitler

Hitler encargó a Ferdinand Porsche el diseño de un coche barato, así nació el Escarabajo.

Los escasos modelos de Volkswagen que circularon por las nuevas autopistas podrían haber sido usados por obreros para viajar a la nueva estación vacacional de Prora, pero el ataque alemán a Polonia lo impidió.

Teatro y conciertos

Gracias a la organización Fuerza a través de la Alegría, muchos alemanes también viajaron a Múnich para visitar algunos ejemplos de la nueva arquitectura del régimen, como la Casa del Arte Alemán (todavía en pie en la capital bávara). En 1937, 1,4 millones de trabajadores se beneficiaron de los paquetes vacacionales. Ese mismo año, la organización llevó a 13,5 millones de alemanes a obras de teatro y a 3,5 millones a conciertos de música.

El objetivo de fondo era acelerar la recuperación industrial y el desarrollo de la maquinaria bélica

El programa de vacaciones nazi hizo posible que millones de obreros acudieran en masa a la exposición Arte degenerado, que exhibió las obras de pintores bolcheviques y judíos , como Marx Ernst, Ernst Ludwig Kirchner, Marc Chagall, Otto Dix, o Paul Klee. Mientras estos artistas fueron perseguidos por la Gestapo, los adeptos al régimen prosperaron en el estrecho mundo cultural del Tercer Reich, como el escultor Arno Breker o los directores de orquesta Herbert von Karajan y Wilhelm Furtwängler.

Proporcionar ocio y diversión a los alemanes se convirtió en uno de los principales símbolos del nacionalsocialismo. El programa Fuerza a través de la Alegría también fortaleció la idea de crear una comunidad racial del pueblo (Volksgemeinshaft). Además, el pleno empleo facilitó la recuperación industrial y el desarrollo de la maquinaria bélica, que abrió las puertas al gran objetivo del Tercer Reich: construir un imperio en Europa central y oriental que durara mil años

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