Llega la recta final para millones de estudiantes. La hora de decidir si el trabajo de todo el año ha sido o no de provecho. Pero el esfuerzo no es el único factor en juego. La capacidad de manejar el estrés, el dominio de los métodos de aprendizaje y un entorno adecuado pueden ser decisivos para aprobar un examen

Los foros de estudiantes hierven estas semanas con todo tipo de teorías para mejorar el rendimiento. desde cantar las lecciones hasta dejarse un cuaderno junto a la cama para apuntar cosas que se le ocurran a uno en el sueño, pasando por releer empleando acentos cómicos extraños, masticar chicle o consumir acelgas, levadura de soja, romero o ginseng. Los expertos, sin embargo, coinciden en pautas bastante más sencillas, aunque quizá menos fáciles de cumplir. vida ordenada, buena planificación a la hora de organizar el estudio y un entorno que facilite el trabajo, valore el esfuerzo y respalde la toma de responsabilidad por parte del estudiante. Todo ello contribuirá a la seguridad de un alumno que llegue con las tareas cumplidas y sin temor a quedarse en blanco ante el papel del examen.

Porque una cuestión clave es el manejo del estrés. La psicóloga de la Universidad de Granada Sagrario López Ortega, autora de No pierdas los nervios en los exámenes, incide en lo importante que es descargar presión a lo largo del curso, «porque hay alumnos que estudian muchísimo, pero la presión les juega malas pasadas». Además de trucos puntuales, los buenos hábitos son los que más ayudan.

Para Irene Solbes Canales, profesora de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad Complutense de Madrid, «los padres deben supervisar el trabajo de sus hijos, dándoles progresivamente autonomía de acuerdo con su edad». Y brindándoles, además, un entorno para el estudio que los alumnos sientan como propio y tenga una buena iluminación, un mobiliario cómodo, ventilación y tranquilidad. Desafortunadamente, la otra herramienta básica parece faltar a nuestros jóvenes: correctos métodos de aprendizaje.

Para el profesor Ramón González Cabanach, que dirige un grupo de investigación en Psicología de la Educación en la Universidad de La Coruña, «el problema parte de los últimos 40 años que llevamos sin un modelo educativo estable, con constantes cambios y contaminación ideológica»; unos devenires políticos que pueden tener algo de culpa de los índices de fracaso escolar. En esos cambios se ha apostado unas veces por modelos de evaluación continua y otras por centrarlo todo en los exámenes. Estos parecen hoy aceptados por la comunidad académica, ya que sirven también como una experiencia vital. «Aprender a controlar la tensión que supone un examen fortalece, también es aprendizaje para la vida», explica González Cabanach.

Pero, entre tantas variaciones, no se está dejando un hueco para enseñar a aprender. El profesor González Cabanach apunta que «parece que se da por supuesto que las técnicas de estudio se aprenden solas. Y así se llega a la universidad con pocos recursos».

¿Qué notas sacamos en…?

  • Informe PISA. En el informe PISA, que examina cada tres años a 25.000 alumnos de quince años, los datos españoles se sitúan sensiblemente por debajo de la media de los países de la OCDE.
  • Selectividad. En los exámenes de acceso a la universidad, la selectividad, en cambio, el porcentaje de aprobados ha mejorado de forma notoria. A la convocatoria de junio de 2012 se presentaron 198.644 alumnos, de los cuales aprobaron el 90,7 por ciento. Los datos oscilaron enormemente entre las distintas comunidades autónomas: en La Rioja, el 93,2 por ciento aprobaron; en Murcia, solo el 68,4 por ciento.
  • Bachillerato. Ahora bien, cuatro de cada diez alumnos suspenden alguna materia en Bachillerato y no se presentan a la selectividad.
  • Abandono escolar. Nuestro país se encuentra a la cabeza de la Unión Europea en abandono escolar. El 24,9 por ciento de los jóvenes españoles de entre 18 y 24 años no cursaban ningún tipo de ciclo educativo ni de formación en 2012, un porcentaje que dobla la cifra europea, situada en el 12,8 por ciento.
  • Universidad. Por contra, España cuenta con un porcentaje de licenciados por encima de la media europea entre las personas de 30 a 34 años. 40,1 frente a un 34,8 por ciento.

Ante unas malas notas

  • Entender dónde se falló. De los errores se aprende. Hay que invitar al alumno a descubrir qué ha hecho mal y cómo enmendarlo. Los chavales rinden más si sienten que son tutelados por sus padres.
  • Un entorno motivador. La falta de valoración del esfuerzo, del trabajo diario, y la percepción de que todo se consigue por enchufe han invadido también el ámbito educativo, no solo el universitario, según apuntan los especialistas. Hay que estar atento a si el alumno que ha suspendido tiene amigos que no creen importantes las notas o menosprecian a los ‘empollones’.
  • Descanso, con moderación. No es posible afrontar una nueva etapa de esfuerzo sin un periodo de descanso. Por eso conviene hacer paréntesis entre las épocas más duras de estudio. Ese tiempo, con todo, puede aprovecharse para extraer un compromiso del alumno, que entienda ese periodo como una concesión y un tiempo necesarios para su trabajo antes de volver a la actividad.
  • Un nuevo enfoque. Además de los días de vacaciones, el verano puede ser un buen momento para que el alumno descubra el placer de estudiar con actividades que le resulten motivadoras. buscando documentación, viendo películas o leyendo libros que despierten su curiosidad. Acciones útiles que mantengan el cerebro en acción, pero que parezcan menos cercanas a la rutina escolar.
  • Lo que nunca se debe hacer. Convertir las malas notas en un drama terrorífico es tan contraproducente como dar la impresión de que no importan. El alumno debe tener una percepción inequívoca, pero desdramatizada, de que sus padres se sienten orgullosos si trabaja bien y disgustados y preocupados si lo hace mal.

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