Aviso. irse de cañas después del trabajo es una práctica vulgar y demodé. Ahora se lleva reunirse en locales glamourosos, tomarse un gin tonic y charlar de asuntos profesionales sin aflojarse el nudo de la corbata. La tendencia se llama afterwork y ya hace furor en España.

A veces no conviene volver a casa directamente desde la oficina. Esa adrenalina que nos sale por las orejas después de un día difícil es mejor soltarla en otra parte, para luego regresar al hogar fresca, dulce y maleable. Esto es una verdad universal y por eso nos íbamos de cañas algunos (o muchos) días después de trabajar. Pero esto de las cañas sonaba poco profesional, a colegueo informal o cotilleo maledicente. En resumen, poca seriedad. La barra del bar estaba de aquella manera y los codos de la camisa se ensuciaban, nos manchábamos con la grasa de las patatas fritas, el pelo nos olía a fritanga de bar. La música, de calidad variable, solía estar muy alta como para permitirse hablar de asuntos importantes. En fin, un drama. Pero esta agonía ha terminado. Del profesional y rígido mundo laboral anglosajón nos han exportado la coartada perfecta. Encima, con nombre en inglés. el «afterwork» (en inglés, después del trabajo). A estas alturas ya deberías haberte ido de «afterwork» al menos una vez en tu vida. ¿No te queda claro el nuevo concepto? Toma nota de algunas señales te pondrán sobre la pista. èNo te has ido de cañas si solo has tomado cervezas de marca (y casi nunca españolas), o si te han propuesto elegir entre un menú de gin tonics con ginebras de nombres casi impronunciables y tónicas ídem. èTampoco te has ido de cañas si el sitio en cuestión no tenía una luz fluorescente como de sala de interrogatorio del FBI, y en su lugar has disfrutado de diseño impecable, con puntos de luces indirectas, tendencia al «chill out» y música muy bien seleccionada. El hábitat propio de esta nueva tendencia en auge es un glamouroso local de moda, «in», «fashion», y con ubicación y vistas privilegiadas. Las terrazas de muchos hoteles de las grandes ciudades están mutando en punto de encuentro «después del trabajo». Cuando revises lo que te has gastado en esta experiencia urbana (es un fenómeno propio de ciudades de más de 50.000 habitantes) comprenderás de una vez por todas la diferencia entre irse de cañas -esa práctica vulgar y demodé- y pasarse por un «afterwork». Lo habrás visto en series americanas como «Ally McBeal» o «Sexo en Nueva York». Si has pasado alguna temporada en Londres, habrás podido observar la creciente actividad de sus pubs a partir de las seis de la tarde. Aún así, para despejar posibles dudas, te vamos a recordar qué es un «afterwork». A saber. son esos lugares donde parece coincidir todo el mundo después del trabajo. Donde se siguen cerrando negocios pero ahora con posturas y actitudes relajadas, aunque la corbata se mantenga siempre en su sitio. Es un entorno para ver y ser visto. Con un halo profesional que permite disfrutar del ocio poslaboral sin ningún complejo de culpa, porque hay cientos de argumentos salidos de la escuelas de negocio que avalan que esta práctica consolida los vínculos profesionales, fortalece la red de contactos (léase «networking», que estamos en un contexto cuasi profesional), mejora la inteligencia emocional, influye en el rendimiento y la productividad, y te sitúa a los profesionales en un mejor punto de partida para construir su liderazgo y hacer despegar su carrera. Y todo esto, gin tonic de autor por medio. Poco más de la mitad de los que los frecuentan son hombres (58,2%), y el resto son mujeres (41,2%). Las edades están comprendidas entre 25 y 50 años. Es población activa, de clase media alta y que habita ciudades de medianas a grandes. Los «afterworkers» son personas de hábitos comedidos. Nada de desfasar hasta las tantas. Se llega alrededor de las siete de la tarde (el profesional del «afterwork» suele trabajar en compañías que han ajustado sus horarios a los europeos, y entran como muy tarde a las 8.30 y a las 18.00 están en la calle) y termina a una hora «decente», que permite llegar a casa, relajarse, y madrugar (sin secuelas) al día siguiente. normas de comportamiento ampoco se lleva ropa sexy, y no se presume de escote o de pintalabios rojo. Allí no se va a ligar, al menos no se hace explícitamente. Las relaciones deben parecer profesionales y es difícil empezar una conversación si no se cuenta con un contexto que justifique un enfoque laboral de cualquier charla, que luego derivará en lo que el destino o el gin tonic dispongan. Pero la entrada siempre se hará en terminología profesional. En determinados ambientes funciona mejor la jerga de Bruselas (ya sabes, desde «sinergias» a «proactivo» pasando por «ejecución de proyectos»); en otros, se llevan más los conceptos de las escuelas de negocios y sus gráficos de flujos; y en otros lo que se impone es la última tecnología importada de Silicon Valley y el iPad encima de la barra. Si eres novato en este campo, por en práctica dos cualidades que no suelen fallar nunca. paciencia y observación. Con el tiempo, alcanzarás la excelencia.Dicho esto, agreguemos que esta moda ha sido un bálsamo que ha amortiguado la crisis de muchos hosteleros, y ha permitido encontrar una excusa y un cliente predispuesto a dejarse ver por locales de moda con motivos menos frívolos que los que conciernen al ocio, para consumir las llamadas bebidas «premium» (cervezas y ginebras de autor, entre otras), que se han convertido en el no va más del gourmet y el sibaritismo. Efectivamente, estamos ante un nuevo concepto donde hay cartas largas y sofisticadas de coctelería, menús de ginebra y mezclas de champán y gin tonic. ¿Quién se permitiría semejante dispendio si no fuera por motivos profesionales? Vaya por delante, que esta nueva práctica social sucede de lunes a viernes. Puedes ir al mismo sitio un fin de semana pero el argumento, la actitud e incluso el «dress code» tendría que ser otro. Los gurús del mercado ya han examinado el nicho de españoles susceptibles de dejarse arrastrar por la tendencia, y han fijado a los clientes potenciales en más de 10 millones de personas. Todo esto se supo en el coloquio «Afterwork y nuevos hábitos de consumo», que se celebró en Madrid con el patrocinio de la marca Heineken, porque a pesar de que el «afterwork» parece decir a gritos. «¡Muerte a la caña!», la cerveza sigue siendo la bebida que pide el 37% de los que siguen esta tendencia. Algunos de los clubes más selectos del mundo en esta práctica, por ejemplo The Club at the Ivy, de Londres, un sitio donde solo se permite la entrada a empresarios, artistas, «celebrities» y miembros de la realeza, han puesto en práctica sistemas maquiavélicos para fomentar las relaciones sociales «fortuitas». Eso que los psicólogos llaman salirse de la zona de confort, es decir ponerse a prueba en un ambiente o una disciplina que no domines. En The Club at the Ivy obligan a la gente a sentarse por zonas, en unos bancos corridos donde hay que sentarse por estricto orden de llegada. De esta forma se aseguran, dicen ellos, de que la gente no se reúna siempre en los mismos grupos y se establezcan relaciones sociales y profesionales más diversas. A España, el experimento ha llegado descafeinado y no creo que nos pongamos a estas alturas a mezclar especies en plan antropológico. De momento, sal de la oficina, todavía con el traje de chaqueta, entra a un local de diseño y pídete un gin tonic. Es posible que aquella discusión de trabajo que se te ha quedado atragantada tenga ahora un final feliz. n

Ruta afterwork

MadridRamsés www.ramseslife.com/El Uno de Molinawww.elunolounge.comO’clock club www.oclockpub.comLe Cabrera www.lecabrera.comHuarique www.astridygastonmadrid.com/el-huarique/BarcelonaLounge Bar Del Hotel Omm www.hotelomm.es/loungeBar-en.htmlBar Eclipse (planta 26 del Hotel W)www.hotelvelabarcelona.comBar del Hotel Mandarinwww.mandarinoriental.com/barcelonaCocktail bar Gimlet Santalówww.javierdelasmuelas.com

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