Dos historias reales

El viejo incómodo G. I. Gurdjieff fue una de las personalidades más intrigantes del pasado siglo. Bastante conocido entre los estudiosos del ocultismo, su faceta de gran conocedor de la psicología humana permanece, sin embargo, ignorada en nuestros días.

La historia que sigue ocurrió cuando él, ya viviendo en París, creó su famoso instituto para el desarrollo del ser humano.

Las clases estaban siempre bastante concurridas. Pero, entre los alumnos, había un viejo -siempre de mal humor- que no paraba de criticar lo que allí se enseñaba. Decía que Gurdjieff era un charlatán, que sus métodos no tenían base científica y que el hecho de que él se considerase un `mago´ no tenía nada que ver con su verdadera condición. Los alumnos se sentían incómodos con la presencia de aquel viejo, pero a Gurdjieff no parecía importarle.

Cierto día, este viejo abandonó el grupo. Todos se sintieron aliviados, suponiÿendo que a partir de entonces las clases serían más tranquilas y productivas. Sin embargo, para sorpresa de los alumnos, Gurdjieff se dirigió a la casa del hombre y le pidió que volviera a frecuentar el instituto.

El viejo inicialmente se negó y solo aceptó cuando le fue ofrecido un salario para asistir a las clases.

La historia corrió con rapidez de boca en boca. Los estudiantes, irritados, querían saber cómo era posible que un maestro recompensara a alguien que no había aprendido nada.
-En realidad, yo le estoy pagando para que siga impartiendo sus clases -fue la respuesta.
-¿Cómo? -insistían los alumnos-. ¡Todo lo que él hace va totalmente en contra de lo que usted nos está enseñando!
-Exactamente -comentó Gurdjieff-. Si él no estuviera por aquí, a vosotros os costaría mucho aprender lo que es la rabia, la intolerancia, la impaciencia y la falta de compasión.

Sin embargo, con este viejo sirviendo como ejemplo vivo, mostrando que tales sentimientos convierten la vida de cualquier comunidad en un infierno, el aprendizaje es mucho más rápido.

Vosotros me pagáis para aprender a vivir en armonía, y yo he contratado a este hombre para ayudar en la enseñanza por el lado contrario.

Cómo alcanzar la inmortalidad
Joven aún, Beethoven se propuso escribir algunas improvisaciones sobre partituras de Pergolesi. Durante meses se dedicó a este trabajo y finalmente reunió el valor necesario para hacerlo público.

Un crítico escribió una página entera en un periódico alemán en la que atacaba con ferocidad la música del compositor. Beethoven, no obstante, no se arredró ante los comentarios. Cuando sus amigos le insistieron en que respondiese al crítico, él apenas comentó.
-Lo que tengo que hacer es continuar con mi trabajo. Si la música que componga resulta tan buena como pienso, sobrevivirá al periodista. Si tiene la profundidad que espero que tenga, sobrevivirá al propio periódico. Entonces, si este ataque feroz a lo que hago es recordado en el futuro, será apenas para recordar la imbecilidad de los críticos.

Beethoven tenía toda la razón del mundo. Más de cien años después, la susodicha crítica fue recordada en un programa de radio de São Paulo (Brasil).

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