¿Se puede emplear el humor para la divulgación?

Los lectores preguntan a Eduardo Punset. Cuestión de Araceli Sagreda Ferrer. (Alicante)

¿Que por qué me siento bien al lado del humorista José Mota? Acabo de grabar un programa con él y he descubierto dos secretos que podría muy bien transmitir a los científicos, desde luego, y al público en general. Mota está convencido, como ha debido asimilar poco a poco la comunidad científica, que la felicidad no está necesariamente donde uno espera que esté; él dice que la felicidad está debajo del musgo, igual que los científicos afirman que tiene varias dimensiones, lo que es muy parecido. Los dos están sugiriendo que depende. Es evidente que tanto la comunidad científica como Blasa creen a pies juntillas que los físicos cuánticos, descubridores de ese mundo extraño de lo microscópico y que ha permitido inventar los ordenadores, el DVD, la ciencia de los materiales o el láser, están en lo cierto.

Siempre he pensado que en los próximos años lo que va a conmover el mundo es algo muy concreto e inesperado. un torpedo que provocará la destrucción paulatina del dogmatismo, a raíz de la revolución cuántica de comienzos del siglo XX. Incluso grandes pensadores como Newton eran dogmáticos en el buen sentido de considerar que ellos podían prever lo que iba a ocurrir en el futuro por la sencilla razón de que eran lo suficientemente inteligentes para estudiar a fondo el preámbulo; en otras palabras, su extraordinaria inteligencia los convencía de que serían capaces de explorar a fondo todas las causas de lo que iba a ocurrir.

Por ello, Newton y todos los sabios coincidían con los poco dotados, en el sentido de que ambos podían describir el futuro. Si conocías las causas, podías prever los efectos. Y si eras un dogmático, si no cambiabas de opinión ni a la de tres, nada te haría cambiar de opinión sobre lo que venía.

No todo el mundo ha aceptado el principio de la incertidumbre, descubierto por el famoso científico Werner Heisenberg. ¿Lo has comprobado? Les pregunto yo a mis nietas cuando me cuentan un hallazgo supuestamente científico, mientras juegan al pillapilla.

Es fantástico despertarse un buen día y que otra persona, que ha tenido tiempo de comprobar si era cierto lo que supuestamente habías descubierto, venga corriendo hacia ti para decirte que ha comprobado lo contrario de lo que proponías. Oye, he podido comprobar que la gallina que pone huevos pierde el apetito; la hemos dejado adelgazar lo suficiente para que casi se muera de hambre y, por más que la tientes, rechaza la comida . La amiga de mi nieta pudo comprobar que el cuerpo no siempre corta el hambre comiendo; hay motivos y razones por los que prefiere no comer. El día que todos los españoles hagan el experimento de las gallinas incubadoras serán, posiblemente, menos dogmáticos de lo que muestra su historia y, sobre todo, empezarán a gozar de la humildad que conlleva cambiar de opinión.

Hay otra razón por la que comulgo con varias de las tesis que mantiene José Mota. Me refiero a una muy sencilla que tengo la oportunidad de esgrimir con muchos amigos a diario. ¿Han visto ustedes la cantidad de gente que todos los días anda por la escuela, la empresa o, sencillamente, por la calle sin una sonrisa? ¿Se han dado cuenta de la muchedumbre convencida de que es posible innovar sin entretener o distraer a la gente? Son personas que no han aceptado todavía que el gran cambio de este siglo y el que viene consiste en saber conciliar entretenimiento y conocimiento.

José Mota entretiene como el mejor y lo contrapone al conocimiento, aunque sea simulado o para engañar al personal. Los que no sepan conciliar en el futuro entretenimiento y conocimiento, en la universidad o en el trabajo, no conseguirán nunca que despegue la innovación productiva alrededor suyo.

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