De Algeciras a Cadaqués

Antes de que llegue el reproche de cada año, adelanto mis disculpas a aquellas personas que estén en contra de que se hable de acudideros, barras y refectorios esgrimiendo el argumento de que no están las cosas para comer en la calle y de que no todos pueden acudir alegremente a los lugares que solemos citar en las páginas de ocio y entretenimiento. Razón no les falta en cuanto al padecer general, y no está de más, por cierto, una delicada mesura en el exordio para no transmitir suficiencia impertinente, pero no dejemos de considerar que aquellos lugares que traigo o traemos a páginas como la presente son consecuencia del esfuerzo de trabajadores que merecen un reconocimiento, que crean dividendos con los que pagar impuestos, que brindan trabajo y, sobre todo, felicidad a quienes los visitan. Descarto, casi siempre y por demás, aquellos lugares de pitanza que exhiben precios abusivos o inalcanzables por la mayoría y procuro alertar a mis lectores acerca de ofertas suculentas y atractivas. Con lo que nada hay de exclusivo o excluyente en ello. Es un viejo oficio este de husmear en los portales para descubrir cocinas atractivas y asequibles. a él dedico buena parte de mi tiempo libre que coincide con mis horas de alimentación y no poca paciencia ante los chascos que, inevitablemente, me llevo.

El verano, sus días de asueto, me dan la salida en el Sur del Sur. la feria de Algeciras, cuando empieza a borrarse junio, me permitió añadir una muesca al revólver de las dianas. Si bajo a la tierra de Jesús Melgar, entiendo que hay tres lugares que no debo pasar por alto. el bar del llorado Rebolo hoy en manos del magnífico Manolito, en la calle Sevilla, la barra vinícola y sabrosa de Las Duelas mimo y excelencia y una mesa en Marea Baja para saborear fideos caldosos. Pero esta vez descubrí con agrado en la Plaza Mayor un gastrobar de nombre Abreboca que me dejó pasmado. atención a sus diseños modernos y a su tartar de atún de almadraba. De plaza en plaza y de feria en feria, uno va exprimiendo el tiempo y catando pequeñas delicias de siempre. De la feria de Huelva me quedan tres tardes espléndidas de toros y el inevitable y espectacular revuelto de papas, jamón y huevos de El Portichuelo. Y de la de Almería, la nostalgia eterna de la tierra y las papas a lo pobre de El Quinto Toro, una barra insustituible e inmejorable que resulta de visita obligada en cualquier día del año. A Almería hay que ir a ver a Joaquín y su rape con almendras, al gran Paco Freniche, en Bellavista, y su carta entera, al merendero de El Alquián y su escaparate de pescado y a Retamar, próximo a la capital y al aeropuerto, a que Javier nos sorprenda, en El Mirador de Retamar, con su pulpo cocido en aceite y su calamar de potera como en ninguna otra parte he probado. Y su arroz. Todo, cinco estrellas.

De paseo por el Camino Francés topé con dos excelencias. Nunca agradeceré suficiente haber parado en Viana, puerta del Reino de Navarra, cercana a Logroño, con tiempo suficiente para detenerme en la mesa de Borgia, en la que José Luis Sabando me ofreció un bacalao en tempura con pimentón que me dejó trastornado. El Asador Tres Tinas es la otra opción. Carlos trabaja una brasa única, con un material estupefaciente, besugo con papas por ejemplo, y un precio competitivo. ¡Cómo no había parado antes mis pasos! No demasiado lejos, en Ayegui, Tierra Estella, otra brasa me impresionó, la de Durban, el restaurante de la familia del futbolista Javi Martínez, que ese mismo día acababa de fichar por el Bayern y a fe que fue celebrado en consonancia.

Y Cadaqués, esa perla que se ha salvado gracias a estar separada del resto del mundo por una carretera imposible. Restaurante Compartir, creado por antiguos y estrechos colaboradores de Adriá en El Bulli. Sabor en las calles del pueblo y sabor en las mesas de Compartir. Cocina local de siempre con un pequeño toque de distingo. Acogedor, estimulante, moderno pero con tradición, magnífico y casero, curioso y alegre.Hay más, claro. Pero vendrá a su tiempo. No estará de más relatar que después de tanto engaño y tanto chasco encontré un rodaballo de verdad. Ya les contaré.

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