¿Cómo nos afecta si es de día o de noche?

No solo importa lo que comemos y cuánto, sino cuándo comemos. A lo largo del día, nuestros sistemas biológicos están preparados para responder de modo distinto. La luz marca los ciclos. Y la información de la luz llega a los genes reloj, en la parte baja del cerebro. Si es de día, esos genes hacen activar las hormonas que predisponen a la actividad, como el cortisol y la adrenalina. Con la oscuridad hacen aumentar la producción de melatonina y otro gran número de hormonas que inducen al sueño. El 30 por ciento de nuestros genes responden a los impulsos de los genes reloj: el apetito, la energía, el sueño…

¿La luz eléctrica nos perturba?

Sí. En España se ha experimentado en casas sin luz artificial y se ha visto que la capacidad de descanso es mucho mayor en ellas. Porque carecen de la contaminación lumínica que perturba los ciclos de sueño. Hoy, dormimos rodeados de pilotos luminosos: del teléfono, la radio o el despertador. Parpadean sin cesar. Nuestros sensores no entienden si toca activarse o dormir y no saben qué decir a nuestros genes. Y dormir poco o mal aumenta el riesgo cardiovascular, de obesidad y de hipertensión. Cuantas más luces nocturnas, también más diabetes.

Nos cuidamos del sol, pero… perdemos la vitamina D

Ningún nutricionista que se precie de serlo ignora hoy los últimos hallazgos sobre la vitamina D, que, más que una vitamina, es en realidad una hormona implicada en muchas funciones fisiológicas. Si no nos exponemos lo suficiente al sol, nuestro cuerpo nota la falta. Hay que exponerse con sensatez, pero exponerse.

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