La ciencia se resiste a aceptar que los demás animales puedan tener emociones y, no digamos, empatía. Por Eduardo Punset

Si ya es difícil estudiarlas objetivamente en humanos, imaginen en otras especies que no pueden contarnos qué les pasa por dentro. La buena noticia es que difícil no significa imposible.

En los últimos años hemos recogido evidencias que sugieren la existencia de sentimientos en otros animales. Frans de Waal señala que hoy conocemos las zonas del cerebro donde se generan las emociones en humanos. Dichas zonas se encuentran en otras especies, como el chimpancé o el perro, y lo más probable es que estos seres tengan funciones relacionadas con la agresión, el afecto, la diversión. Estructuralmente, el cerebro de un humano y el de un chimpancé son idénticos, solo difieren en el tamaño. ¿Por qué no deberían ambas especies poseer emociones similares?

Cree probable que perros y simios tengan funciones relacionadas con el afecto y la empatía

En cuanto a la empatía, es decir, la capacidad de sentir lo que sienten los otros, Frans de Waal está convencido de que todos los mamíferos poseen alguna forma de empatía por sencilla que sea. Tuve la gran suerte de encontrarlo en Puebla, México, donde me contó algunos casos fascinantes que apuntaban hacia la existencia de esa empatía animal.

En un experimento canadiense, por ejemplo, unos ratones fueron más sensibles al dolor tras atestiguar la reacción de sus compañeros de jaula a unos estímulos dolorosos. Un grupo de elefantes tailandeses dio muestras de consuelo a un compañero que se sobresaltó ante la presencia de una serpiente. Otro caso es la delicadeza con que una madre de chimpancé cuida a su hijo herido, pues es consciente de su dolor.

Lentamente vamos constatando que los demás mamíferos también sienten emociones y que esto, según Frans de Waal, es además el motivo por el que nos llevamos tan bien con los perros y los gatos.

¿Quién es?

Biólogo y psicólogo, de 68 años. Catedrático de Comportamiento de Primates en la Universidad Emory, en Atlanta (Estados Unidos). También es director del Living Links Center, un instituto de investigación de la evolución humana a partir de los grandes simios.

¿De dónde viene?

Nació en Bolduque (Países Bajos). Desde pequeño sintió gran pasión por los animales, que lo llevó a estudiar y doctorarse en Biología tras investigar en zoología y etología. En 1981 se mudó a Estados Unidos, donde vive con su mujer y sus gatos.

¿Qué ha aportado?

De Waal destaca por sus estudios en los paralelismos entre el comporta- miento social de simios y humanos, en temas como empatía, cooperación, conflicto… Gran divulgador, ha dejado constancia de su trabajo en libros como La edad de la empatía o El mono que llevamos dentro.


La anécdota

A causa del jet lag, no pude reprimir un bostezo mientras charlaba con Frans de Waal. Aprovechó para explicarme que el bostezo es un acto relacionado con la empatía, de función desconocida pero que podría servir a las especies para sincronizar sus ciclos de sueño.

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