Tras sus dos fracasos matrimoniales, Felipe II se casó con Isabel de Valois, con la que tuvo dos hijas: Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela. El monarca amó a Isabel y quedó destrozado cuando esta falleció, cuatro años después. Fue en aquel tiempo cuando se gestó la leyenda negra de su reinado. Por José Segovia

El príncipe don Carlos, primogénito de Felipe II y de su primera esposa, María de Portugal, sufría una enfermedad crónica, consecuencia de la consanguinidad de la unión de sus padres. Él era consciente de las reticencias que mostraba su progenitor sobre sus derechos dinásticos, lo que le causó muchísima frustración. Su odio hacia Felipe II hizo que apoyara las reivindicaciones de la nobleza flamenca, lo cual provocó la ira de su padre, que ordenó encarcelarlo en el torreón del alcázar de Madrid, donde falleció en extrañas circunstancias, en 1568.

Los forjadores de la mala imagen de Felipe II lo acusaron de haber ordenado la muerte de su hijo don Carlos

Su trágica muerte y las supuestas relaciones que mantuvo con su madrastra, Isabel de Valois, hicieron del príncipe un héroe romántico para los forjadores de la leyenda negra, que acusaron al monarca español de haber ordenado el asesinato de su hijo. Isabel se llevaba bien con Carlos, pero no mantuvo una relación sentimental con su hijastro.

En 1579 se produjo el procesamiento del secretario del rey Antonio Pérez y de la princesa de Éboli, sospechosos de conspirar contra la Corona. Pérez se refugió en Francia y publicó folletos virulentos contra el monarca español que servirían de base para la elaboración de la leyenda negra. «¿Ha hecho algo España en el mundo, como no sea quemar herejes y perseguir eminencias científicas, destruir civilizaciones y dejar por doquier huella sangrienta de su paso?», se preguntaba en 1914 Julián Juderías en su libro La leyenda negra, título que a partir de entonces designó la visión de España que urdieron anglosajones y flamencos, a la que retrataron como una nación cruel y tiránica, enemiga del progreso y de las innovaciones. En sus panfletos, los creadores de aquella campaña propagandística concluían que España era una nación gobernada por déspotas que utilizaron la Inquisición para someter a sus incultos súbditos, y Felipe II era el peor de todos ellos.

Pero ¿por qué tanta saña contra él? Por la posición de poder que adquirió España tras el descubrimiento de América y el desarrollo del imperio. A partir de entonces, los españoles fueron retratados en el exterior como individuos atrasados, fanáticos, crueles y poco agraciados.

Caídos en desgracia

Felipe II acusó a su secretario Antonio Pérez de tener tratos con herejes y de conspirar contra él en connivencia con la princesa de Éboli: a ella la mandó encerrar en Pastrana; Antonio Pérez consiguió huir a Francia. Desde allí difundió folletos contra Felipe II.

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La historiografía contemporánea desmiente la leyenda negra, cuyos tópicos retrataban a los españoles como crueles, atrasados, altivos y poco dotados para las artes y las ciencias. Esa era la imagen que los enemigos del imperio español difundieron por el mundo.

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