¿Qué aporta más valor. la tecnología o el conocimiento?

La Justicia está poniendo al descubierto a delincuentes que han vivido durante años de fondos públicos desviados para fines no previstos. Representantes de instituciones creadas para defender intereses específicos de gente ubicada en el sector más mísero de la escala social están siendo investigados, descubiertos y acusados de delinquir. Entretanto, el Gobierno lleva semanas revelando la aparición de brotes verdes que la gente de la calle ni ve ni siente. La tasa de paro sigue, en el mejor de los casos, estancada. No hay indicios de que hayan tocado fondo los precios del sector inmobiliario. Y tampoco es cierto que haya disminuido la deuda del país.

Entonces, ¿por qué los políticos predican un sermón que nadie cree? Hay razones para ello. En primer lugar, no estamos acostumbrados a que después de ocho años de economía estancada y deprimida se siga sin ver la salida. Tras la Segunda Guerra Mundial, no es frecuente que los ciclos económicos tarden tanto tiempo en desplegarse.

En segundo lugar, la supuesta expansión de los países emergentes a los que dedicó cierta atención el presidente del Gobierno en su gira por América Latina hace poco no es todo lo firme que se esperaba. Los núcleos de expansión, no necesariamente países, podría decirse que están en otra parte. Al final, tal vez tengan razón los que advirtieron hace tiempo de que lo importante en el futuro no será tanto el ritmo de crecimiento como el conocimiento acumulado y disponible. Es decir, la tecnología.

Hace algunas décadas, los científicos recordaron que la tecnología no es una ciencia divina que, de pronto, ayuda a dar saltos gigantescos, sino que es una combinación de tecnologías ya existentes que podemos visualizar en centros educativos, revistas, conferencias y reuniones inesperadas. España apenas está empezando este largo recorrido. Un marciano que aterrizara de pronto en España seguro que recomendaría a sus amigos españoles gastar menos en Agricultura y Turismo y más en Ciencia y Tecnología.

¿Qué otras cosas aconsejaría un sabio marciano a sus amigos emprendedores españoles? Hablar menos y saber escuchar con la sonrisa en la boca. Es absolutamente indispensable conciliar entretenimiento y conocimiento. La experiencia de miles de profesores en miles de centros de enseñanza nos ha mostrado que es preciso distraer a la gente para que aprenda; si no se la distrae, no aprende. De cara al futuro también resultará vital conocer las normas esenciales para trabajar en equipo. En España no solo se desconocen las reglas básicas del trabajo en equipo, sino que la envidia heredada tiende a mortificar a quien se le ocurra realizarlo.

Por último, yo no me canso de repetir a los alumnos que aprovechen el tiempo para aprender una segunda disciplina, que puede no estar relacionada para nada con la que fue su vocación primera. Si han terminado Biología, ¿por qué no intentar ahora aprender la tecnología de los computadores? En la vida laboral les van a pedir, con toda seguridad, que sepan algo de las dos carreras. Tan importante como el dominio de la vida multicelular es saber trabajar en equipo, conocer distintos idiomas, haber congeniado con caracteres distintos y mentalidades diferentes. Cambiar de universo, si eso es posible. Profundizar en las nuevas técnicas de comunicación digital todo el mundo lo da por descontado, sin que se dé en la realidad. Hacer gala de menos contenidos académicos y más de otros que estén en sintonía con el corazón de la sociedad global.

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