¿Cómo solucionar nuestros problemas?

¿Cómo solucionar nuestros problemas?

Mateo González P. Correo electrónico

Damos por hecho que cerca de un 25% de la población española se siente triste, sola o estresada. Las condiciones políticas representadas por la crisis sobre el euro y el futuro de la Unión Europea abundan en el sentimiento de desencanto y amargura. Las tasas de paro juvenil son las más elevadas de Europa y las de crecimiento, las más bajas.

Se me dirá que algo hemos avanzado, puesto que como acaba de experimentarse con primates también somos capaces de cambiar de opinión. ¿Qué es lo que te sabría peor en la vida? , le pregunté en una ocasión al primero de la clase. Dejar de ser quien soy fue su respuesta inmediata. Cambiar de opinión era para él una verdadera traición, en lugar de ser un requisito para seguir adelante.

¿Por qué se ha seguido disparando contra el colectivo opuesto, a medida que la única razón visible seguía siendo la sinrazón de los argumentos aportados? Estoy hablando de la solución transitoria esbozada para resolver la crisis financiera en la que ha cristalizado la crisis más generalizada del boom inmobiliario.

El desvarío dialéctico ha alcanzado límites tales que la gente de la calle no está segura de lo que ha ocurrido ni de por qué ha ocurrido. Lo único que importaba no era explicar las verdaderas y escondidas causas de la crisis, sino lo equivocados que estaban los demás. Por fin, ahora se sabe que la inminencia de la crisis griega obligaba a tomar una decisión saludable para España. La amenaza de que se repitiera la inestabilidad y el desconcierto de Grecia era demasiado evidente para ignorarla.

Algo se ha avanzado. Por primera vez se admite públicamente que no se trata de una crisis planetaria, sino de un sobreendeudamiento financiero de unos cuantos países casi en primer lugar, España al que difícilmente podríamos hacer frente solos.

En segundo lugar, no los políticos sino el mercado nos ha demostrado que se ha producido un quiebro de la confianza de los que durante tantos años habían prestado dinero a un sistema financiero supuestamente consolidado. No solo se había confiado en un sistema financiero, sino en un país que había conseguido pasar de la dictadura a la democracia y que seguía siendo de los más importantes de Europa.

El partido en el Gobierno se ha esforzado en acercar sus posiciones a los planteamientos de los partidos de la oposición sin llegar a comulgar con sus posturas más extremas. Se ha confiado en un recurso directo a Europa que asume como deuda el Gobierno de España, pero en las mejores condiciones circunscritas al sistema bancario.

¿Cuáles han sido, pues, las constantes del consenso implícito entre unos y otros? La verdad es que le cuesta aceptar al ciudadano medianamente informado la altivez y la desconsideración de los partidos de la oposición ante la caída de la confianza en el prestigio de España. No han querido firmar ningún acuerdo, ni siquiera las propuestas más tímidas. Todo salvo sustituir el griterío por la negociación en aras del interés común y a largo plazo.

Las reformas propuestas por el Ejecutivo frente a la crisis eran frágiles y no afectaban con decisión suficiente a las bases económicas y sociales que habían provocado una situación insostenible. Se seguía sin acometer la reforma inmediata del sistema financiero, a duras penas se abordaba el reordenamiento de la configuración autonómica del Estado ni, por supuesto, el aplazamiento de la edad de jubilación o la reducción de los gastos clientelistas.

El Gobierno, sin embargo, no ha gestionado mal la negociación de última hora con la Unión Europea, pero no puede olvidarse, aunque no se mencione, que la intensidad de la demanda española coincidió azarosa y afortunadamente con una intensidad idéntica de los órganos europeos de no seguir parados ni un minuto más si se quería evitar el colapso que se avecinaba.

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos