Si no se paga el alquiler de la tumba, los cuerpos se trasladan a fosas comunes.

En el cementerio general de la ciudad de Guatemala, los muertos no descansan en paz. Al menos, los de las familias que no pueden seguir pagando el arrendamiento de la tumba. Las criptas se alquilan por un tiempo -un máximo de 14 años- y, cuando el plazo vence o si no se satisfacen los pagos periódicamente, los empleados del cementerio exhuman los restos de los difuntos y los trasladan a fosas comunes. El procedimiento es tan habitual que los trabajadores se manejan con soltura entre los cuerpos momificados y, a veces, las partes de ellos, ya convertidos en auténticos esqueletos, que depositan en bolsas para su traslado. Antes de depositarlos en la fosa común, se etiquetan las bolsas con nombre, fecha y referencia familiar por si alguien reclama los cuerpos. El espectáculo, que capturó durante meses el fotógrafo Jorge Dan López, es dantesco y la publicación de las fotos hizo que las autoridades prohibiesen la entrada de medios al cementerio. Pero la práctica, aseguran, es inevitable. no hay espacio para todos. En un país como Guatemala, con uno de los mayores índices de violencia en el mundo, no es de extrañar. L. G.

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