¿Bufé o mesa puesta? Descubra las claves imprescindibles para organizar la comida perfecta y no morir en el intento. Por Jesús Cano

Dicen que nada es más festivo que los preparativos de la propia fiesta. Pero estos también se pueden convertir en una pesadilla. Menú, decoración, tipo de servicio… Los grandes anfitriones recomiendan -y este consejo sirve para cualquier ocasión- no complicarse. Prima la naturalidad. Una cena o una comida familiar -quitando que se apellide usted Rothschild o Vanderbilt- es eso: un acontecimiento familiar.

Como preparar una cena de Fin de Año exprés

Una de las primeras decisiones, clave para el éxito de la velada, es pensar cómo servir la cena. No hay una regla escrita. Si la casa es pequeña, hay una mesa para cuatro y esperan el doble de invitados, la opción es un bufé. Lo importante es no hipotecar el espacio poniendo una mesa gigante que no permita tomar el aperitivo o la copa posterior de pie o en la zona de estar.

Pero aunque tenga espacio suficiente y pese a que haya convocado a cerca de una veintena de personas, si sus invitados se concentran en torno a la mesa bufé y no se mueven de un rincón, será un fracaso.

Por lo general una cena bufé permite invitar a un mayor número de personas. Esta modalidad evita complicaciones de colocación en la mesa porque no hay jerarquías ni normas para sentarse. No hay una única conversación y permite relacionarse con distintos grupos de invitados. Sin duda se trata de una opción más relajada e informal. Pero, atención, no es la panacea.

En un bufé hay que calcular más comida de la habitual para que se pueda repetir

Hay que calcular exactamente el número de asistentes teniendo en cuenta el espacio disponible para que se distribuyan por todas las habitaciones que se hayan dispuesto y evitar atascos y apelotonamientos. Nunca se debe ubicar en una estancia pequeña, mejor en una zona de paso donde no sea apetecible quedarse.

El bufé requiere mayor cantidad de vajilla y cubiertos que una cena en la que se esté sentado para que los invitados puedan repetir si lo desean. Además, será necesario servir entre dos o tres entrantes y, si apuestan por un solo principal, poner al menos un par de guarniciones y varios postres.

Hay que tener en cuenta que se ha de prever mayor cantidad de comida por comensal y que la mesa donde esté el bufé nunca se debe quedar desguarnecida.

Lo recomendable es escoger platos en los que no haya que usar demasiado el cuchillo que sean fáciles de partir o que no tengan demasiadas espinas. Disponga la mesa según la lógica: primero, los platos y los cubiertos; luego, los entrantes; y, finalmente, el plato principal. Para evitar colas, coloque la bebida y los postres en otra mesa lejos de la primera.

Es importante facilitar un punto de apoyo para los invitados. Una opción es situar mesas auxiliares cerca de la zona de estar o despejar zonas en las consolas o las librerías.

Todos, a la mesa

Si la modalidad de cena escogida es sentados, no intente imitar a la reina de Inglaterra alargando la mesa hasta el infinito. A partir de un número de invitados poner dos mesas en vez de una puede ser más agradable. Sirva el aperitivo de pie, colocando bandejas por la sala y que solo se sirva sentados el primero y el segundo plato. Esto facilitará el servicio. Y evitará, en muchos casos, que se convierta en una carrera continua hacia la cocina.

Además de la comida, hay múltiples detalles que hacen que la noche sea un éxito. Esto incluye la presentación de las flores, la vajilla, la cubertería, la cristalería y la creación de una atmósfera placentera, sea cual sea la escenografía elegida.

La regla de oro de los grandes anfitriones: nada de complicarse la vida

Lo primero es la iluminación. Es el momento de bajar la intensidad. Si es necesario, cambie el voltaje de las bombillas. Prohibidas las de luz blanca (destrozan el maquillaje). El mejor aliado son las velas. No es necesario tener grandes candelabros de plata; un buen truco consiste en colocarlas en simples vasos por la mesa y la estancia. Recuerde, sin olor: el guiso es el protagonista de la velada.

La decoración puede ser temática, pero, quitando que tenga usted experiencia en la factoría Disney, lo sencillo triunfa. Recuerde, aquí el menos es más.

Un mantel blanco con vajilla en el mismo tono y con algún detalle en plata u oro es una apuesta segura. Si opta por un color determinado para transformar la mesa, apueste por incluir algún detalle a tono.

No olvide introducir alguna flor o planta, evitando los centros tipo boda. Mejor pequeños bouquets repartidos por la mesa y la estancia. Lo más seguro es centrarse en un solo color. El blanco siempre funciona. Por ejemplo, realice pequeños ramos con dos o tres hortensias y colóquelas en sencillos jarrones blancos por la habitación. Combínelos con rosas en pequeños vasitos a las que habremos quitado las hojas y algún pétalo de la parte inferior para que se abran. También puede hacer pequeños ramitos atando media docena de rosas, de manera que tendrán una forma redondeada. Así quedarán perfectas para colocar en cualquier jarrón.

La matrícula  de honor se consigue en el baño: ponga velas, toallas de hilo, colonia…

Y si quiere un sobresaliente como anfitrión, no olvide el cuarto de baño. Ponga alguna flor, una vela con olor y pequeñas toallas de hilo. Para matrícula de honor, un agua de colonia gigante y una crema de manos. Y, media hora antes de recibir a los invitados, tenga las velas encendidas, música sonando, la cocina recogida Un último consejo: nadie quiere entrar en un campo de batalla, así que en palabras de Elizabeth Taylor. «Ponte un poco de lápiz de labios, sírvete una copa y cálmate·. Para ellos, simplemente arréglese la corbata y aplique el mismo truco.

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