Con motivo de sus bodas de plata como interiorista, Lorenzo Castillo publica un libro exquisito con su obra. Aprovechamos para descubrir su apartamento en Madrid, su zona más íntima, recién renovada. Por María de la Peña

Después de estudiar Historia del Arte, Lorenzo Castillo (Madrid, 1968) montó su anticuario en Madrid y más tarde su estudio de decoración, hoy uno de los más importantes de España con proyectos por todo el mundo, desde hoteles y restaurantes a grandiosas viviendas, además de diseñar telas y alfombras para prestigiosas firmas. Su nombre figura en la lista de los 50 mejores decoradores del mundo y acaba de publicar un libro «muy personal» que ha sido como «un hijo y un sueño hecho realidad» que lo ha dejado satisfecho profesionalmente.

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La zona más personal: en el cuarto de dormir hay una chimenea que se cubrió de cobre tachuelado. El mueble de maple y ébano es americano y la butaca, de laca negra, de Rafael García. El cuadro picassiano es un Vilató y el cuenco de coral en forma de pato, de Gabriela Crespi

Ahora busca disfrutar de sus casas -en Asturias y valle del Lozoya-, pero sobre todo la del barrio de Las Cortes en Madrid, un antiguo convento del siglo XVII donde tiene su estudio y residencia y cuya zona privada acaba de rehabilitar, un exquisito apartamento de cien metros cuadrados en la planta baja. Nos abre sus puertas en exclusiva para darnos a conocer cómo vive, rodeado solo de objetos y muebles que le entusiasman, y de paso descubrimos que es un torrente de energía -«soy un hiperactivo sin tratar»-.

XLSemanal. ¿Cuál ha sido la motivación detrás de la publicación de su libro?

Lorenzo Castillo. Yo trabajo mucho en Estados Unidos y allí los diseñadores e interioristas publican continuamente. En España no hay tradición. Y no es lo mismo que publicar en revistas; llegas a otro tipo de público y de otra manera.

XL. ¿A qué público quiere llegar?

L.C. Va dirigido a la gente que valora la belleza y todo lo que la rodea y no específicamente el mundo de la decoración. Hay muchas fotos de detalles, de cómo funciona un trozo de tela junto a la madera dorada de un mueble. Son cosas que percibo y que quería dejar presentes en el libro.

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La librería: la pared del salón se cubrió con una librería de madera lacada en el mismo color piedra del suelo, la escalera y las carpinterías. Frente a ellas, unas butacas de caoba y cuero

XL. En Estados Unidos se invierte en decoración casi tanto como el valor de la propia vivienda. ¿Y en España?

L.C. Nosotros no podemos competir con el mundo anglosajón en cuanto a decoración; nos llevan muchísimos años de ventaja porque realmente el mundo de la decoración se creó en Estados Unidos e Inglaterra. Ellos son los inventores. Durante todo el siglo XX -que ha sido tan rico en estilos, en decoración- han sido las dos grandes escuelas mundiales. Siempre ha habido una gran tradición y contratar a un decorador no ha sido algo exclusivo de las clases más altas, sino también la gran clase media anglosajona contrataba decoradores para sus obras.

XL. ¿En qué momento se empieza a decorar en España?

L.C. Durante el siglo XX había muy pocas familias que contrataban decoradores. Después de la Guerra Civil, unas pocas familias nobiliarias se lo podían permitir. Ejemplos contados, porque para la gente decorar era heredar cosas muy buenas, muebles y pintura, pero las casas se amueblaban no se decoraban. Había casas muy buenas, pero sin ninguna intención de decorar.

XL. ¿Cuáles han sido los equivalentes en España de los grandes decoradores anglosajones, como Billy Baldwin en Estados Unidos y David Hicks en Inglaterra?

L.C. Después de la guerra, entrados los años cincuenta, ha habido figuras muy importantes como Duarte Pinto Coelho; posteriormente, Jaime Parladé y Paco Muñoz. Paco Muñoz, con un punto más moderno; y Parladé, más clásico.

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La cocina: el diseño lo protagonizan las lamas de roble que cubren el mobiliario y el mármol italiano del suelo. La mesa española contrasta con la lámpara años setenta; y el retrato del XVI pertenecía al famoso decorador ya fallecido Jaime Parladé

XL. Pero siempre trabajaban para las clases altas, ¿no?

L.C. Trabajaban para gente muy pudiente. Figuras que hayan trabajado para la clase media no ha habido.

XL. Y ahora la tradición de decorar ¿sigue acotada a las clases altas?

L.C. Ahora se ha ampliado. Pienso que hay que perder el miedo a contratar a un decorador. De cara a la inversión, se revaloriza el bien y no es más caro. Dar palos de ciego y decorarse uno mismo la casa es muchas veces tirar el dinero. Después de la crisis, que fue un momento muy triste, la gente se ha animado. Siguen los clientes extranjeros tan potentes que tuvimos durante la crisis, pero los que han aparecido otra vez son los clientes españoles. Familias con hijos y gente joven.

«En España, las casas se amueblaban, no se decoraban. Para la gente, decorar era heredar cosas muy buenas, muebles y pinturas»

XL. Entonces, ¿la decoración en España pasa por un buen momento?

L.C. Sin duda. Nunca ha habido tanto trabajo y nunca ha estado tan de moda. De repente ha despegado, se ha descubierto; los decoradores también empiezan a ser figuras reconocibles.

XL. Usted ha dicho que una casa debe tener una pieza que le dé alma.

L.C. Sí, algún cuadro contemporáneo o antiguo, o una pieza que tenga carácter. Y siempre un montón de libros. Sin esto no es una casa. Y también objetos, recuerdos, fotos… porque la casa está hecha por las vivencias de una persona. Sin todo eso, una casa carece de alma.

XL. Aparte de tener alma, ¿qué es una casa bien decorada?

L.C. Tiene que reflejar el espíritu de la persona que vive en ella. No hay nada más antinatural y más cursi que esas casas que están hechas para no ser vividas, que son exposiciones. Es un tópico que no me canso de repetir.

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El baño: el cuarto de baño se hizo reutilizando el lavabo y mármoles antiguos del XVII y se refrescó con un papel de chinoiserie azul. El espejo y los apliques son diseño del decorador

XL. ¿Qué opina de la famosa expresión algo peyorativa ‘casa de decorador’?

L.C. La firma del decorador tiene que estar presente. Y es normal porque es una casa de autor, pero tiene que ser tu casa. Es como un traje a medida, esto es un traje de Balenciaga.

XL. ¿Cómo definiría su estilo?

L.C. Las raíces son clásicas, pero siempre se renuevan, se refrescan según el proyecto.

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El dormitorio: se tapizó con una rafia color marfil de la colección de Castillo. Las camas se hicieron tipo chester de cuero. La butaca de cuadros negros es provenzal y las cortinas y almohadones son de la colección del interiorista

XL. La máxima de ‘menos es más’ no casa con su estilo. Pueden tacharlo de barroco, de recargado.

L.C. No lo soy. Soy muy medido. Yo no quiero vivir como en el siglo XVIII. Es maravilloso, pero no es cómodo y la primera premisa es la comodidad. El ‘menos es más’ tuvo su momento cuando el minimalismo tenía una razón de ser, una filosofía de vida y de la religión zen que venía de Japón. En Japón tiene una base intelectual, pero cuando llega a Europa deja de tener sentido. Una casa minimalista europea está bien para una película, pero no para vivir; yo no me la creo.

XL. El decorador debe tener mucha habilidad psicológica para adaptarse a clientes muy dispares. ¿Cómo lo lleva?

L.C. El noventa por ciento de mi trabajo es psicología y el diez es diseño [se ríe]. Muchísima diplomacia. Con la edad he aprendido que tienes que lidiar de una manera más tranquila con muchas cosas que no compensan. Confío en la inteligencia de mis clientes, que me dejen hacer, porque si no es una pérdida de tiempo y de dinero contratarme. Si cortas las alas de tu decorador, mutilas un proceso creativo cuyo resultado no va a ser el mismo.

XL. Por lo tanto, su cliente ideal es el que le da total libertad.

L.C. Sí, el que te da carta blanca.

XL. Usted mencionaba a los grandes decoradores de antaño que eran todo hombres. ¿Y la nueva hornada?

L.C. La nueva hornada son mujeres y lo hacen francamente bien. No creo que esta sea una profesión de hombres.

XL. Usted ha tenido muchísima suerte de que su familia le hubiera facilitado tanto dedicarse a una profesión poco convencional.

L.C. Los amigos de mi padre le decían que cómo me dejaban estudiar una carrera de niñas. Tuve una suerte enorme y el ambiente en mi casa siempre ha sido muy fácil.

XL. Entonces no es el clásico profesional hecho a sí mismo.

L.C. A menudo me dicen que tengo mucho mérito y es verdad que me ha ido muy bien y muy rápido, pero hecho a sí mismo es el señor de un pueblo de Ávila. Yo vengo de una familia acomodada. He podido viajar y sobre todo ir a todos los museos, que era lo que más me gustaba y me sabía de memoria. Así que no puedo decir que me he hecho a mí mismo. Sería una falta de generosidad y de agradecimiento a mis padres. Pero es verdad que he trabajado muchísimo.

XL. Aparte de en los museos, ¿dónde busca la inspiración? ¿Dónde se pueden encontrar todavía tesoros?

L.C. El Rastro. Ahora más porque, paralelo al esplendor de la decoración, hay un esplendor de las artes decorativas y las antigüedades y están apareciendo anticuarios jóvenes que están abriendo tiendas en el Rastro. Es el nuevo sitio de encuentro.

Sus últimos proyectos

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Cuarto de dormir de una casona sevillana propiedad de un joven torero mexicano. A los pies de la cama, una banqueta tapizada en cuero art déco.

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Comedor de una casa de piedra coralina en República Dominicana, con toques de ese color en la cortina.

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Comedor de una casa de indiano en Asturias. El matrimonio vive en Hong Kong y dio carta blanca a Lorenzo.

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