Poses demasiado ‘eróticas’, mujeres desnudas, parejas apasionadas… Los museos exponían ciertas piezas en salas privadas por su sexualidad. El Museo del Prado tuvo su gabinete secreto, también el Museo Británico… Esta es su historia. Por Juan Eslava Galán

En vísperas de la apertura del Museo Íbero de Jaén, los técnicos se estarán preguntando sobre el emplazamiento ideal de su escultura más turbadora: un torso masculino que, como diría Quevedo, se presenta «amancebado con su mano», lo que puede resultar embarazoso en un museo para todos los públicos.

La museología actual abomina de los gabinetes secretos, pero hasta fechas bastante recientes era normal que ciertas piezas de contenido erótico, o no tanto -el pecado está en los ojos del que mira-, se reservaran en alguna sala solo accesible para personas de sólida formación, que solían ser las que daban una propinilla al vigilante.

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Museo del Louvre: este hermafrodita fue adquirido por el cardenal Scipione Caffarelli Borghese. Le dedicó una habitación expresamente en su mansión

El gabinete secreto más relevante ha sido, sin duda, el del Museo del Prado. Curiosamente los reyes de España, el país más represivo en materia de moral sexual, fueron grandes aficionados a la pintura erótica. Cuando esas colecciones reales se pusieron a la vista de sus súbditos, se creyó necesario encerrar ciertos lienzos y esculturas en ‘salas reservadas’.

Para los ojos del rey

La pintura dominante durante siglos en España ha sido de temática religiosa. En aquellos tiempos de fervor trentino, el pintor que deseaba reproducir carnes debía limitarse a los san Sebastianes o al trasero de los angelitos alados. Sin embargo, por las mismas fechas en que pías instituciones, conventos y familias católicas patrocinaban esa inflación de imágenes religiosas, Carlos V y su hijo Felipe II encomendaban a reputados artistas, Tiziano principalmente, la reproducción de apetitosos desnudos femeninos con destino a sus camerinos privados (así denominados a veces en los papeles contractuales). En el caso de Felipe IV, otro gran aficionado, sabemos que su camerino era el llamado Cuarto Bajo de Verano, en la zona norte del Alcázar madrileño, el aposento «al que Su Majestad se retira después de comer».

Carlos V y Felipe II encargaban a artistas apetitosos desnudos para sus camerinos privados

Los desnudos encargados a Tiziano se denominaron ‘poesías’, que es como llamaban entonces a las fábulas mitológicas: Dánae, Venus y Adonis… Tiziano, que era un gran profesional, tenía en cuenta las preferencias de su real cliente y procuraba complacerlas. «Como la Dánae que he enviado a su majestad se ve de frente, quiero variarla en esta nueva poesía y mostrarla del otro lado (o sea de espaldas, con exhibición de glúteos) para hacer la cámara donde deben exhibirse más atractiva» leemos en la carta de presentación de su nuevo lienzo Venus y Adonis, fechada en 1554.

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Durero: El placer del rey. Felipe IV dedicaba las siestas a ver los desnudos tizianescos. Incluso comisionó a Velázquez para que comprara para su colección este ‘Adán y Eva’ de Durero

Felipe III, que heredó la colección, fue de distinta inclinación que sus egregios padre y abuelo. Algo mojigato, mantuvo los cuadros fuera de su vista, puesto que a su parecer ofendían «la modestia y la virtud». Su hijo y sucesor Felipe IV salió a los abuelos y fue otro erotómano que, como hemos visto, dedicaba las siestas a la contemplación de los desnudos tizianescos. Incluso comisionó a Velázquez a Italia para que adquiriera cuadros con destino a su colección, entre ellos algunos desnudos como la pareja Adán y Eva de Durero. Carlos III y Carlos IV, los borbónicos monarcas de la Ilustración, movimiento que supone apertura de miras, resultaron pudibundos en materia de arte. Carlos III incluso sintió la tentación de quemar los lienzos eróticos de la colección real, lo que logró impedir su ministro Esquilache, que le aconsejó enviarlos a la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

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Secreto del Prado. En 1827, tras la creación del Museo del Prado, 70 desnudos se confinaron en una sala reservada. Este Tiziano muestra a Júpiter poseyendo a Dánae en forma de lluvia de oro

Después de la constitución del Museo del Prado, más de 70 lienzos que representaban desnudos se confinaron en una sala reservada entre 1827 y 1838. Estos lienzos, según Mérimée, solo se enseñan a las personas portadoras de un billete especial […], pues contienen todas las desnudeces que hubieran podido asustar a las damas. Hoy, los lienzos voluptuosos están repartidos en las distintas salas a las que corresponden por autores, épocas y estilos.

Gabinetto segreto de Nápoles

Quizá la colección erótica más famosa sea la del Gabinetto Segreto del Museo de Nápoles, donde se custodian buen número de obras romanas procedentes de las excavaciones de las antiguas ciudades de Pompeya y Herculano. Fue precisamente nuestro rey Carlos III el que, siendo monarca de Nápoles, inició las excavaciones de las urbes sepultadas por erupción del Vesubio en el año 79 de nuestra era.
Antes de que el cristianismo les impusiera su moral, los romanos usaban en su vida cotidiana multitud de representaciones que hoy consideraríamos eróticas o incluso pornográficas. Lo más sorprendente para la sensibilidad actual es, desde luego, la abundancia de penes, que para ellos tenían un sentido apotropaico (protector de la persona o del hogar) más que sexual. Había además, ya por mero amor al arte, abundancia de esculturas, frescos o mosaicos con escenas de cortejo entre ninfas y sátiros itifálicos.

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Pompeya: solo personas con moral reconocida y un permiso especial podían ver las obras como este fresco romano. Francisco I de Nápoles lo estableció así en 1819 para preservar la moralidad de sus súbditos

En 1819, el futuro rey de Nápoles, Francisco I, visitó, acompañado de su mujer y de su hija, el museo donde se exponían los objetos hallados en las excavaciones. Quedó tan escandalizado ante aquellas obscenidades que ordenó recogerlas en un gabinetto segreto, solo visitable por personas «de edad madura y de moral reconocida» a las que se expendería un permiso especial. Este gabinetto ha sufrido diversos avatares a lo largo de su historia. clausurado en 1850, Garibaldi lo abrió, Mussolini lo cerró de nuevo y hoy está abierto al público, aunque se desaconseja su entrada a los menores de 14 años a no ser que vayan acompañados por sus tutores.

El Secretum del Museo Británico

La reina Victoria de Inglaterra impuso en su largo reinado un estricto código de comportamiento social que excluía especialmente las alusiones sexuales. Esto determinó que la estatua de la diosa Tara, enviada en 1830 por el gobernador de Ceilán, se ocultara del público. ¿Qué había de peligroso en ella? Solamente cierta exageración de senos y caderas propias de la imaginería del periodo.

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 ¡Que tapen a la diosa! La reina Victoria de Inglaterra decidió que se ocultara al público esta diosa que le envió el gobernador de Ceilán

Pronto, muchos otros artefactos considerados indecentes se unieron a la infortunada diosa en una sala que a partir de 1865 se denominó Secretum. Actualmente, Tara y buena parte de los objetos censurados han recuperado su libertad y pueden admirarse en las distintas salas del museo. No obstante, persiste un armario, el número 55, donde se custodian lejos de miradas indiscretas algunos objetos cuya exhibición todavía se considera impropia. Entre ellos se cuenta buena parte del legado del médico y banquero George Witt, que consiste en una colección de casi quinientos objetos fálicos que para el donante representaban «los símbolos religiosos más tempranos de la humanidad».

El Gabinete Sectreto del Museo de Nápoles todavía funciona y prohíbe la entrada a menores de 14 años

En las grandes bibliotecas nacionales existen también secciones que, por su tema pornográfico, tienen limitada la consulta. En la Biblioteca Británica, la llamada Private Case contiene libros y colecciones de estampas cuya contemplación, según uno de los especialistas, «sonrojaría a la prostituta más encallecida».

La sección equivalente en la Bibliothèque Nationale de París recibe el apropiado nombre de Enfer (‘infierno’). Entre sus fondos, hoy públicos, figuraban libros tan curiosos como El espía libertino o el calendario del placer, editado en 1882, que incluye «la lista de las chicas bonitas de París, sus direcciones, talentos y habilidades, seguido de los precios de sus encantos». En la misma sección figura un panfleto titulado Lista de todos los curas sorprendidos en flagrante delito con prostitutas en París.

La Biblioteca Nacional española posee, igualmente, algunas obras de muy restringida consulta, entre ellas una copia del Papiro Koller, pariente del Papiro Erótico-Satírico de Turín, una especie de Kamasutra desarrollado en el país del Nilo.

La mayor biblioteca del mundo, la del Congreso de los Estados Unidos, tiene su apartado de consulta restringida señalado con la letra griega delta, mientras que la de la Biblioteca Bodleiana de Oxford se titula con la letra griega pi.

Pompeya ¡Censurado!

Solo personas con moral reconocida y un permiso especial podían ver obras como este fresco romano de Pompeya. Francisco I de Nápoles lo estableció así en 1819 para preservar la moralidad de sus súbditos. En la actualidad se expone en el Gabinete Secreto del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.


PARA SABER MÁS

La sala reservada del Museo del Prado y el coleccionismo de pintura de desnudo en la corte española, por Javier Portús.

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