¿Qué incita a una parte de la población a atacar a la otra?

LAS PREGUNTAS DE PUNSET

Como homenaje al divulgador científico Eduard Punset, recuperamos su sección ‘Los lectores preguntan’ en la que abordaba las cuestiones que le planteaban los seguidores de ‘XLSemanal’

Los continuos ataques a ciudadanos indefensos en las plazas públicas por parte de violentos desenfrenados -pero también por las fuerzas del Estado, como ha ocurrido en Ucrania- llaman a la reflexión colectiva. ¿Cuáles son las razones que llevan a que se produzcan esos ataques personales y antihumanos?

Los analistas más prestigiados señalan que cuando se da una guerra civil -es decir, cuando los grupos iniciales de contendientes llegan a la conclusión de que la mitad o casi la mitad del país puede luchar a vida o muerte contra la otra mitad-, los resquemores de la contienda pueden durar cien años.

A lo mejor se dejan de hacer reproches públicos por lo ocurrido o tienden a olvidarse las singularidades de la contienda, pero en el fondo de los corazones no se olvida nada. En los países o las regiones que las han sufrido, los vivos siguen sin perdonar a los que ya han muerto. La gente no perdona.

«Tras una guerra civil –apuntan los analistas–, los resquemores de la contienda pueden durar cien años»

Todos los historiadores coinciden en que ese es el caso de los países que sufren una guerra civil. Cuando hay disparos, y víctimas por esos disparos, no se perdona, y en lugar del análisis de las causas de lo ocurrido solo queda el odio. La maldición de los unos contra los otros. Pero no se quiere hablar de ello porque, en ese caso, el día a día se hace muy difícil.

Los jóvenes que nacen y crecen después de la contienda suelen ser los únicos que no saben nunca nada de la cruenta guerra que sus padres entablaron contra sus vecinos. Es asombroso, pero se trata de una sociedad en la que los padres no olvidan nada, mientras los hijos lo desconocen todo.

Hay quien piensa que eso es bueno. «Mira por donde -dicen-: la mitad del país no solo no participó en la contienda civil, sino que nunca supo nada al respecto, porque ni en la escuela ni, por supuesto, en sus casas se mencionó nunca lo ocurrido».

En el caso de España, los jóvenes que nunca supieron nada tienen ahora unos setenta años y apenas les queda tiempo para hacer una perrería como sus padres.

«Y, sin embargo, los contados países en Europa que dieron curso a una guerra civil para sobrevivir lo han encajado mal», dicen otros. ¿Por qué?

Porque los sacrificios realizados fueron muy grandes. Eran años en que se salía muy lentamente de la pobreza y el ánimo de la población resultó truncado porque unos tuvieron presente hasta el mismo día de su muerte que se había ganado la guerra a la otra mitad que tenía al lado.

«Cuando hay disparos, en lugar del análisis de las causas de lo ocurrido solo queda el odio

En la Segunda Guerra Mundial murieron tantos ingleses como alemanes, pero la victoria en este caso no obligaba a convivir con los vencidos. Los fallecidos eran de otro país; de otra cultura.

El otro día me topé en la calle con alguien para quien era normal y comprensible no formar parte de la otra mitad. La mitad que había perdido la guerra hacía más de setenta años no tenía una nación como la otra mitad, sino un terruño. De lo que se da cuenta uno enseguida es de que es bastante absurdo seguir bramando contra los del terruño. La culpa fue de todos hace más de setenta años.

¿O es que los convencidos de que era necesaria una sociedad basada en la libertad y la igualdad económica y de que hacía falta menos Estado estaban todos equivocados? Históricamente hablando, el anarquismo -en parte tan mal entendido por la sociedad española- se centra en el poder del individuo y en la crítica de su relación con la sociedad; su objetivo es el cambio social hacia una futura sociedad libre.

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