Sus constantes desafíos a la muerte lo convirtieron en el mayor escapista de la historia. Pero Harry Houdini fue mucho más que un mago, era agente secreto para los gobiernos de Gran Bretaña y EE.UU

El secreto formó parte tan integral de la vida de Harry Houdini que muy bien podría haber sido su apellido. Hoy lo recordamos como el mayor especialista en fugas de la historia: un judío estadounidense nacido en Budapest en 1874, bajito, robusto y de carácter fuerte, capaz de escaparse de todo tipo de encierros y de zafarse de esposas, cadenas, camisas de fuerza, instrumentos de tortura o lo que fuera. Pero Houdini, más bien, fue un ilusionista sin parangón. Aunque millones de personas creían que sus fugas tenían origen en la fuerza bruta, la flexibilidad extrema de su cuerpo y su sobrehumana voluntad, siempre tenía un as en la manga: era frecuente que su instrumental hubiese sido alterado o trucado.

Houdini, conocer, historia

Su mayor secreto, sin embargo, no está relacionado con su profesión. En The Secret Life of Houdini (Atria Books), la biografía más completa del genio del escapismo, William Kalush y Larry Sloman aseguran que Houdini fue algo más que el mejor showman de la historia. Según ellos, trabajó como agente secreto y reunió información ultrasecreta en Alemania antes de la Primera Guerra Mundial; estuvo implicado en la vigilancia de elementos anarquistas en Rusia; e, incluso, mantienen que sin los servicios prestados al espionaje internacional no se habría convertido en leyenda.

Su primera labor como espía fue descubrir los secretos armamentísticos del kaiser Guillermo. La excusa: un show ante la poderosa familia Krupp

Al cumplir los 20 años, el mago Ehrich Weiss, que así se llamaba, tenía una esposa, un nuevo espectáculo y un nuevo nombre: Harry Houdini. Harry y su querida Bess se unieron a un circo ambulante bajo el nombre artístico de Los Houdinis, sin que sus números de magia atrajeran demasiada atención. Necesitaba un golpe de suerte, y llegó en una cervecería de Minnesota en 1899. Tras librarse de unas esposas, un empresario, Martin Beck, le ofreció encabezar un vodevil ambulante por 60 dólares. Houdini pasó a actuar en teatros de Nueva York o Los Ángeles. Su fama empezaba a cimentarse.

El mago idolatró a dos mujeres en su vida: su madre, Cecilia, y su esposa, Bess. En sus cartas a Bess la llamaba «mi corderita querida»

Según Kalush y Sloman, hizo un pacto con la crema de los detectives norteamericanos: si lo ayudaban a alcanzar el estrellato, él les enseñaría los trucos de su oficio. Si tal aseveración es cierta, ello explicaría uno de los numerosos misterios del gigantesco enigma que fue la carrera de Houdini. Era corriente que el mago se acercara a las comisarías a exhibirse librándose de esposas, grilletes, camisas de fuerza y calabozos, todo en nombre de la publicidad gratuita. «Desafío públicamente a todas las Policías del mundo a que sean capaces de mantenerme encerrado», proclamó.

Houdini y su esposa Bess, conocer, historia

Houdini y su esposa Bess

Sus biógrafos van más allá al afirmar que trabajó para los servicios secretos a ambos lados del Atlántico. En Londres, en 1900, se encontró con William Melville, superintendente de la Special Branch de Scotland Yard, ante quien se libró de unas esposas y enseñó algunos trucos con ganzúa. Al poco, Melville se convirtió en jefe del servicio secreto británico y empleó a Houdini en labores de espionaje.

Ese año, el mago estuvo de gira en Alemania. Era un momento de fuertes tensiones diplomáticas; Gran Bretaña y EE.UU. veían en el káiser una amenaza al orden mundial. Guillermo II estaba reforzando el poderío de su flota, cuestionando la supremacía naval británica, además de apoyar a los boers sudafricanos en su lucha contra el Reino Unido.

Kalush y Sloman creen que Houdini bien pudo haber investigado secretos armamentísticos alemanes. Durante una actuación en Essen, la empresa Krupp, famosa por la producción masiva de munición, lo retó a liberarse de unas esposas que había fabricado. Así, Houdini obtuvo permiso para visitar la fábrica.

Harry Houdini, conocer, historia

Con 52 años, aún era el más grande. A esa edad se encerró en un cofre de acero sumergido en una piscina. Su capacidad pulmonar y su experiencia para evitar el pánico le permitieron aguantar una hora y media

Aclamado por el público, envidiado por los delincuentes y bien conocido por la Policía, Houdini era muy popular en Alemania, algo poco indicado para dedicarse al espionaje. Si el Gobierno alemán supo de tales labores, no parece que se diera por enterado. La biografía subraya, incluso, que las autoridades mostraron un alto grado de cooperación con el artista. Houdini volvió a Alemania varias veces antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, y era tan popular allí que se rumoreó que en realidad era un agente de los alemanes. Houdini más tarde escribió sobre su participación en un intercambio internacional de información: el mago proporcionó a los alemanes datos de elementos criminales recopilados por la Policía norteamericana. A cambio, los alemanes le entregaron información similar para transmitirla al otro lado del charco.

La siguiente gran aventura lo llevó hasta Rusia. Al llegar a Moscú en 1903, se presentó ante la Policía, a la que desafió a encerrarlo en un ‘carrete’, una jaula rodante usada para llevar presos a Siberia. Al parecer, Houdini hizo un agujero en el piso metálico del vehículo para poner en práctica su fuga. La Policía se mostró poco acomodaticia. Houdini dio a entender que los rusos lo sometieron a un reconocimiento anal antes de la prueba.

Rusia y Harry no se entendieron muy bien. A Houdini le deprimió la apabullante presencia policial, se quejaba de que lo seguían «espías-detectives» y se quedó atónito al ver que los judíos moscovitas tenían prohibido entrar a los teatros. Fue este antisemitismo del este de Europa el que llevó a su padre, un rabino, a emigrar a EE.UU. décadas atrás.

El zar Nicolás, admirado ante su talento, le ofreció ser su consejero personal. El mago, en cambio, estaba más interesado en la actividad de los anarquistas

Con todo, su celebrada evasión del carrete le abrió las puertas de la familia real, hasta el punto de ofrecerle el puesto de consejero personal del zar Nicolás II. Houdini se interesó sobremanera sobre las actividades anarquistas en Rusia y envió informes a su país. El anarquismo era considerado entonces como la mayor de las amenazas internacionales. Dos años antes, el anarquista Leon Czolgosz había asesinado en Búfalo al presidente William McKinley.

Lo cierto es que el mago, en algunos aspectos, se comportaba como un espía, obsesionado por esconder o matizar detalles sobre su vida personal, convertida en un misterio. Así, fotografías suyas que él situaba en 1901 podrían ser de 1908. En sus solicitudes de pasaporte señalaba diferentes estaturas; ojos marrones, azules o grises; que era rubio o moreno; nacido en 1873, 1874 e, incluso, en 1876. En sus ratos libres, además, inventaba cosas como una tinta invisible o sobres con cierres resistentes al vapor.

Houdini era un fanfarrón desmesurado, siempre ávido de jactarse en público de sus logros. Si de veras llegó a trabajar como espía, la incapacidad de alardear de sus triunfos debió de resultarle frustrante en extremo.

El soborno y el material manipulado eran parte de sus trucos. Pero fue el dominio de sus articulaciones, músculos y huesos lo que hizo de él una leyenda.

En cualquier caso, y en esto coinciden todos los estudiosos del gran escapista, cuanto más se estudia a Houdini, más se aprende. Y es cierto. Poca gente sabe, por ejemplo, que en 1910 fue uno de los pioneros del aire al sobrevolar Australia en avión. Debió de ser un piloto osado y habilidoso. Kalush y Sloman apuntan que no lo hacía por afán de aventura o por establecer récords de aeronáutica, sino que formaba parte de una campaña secreta para fomentar el uso del avión como arma de guerra. Otra misión encubierta.

Houdini se quejaba a menudo de que el arte de la fuga era fatigoso y poco rentable, por lo que necesitaba de otras fuentes de ingresos. Asimismo, deseaba legar algo más profundo, como dejó claro en su momento: «Mi mente y mi capacidad deberían servir para algo más que para entretener a la gente». Si de veras se dedicó al espionaje, es posible que encontrara su realización en dicho campo.

Uno de sus más espectaculares y repetidos desafíos. Colgado de un edificio o de una grúa, Houdini quedaba boca abajo dentro de una camisa de fuerza. En apenas tres minutos se deshacía de la prenda.

Tras la muerte de su madre, Houdini se embarcó en una cruzada contra los médiums, a quienes acusaba de desplumar a afligidos y crédulos en sesiones de espiritismo, corriente muy de moda en la época. El mago llegó a pedir su ilegalización ante el Congreso; un activismo que le valió numerosas amenazas de muerte.

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Houdini no se ahogó mientras colgaba boca abajo en la famosa «tortura del agua», reflejada en la película de 1953, protagonizada por Tony Curtis. Al parecer, el mago sufrió una apendicitis, pese a lo cual siguió adelante con la que iba a ser su última gira. El 22 de octubre de 1926, en el camerino de un teatro de Montreal, un universitario le pidió permiso para soltarle un puñetazo en el abdomen a fin de poner su vigor a prueba. Tres días después fue hospitalizado con tremendos dolores. El día de Halloween murió de peritonitis, una infección interna gravísima provocada por la ruptura del apéndice. Tenía 52 años. Kalush y Sloman sugieren que ese estudiante bien pudo ser un espiritista decidido a darle una lección o, incluso, a acabar con él.

Houdini le prometió a su mujer que, si moría antes que ella, entraría en contacto desde el más allá. Si había alguien capaz de escapar a la muerte, ése era él. Bess nunca volvió a oír de él.

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