Desde comienzos de año, China se niega a comprar nuestra basura. Resultado: Europa y Estados Unidos se sientan ahora sobre millones y millones de toneladas de residuos y no saben qué hacer con ellos. Por Carlos Manuel Sánchez y Fernando Goitia / Fotos Carlos Carrión / Ilustración Mekakushi

Imagine un atasco. Un atasco solo de camiones. Camiones de basura, por más señas. Empieza en Madrid, se prolonga por media docena de países durante más de 3000 kilómetros y termina en Bucarest (Rumanía).

¿Donald Trump cierra las fronteras al acero? China contraataca: quédense con su porquería

Todos esos camiones, uno detrás de otro, son los que hacen falta para transportar los 3,5 millones de toneladas de basura que, según el Banco Mundial, se generan en el planeta cada día. ¿Le parece disparatado? Pues en 2025 el atasco será de ida y vuelta, ya que produciremos el doble.

El mundo, es evidente, tiene un problema. Un problema que permanece semioculto en los países industrializados. Solo nos percatamos de que algo huele a podrido cuando nuestros servicios de recogida se ponen en huelga y las bolsas de basura se amontonan en las calles. Que en Europa y Estados Unidos respirásemos tranquilos dependía, en buena medida, de la capacidad de China para absorber todo lo que no podemos reciclar. Pero China ha dicho basta. Ya no quiere recibir basura del resto del mundo. Y desde el mes pasado ha prohibido la importación de yang laji, como llaman a los desechos extranjeros.

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De repente, el sector mundial de los residuos -que suplicó en balde una moratoria- ha entrado en pánico. Las inmensas tragaderas de inmundicias de Cantón, Zhejiang y Shandong, conocidas como las ‘provincias vertedero’, han dejado de admitir 24 tipos de desperdicios. Cartón, textiles, plásticos, electrónicos… A no ser que estén ‘limpios’.

Esto es, ya solo importarán material que no tenga más de un 0,5 por ciento de impurezas; ‘impropios’ en la jerga del sector. Vamos, que si se envía a China una bala con plástico, papel o latas, y en la aduana ven que en el papel hay grapas o que viene impregnado de comida, aceite o cualquier líquido que no sea agua; o que en los envases y botellas hay colillas, alimentos, cáscaras, tierra…, ese contenedor va a volverse por donde ha venido. Y eso es mucho dinero para quien lo envía.

En realidad, estamos ante una guerra comercial (y también propagandística) de alcance planetario, pues la basura es un problema, sí, pero sobre todo es un negocio global que mueve 400.000 millones de euros al año. Las hostilidades comienzan en el contenedor amarillo, el de los plásticos. Ahí está el meollo del asunto. Europa no sabe qué hacer ahora con los 11 millones de toneladas que le ‘colocaba’ a China en un año. Estados Unidos, por su parte, fletaba diariamente 1500 containers en buques mercantes. Los residuos ocupan el sexto lugar en la lista de exportaciones norteamericanas al mercado chino. ¿Donald Trump cierra las fronteras al acero? China contraataca: quédense con su ‘porquería’. Los aduaneros de Hangzhou ya han devuelto el primer cargamento de desechos sólidos a Estados Unidos: 469 toneladas.

El sector de los residuos ha entrado en pánico. La basura es un problema, sí, pero sobre todo es un negocio planetario que mueve 400.000 millones al año

Latas de aluminio, briks, metales, baterías, equipos electrónicos; la lista de productos que consumimos de forma voraz es larga. Entre ellos, sin embargo, el plástico se lleva la palma. Al fin y al cabo llevamos produciéndolo en masa desde los años cincuenta. En apenas dos décadas, la producción alcanzó los 50 millones de toneladas. Hoy supera los 300 millones… y subiendo.

Desde que, a mediados de los años noventa, nació el sector del reciclaje industrial, al calor de las nuevas leyes de protección del medioambiente en Europa y Estados Unidos, la basura -entendida como recurso- se vende y se compra. Circula, sobre todo, en dirección a Asia, en una Ruta de la Seda a la inversa en la que el plástico es la mercancía estrella. Y China, la gran fábrica del mundo ávida de materias primas que reaprovechar, es su principal destino, comprando residuos por valor de 14.000 millones de euros al año.

¿Por qué pagaba China ese ‘pastizal’ por nuestra basura?

En el caso del plástico, por ejemplo, porque carece de petróleo para fabricar polímeros, las macromoléculas que componen toda la gama de etilenos, vinilos, ftalatos, policarbonatos y propilenos que están en los botes de champú, envases, carcasas de móviles, muebles de jardín, bandejas de comida preparada, juguetes… Así que necesita importar plástico para fabricar y empaquetar los productos ‘made in China’ que exporta.

La normativa europea es muy estricta. Solo se puede enviar fuera de la UE basura de cierta ‘calidad’, es decir, que cumpla ciertos requisitos medioambientales y que esté bien separada y clasificada. Sin embargo, a China fue llegando cada vez más plástico, papel y demás materiales mezclados con todo tipo de detritos adheridos. Además, hay residuos muy difíciles de reciclar -como las cápsulas de café-, tanto que la ley ni siquiera las considera envases.

En 2013, China se puso seria. Y lanzó la Operación Valla Verde, imponiendo, por razones sanitarias, mayor severidad en las aduanas. La siguió la Operación Espada Nacional, el año pasado, con inspecciones en sus 1800 plantas de reciclaje. Una de cada cuatro fue clausurada. Y hubo decenas de detenciones, además de constatar que se empleaba a niños para separar a mano los elementos no reutilizables -que acaban quemados o en vertederos- de todo ese batiburrillo.

Solo en plásticos, los chinos acaparaban el 56 por ciento de las importaciones mundiales. En 2016, por ejemplo, los recuperadores europeos, alemanes y británicos a la cabeza, vendieron a China más de 1,6 millones de toneladas de plásticos para el reciclaje por valor de 400 millones de euros. De esa cifra, los españoles se llevaron 32,5 millones tras enviar 138.000 toneladas, el 46 por ciento de sus exportaciones.

Cerrado el grifo chino, ahora ¿qué hacemos con esa montaña de desechos? ¿Quemarlos? ¿Enterrarlos? ¿Enviarlos a otros países? ¿Dejar de verlos como residuos para convertirlos en ‘recursos’ y reutilizarlos? Esto último sería lo ideal; y lo que, de hecho, exige la normativa europea. Pero estamos muy lejos de ello. En España, el sector del reciclado plástico gestiona más de 800.000 toneladas cada año. ¿Parece mucho? Es apenas el 38 por ciento de lo que consumimos. El resto acaba en vertederos, en el mar, o en lugares donde no llegan los servicios de recogida. Y eso es solo el plástico. Si juntamos todos los desechos urbanos que producimos, apenas recuperamos el 29,7 por ciento.

Mientras tanto, el sector busca alternativas donde enviar los excedentes derivados del cierre comercial chino. Hay un puñado de candidatos: Malasia, Tailandia, Filipinas, Bangladés, Indonesia, Pakistán… Pero no tienen la capacidad del gigante asiático, que engullía el 70 por ciento del plástico que se desechaba en el mundo. Incluido el suyo.

¿Qué hacemos ahora con la basura? ¿Quemarla? ¿Enterrarla? En España reciclamos el 30 por ciento. El resto: al vertedero

Países como Vietnam, por ejemplo, están bajo sospecha. En 2015 se destapó que varias empresas de Hanói convertían jeringuillas, sondas y material hospitalario contaminado en cucharas de plástico y pajitas. Organizaciones ecologistas denuncian, además, que el 85 por ciento de su basura acaba en vertederos. O se lanza al mar. No en vano 12 países asiáticos -China a la cabeza- figuran entre los 20 que más desechos arrojan a los océanos. Aunque el problema es extenso y global: cada año, 12 millones de toneladas de basura terminan flotando en todo el planeta. Sí, en Europa también.

Solo La India se acerca a China en capacidad

Pero bastante tienen los indios con su propia basura. Producen 62 millones de toneladas anuales y solo procesan el 30 por ciento. Los vertederos indios pueden alcanzar alturas imponentes, aunque no tanto como los de Lagos (Nigeria), equivalentes a un edificio de diez pisos. Más cerca, en Marruecos, el Gobierno estaba dispuesto a recibir basura europea. Llevaba tiempo importando residuos de Italia, pero una campaña de recogida de firmas en redes le está haciendo pensárselo… De momento, el flujo desde Nápoles a los hornos de las cementeras de Al Yadida se ha frenado. Y los marroquíes no parecen muy dispuestos a seguir respirando humo tóxico.

Que la mafia sea el principal gestor medioambiental de Italia, con la complicidad de muchas autoridades municipales, no tranquiliza. Camorra, N’Drangheta y Cosa Nostra no suelen equivocarse al elegir negocios lucrativos, y el de los residuos es ya su tercera fuente de ingresos. La ‘ecomafia’ italiana se embolsó unos 4100 millones de euros en 2015. Que una franja de 800 kilómetros cuadrados entre Nápoles y Caserta, donde se han enterrado toneladas de residuos tóxicos, sea una pestilente miasma es solo un efecto colateral.

Incluso Silicon Valley ha visto negocio. La empresa Rubicon quiere convertirse en el Uber de la basura y ha desarrollado una aplicación que conecta a los que generan desperdicios -hogares, negocios, oficinas- con compañías de transporte y reciclaje. Ya tiene 30 millones de dólares de financiación.

¿Soluciones? Consumir menos plástico es la más obvia. Pero la decisión china no la va a propiciar. Al contrario, los grandes fabricantes de polímeros, como Chevron Philips y DowDupont, han incrementado la producción porque prevén un aumento de la demanda. Y, de paso, han subido en Bolsa como la espuma. Un impuesto sobre el plástico es otra opción.

Aunque siempre nos quedará la imaginación… La compañía Terraform ha presentado un proyecto para construir en Nueva York seis rascacielos y 5000 apartamentos con ladrillos fabricados con basura compactada. Y las bacterias que pululan por los vertederos pueden convertir en combustible y electricidad los desechos orgánicos, según una iniciativa de la Universidad de Míchigan. La idea más expeditiva es enviar la basura no reciclable al espacio; Zerowin, un grupo europeo, trabaja en ello. Y que el sol la queme…

Plástico

David Eslava: «España debería reciclar todo el plástico que consume»

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David Eslava, Presidente de la Asociación Nacional de Recicladores de Plástico (Anarpla) y director general de Eslava Plásticos.

En España se generan cada año más de 2,1 millones de toneladas de residuos de plástico. De todo eso, más del 60% acaba en vertederos, incinerado o abandonado. Es decir, hay muchísimo margen para reciclar. «A los recuperadores nos llegan algo más de 800.000 toneladas -cuenta Eslava-. La mayor parte de ello lo convertimos en materia prima para volver a hacer productos de plástico, pero también exportamos material en bruto». China recibía de España 138.000 toneladas de ese plástico. Hasta hoy. «Las restricciones que ha impuesto Pekín a los residuos extranjeros nos han obligado a buscar otros destinos, sobre todo en el sudeste asiático, y a invertir en procesos de selección, separación y limpieza para mejorar la calidad del producto que exportamos. Lo ideal, en todo caso, es que España recicle todo el plástico que consume. En un país sin petróleo como el nuestro este es un recurso que debemos aprovechar. La industria y las administraciones, en primer lugar, deberían priorizar los reciclados de plástico a los productos fabricados con plástico virgen».

Aluminio

Enrique Moreno: «El aluminio,más que un residuo,es un recurso muy valioso»

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Enrique Moreno, Director General del Grupo Lyrsa

España apenas recupera el 45,5% de los envases de aluminio que salen al mercado. Es decir, más de la mitad acaba en vertederos. El dato es alarmante, pero, para Moreno, esto implica que su sector tiene mucho por hacer. El cierre de China, sin embargo, no ayuda. «El reciclado vivía una expansión prolongada que se ha cortado por la guerra comercial entre Estados Unidos y China. El precio del aluminio reciclado ha caído un 10% y parte del comercio se ha parado. Pero no hay que dormirse, sino perfeccionar nuestra calidad y nuestros procesos. Piensa que los metales tienen vida eterna si los reciclamos y que, más que residuos, son recursos muy valiosos».

Metales

Alejandro Vela: «Los chinos siempre han sabido lo que compraban»

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Alejandro Vela, gerente de Metales Vela

«Eso de que China era el vertedero del mundo no es real. Han sido el mayor consumidor de materias primas durante 20 años, incluidas las que proceden del reciclado, y pagaban por ellas. Siempre han sabido lo que compraban. Como tenían mano de obra muy barata, podían separar adecuadamente materiales que en Europa no es rentable procesar. Ahora han empezado a preocuparse por el medioambiente y el Gobierno ha cerrado el 90% de sus empresas de chatarra. ¡Que muchas eran una campa en un arrozal donde el aceite de las máquinas acababa en un río! El caso es que han perdido capacidad para absorber lo que absorbían y nosotros hemos tenido que buscar nuevos mercados».

Papel

Francisco Donoso: «El recorte de China al papel ha provocado un colapso mundial»

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Francisco Donoso, director general de ALBA Servicios Verdes y vicepresidente del Bureau of International Recycling

«El sector del papel exportaba a China más que nadie y el recorte de las importaciones ha provocado un colapso mundial. Hablamos de un excedente de ocho millones de toneladas de papel y cartón en el mundo occidental con el que nadie sabe qué hacer. Los precios se han desplomado en un 70% y hay calidades que ya no sale rentable reciclar. Todo el material de la recogida doméstica, por ejemplo, no se va a poder enviar. Eso ya no lo quieren. Nosotros les hacíamos la recogida a varios ayuntamientos a cambio del papel de sus contenedores azules, pero ahora ya no nos compensa. Aunque el gran problema es que China sigue fabricando cajas de cartón que acaban en Europa y que nos toca reciclar a nosotros. Pero, si ellos nos cierran la puerta para devolverles el material reciclado para hacer sus cajas, la cantidad de residuos en España se multiplicará».

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