«Un buen orador no necesita material adicional, Power Points o papeles. Solo conocer el tema del que habla». Es una de las claves para hablar en público, acabar con el pánico escénico y ser un excelente orador. Por Julián Díez

Un buen comienzo

El primer recurso fundamental es arrancar con buen pie, tener muy rodados los primeros minutos para cobrar confianza y entrar en calor. Jeremey Donovan recomienda un guion estricto para el comienzo y propone tres tipos de arranques: una vivencia personal, una afirmación asombrosa o una pregunta que requiere imperativamente respuesta. Siempre con una primera mención al mensaje clave de la ponencia.

Un error no importa

¿Rectificar, y por tanto reconocer la equivocación, o seguir adelante? Los expertos coinciden: no es lo mismo un error puntual en un dato que una omisión. En el primer caso, según Natalia Gómez del Pozuelo, «es preferible admitirlo para no dar la sensación de que se está equivocado. Algo natural, un ‘disculpen ustedes’, y seguir adelante». Otra cosa es una muletilla repetida, que debe eludirse en lo sucesivo, sin reconocer su uso. Tampoco es bueno disimular con comentarios campechanos del tipo «me he hecho un lío, pero ya lo resuelvo».

Los bloqueos

Ante la posibilidad de que surjan, José María Buceta insiste en ser previsores. «Ayuda que la intervención no esté aprendida de memoria, sino con un guion flexible que permita en caso de duda seguir adelante». Si el problema se produce en cualquier caso, «hay que tomar un pequeño respiro para beber agua y, mientras tanto, recuperar la última idea que se recuerde y continuar a partir de ahí; o dar por terminado ese tema y saltar al siguiente; o tener preparado algo específico como escapatoria».

Mensaje claro

El mensaje que se va a transmitir debe estar clarísimo para el conferenciante y debe dejarlo claro para quienes escuchan. Donovan insiste en que para las charlas de TED recomiendan que cada conferenciante tenga claro «un lema inolvidable, que se repita al menos tres veces».

La fuerza de la mirada

El orador que mira al suelo o al techo queda en evidencia. ¿Dónde dirigir la vista? Jeremey Donovan aconseja dividir al auditorio en parcelas e ir alternando la mirada durante un minuto a cada una de ellas. Buceta señala como un error la recomendación habitual de buscar «caras amigas» para afirmarse: «El truco puede calmar la ansiedad, pero al final supone ignorar a los otros. Un error». Otro frecuente en presentaciones de trabajo es la de centrarse en el jefe. Gómez del Pozuelo incide en que «de ese modo los demás se irán mentalmente del discurso, y el propio jefe terminará por asimilar las manifestaciones de impaciencia de los que lo rodean».

Añada algo de ‘pimienta’

‘La tradición estadounidense de la exposición en público que refinan las conferencias TED utiliza de forma continua el humor, de un modo que puede resultar chocante para el profesional español. Sin embargo, Natalia Gómez del Pozuelo invita a terminar con los prejuicios: «Al final, lo que se valora son los resultados. Si un jefe piensa que su subordinado se pasó tal vez un poquito de atrevido, lo olvidará tan pronto como vea que su intervención ha convencido a los clientes o a los compañeros».


DÍA D: TODO BAJO CONTROL

Lo primero es dejar de evitar las situaciones que nos asustan. Cuanto más las evitemos, más crece nuestro temor

¿Qué hacer en el propio día de la exposición?

Los expertos coinciden en una serie de normas básicas para que no haya un detalle de última hora que distraiga al ponente:

  • Tomar alimentos de fácil digestión: transmitir buena imagen sin usar prendas incómodas. Las corbatas no ayudan si asfixian.
  • Llegar con tiempo al local para familiarizarnos con él: comprobar los micros, la buena sonoridad, la disposición del público.
  • Unos ejercicios de respiración pueden resultar de ayuda si estamos habituados a ellos.
  • Con frecuencia resulta positivo charlar unos instantes con los oyentes que hayan llegado en primer lugar. Ver que efectivamente se interesan por lo que tenemos que decir ayudará a humanizarlos.
  • Tener a mano agua y emplearla puntualmente no solo para mejorar la voz, sino para hacer pausas.
  • Leer no es conveniente, pero tener a mano notas para casos de emergencia puede brindarnos seguridad.

ORADORES CON ESTRELLA. ¿POR QUÉ LOS ESCUCHAMOS?

-Cicerón: es, con Demóstenes, el gran orador de la Antigüedad. Destacó por su voz clara, por el buen acompañamiento de gestos, por la estructura del discurso y por el empleo de ideas fuerza.

-Emilio Castelar: Presidente de la Primera República, se lo considera el mejor orador español. Gran comunicador gestual, incluía referencias cultas y apelaciones prácticas a la gente.

Winston Churchill: capaz de movilizar a un país ante una derrota cierta, al inicio de su carrera tenía problemas para hablar ante el público. Lo resolvió elaborando muchos de sus textos y ensayando en el atril.

-Martin Luther King: siguió la tradición del sermón, con la cadencia, convicción y herramientas del predicador. Fue un maestro de los silencios y del uso de las ideas fuerza, como la famosa ·tengo un sueño».

Barack Obama: tenía un equipo de escritores, pero definía las líneas de sus textos. Comunicador nato, estructura su discurso según modelos clásicos, apelando al público con simpatía no forzada y total apariencia de sinceridad.

Steve Jobs: el padre del nuevo modelo de discursos. Antirretórico, todo en él era minimalista. En su desnuda sencillez capta totalmente la atención del espectador por contraste con una sociedad demasiado ruidosa.

-Bill Gates: a diferencia de Steve Jobs, Gates era muy aburrido al hablar ante otros. Eso cambió en 2009 cuando, con entrenamiento, realizó una presentación en TED sobre la malaria y sus actividades filantrópicas que epató al público.

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