¿Las redes sociales alteran la actuación de las autoridades?

Muchos lectores me han reprochado -algunos incluso airadamente- haber utilizado, para explicar la fuerza cada vez menor de los genetistas frente a los psicólogos, un experimento que analizaba las conductas de dos grupos de limpiadoras. unas que pensaban que hacían deporte mientras hacían su trabajo, y que perdieron peso al final de la prueba, y otras que solo pensaban que estaban limpiando, cuyo peso permaneció estable.

Me olvido del supuesto impacto antifeminista de los que no nos atrevimos a reprochar nada a los expertos del laboratorio que eligieron a estas protagonistas en lugar de a otros. Un experimento distinto que tiende a demostrar consecuencias parecidas se hizo en los años cincuenta en el estado de Minnesota, en los Estados Unidos. Se dividió a los participantes en dos grupos compuestos tanto por hombres como por mujeres. A los de un grupo se les dijo que iban a ser víctimas eso sí, cuidadas para que no les pasara nada serio de un duro ejercicio; al otro grupo apenas se le explicó el contenido de las pruebas, pero se les dijo a sus participantes que no dieran ninguna importancia a los ejercicios. El resultado del experimento fue que solo un 20 por ciento de este último grupo pidió la compañía de los demás compañeros, mientras que casi un 80 por ciento del primer grupo dijo sentirse más protegido si se le permitía asistir al experimento en compañía de los demás. Otro claro ejemplo de cómo las formas tienen su importancia en el nacimiento de las emociones.

En relación a esto, también me han llamado la atención dos casos ocurridos en Buenos Aires, hace unos meses, y en Galicia, mucho más recientemente. En Buenos Aires, me sorprendió entonces que, desde los taxistas hasta el grueso de la gente, todos hablaran de un crimen inexplicable que había ocurrido aquellos días. Un profesor amigo me recordó que está en la cultura argentina comentar hechos que en otros países pocos se atreverían a discutir o tergiversar; me refiero a los datos judiciales.

Estoy convencido de que las razones fueron otras, y eso se ha puesto de manifiesto en el caso del presunto asesinato, en Galicia, de una joven de origen chino a manos de sus padres. Con toda probabilidad es la paulatina fuerza de las redes sociales la que convierte una opinión aislada sobre un hecho en algo imparable y estruendoso. Cuando, en lugar de una docena de personas, miles de espectadores digitales comentan con conocimiento de causa lo que está ocurriendo, es muy difícil que las autoridades estatales o judiciales no cambien el ritmo de sus reacciones. Tanto el caso del asesinato de Buenos Aires como el de Galicia, meses después, tienden a demostrar que los efectos de las redes sociales empiezan a manifestarse.

Comenzamos a desgranar apenas el impacto de las competencias nuevas en las redes sociales, que habíamos olvidado en las últimas décadas. las técnicas de comunicación digital; el trabajo en equipo; la creatividad, que es incompatible con la jerarquización de las distintas competencias; la necesidad de fomentar el trabajo en equipo; y, por supuesto, el nuevo poder de concentración que hace posible la multidisciplinariedad.

A menudo pienso en todas las cuestiones difíciles que será necesario resolver cuanto antes; de todas ellas descubriremos el aprovechamiento del inconsciente, que devuelva la razón a su espacio modesto en los centros de decisión cerebrales. Pero la más importante, la que va a determinar si somos o no capaces de irrumpir en la sociedad del conocimiento, vendrá dada por nuestra versatilidad profesional. desaprender lo heredado para aprender a controlar, además de a observar; a olvidarse de saber más de menos hasta que se sabe todo de nada; a estudiar diversas competencias para vivir en distintos universos.

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