Mayweather vs. Pacquiao, el combate del siglo

Desde luego, en lo que va de siglo, este es el combate. Probablemente hubo otros en el siglo anterior que superaron en trascendencia y literatura al que va a enfrentar a Mayweather y Pacquiao, pero ninguno en estas calendas puede equiparar la atención mundial que despierta el choque entre estas dos leyendas vivas. Será el combate más lucrativo de la historia y lo será para todos. Cuando Alí peleó con Foreman en Zaire, no había pay per view y no se recaudaron por ingresos televisivos directos los 150 millones que recaudó el combate entre Mayweather y Saúl Álvarez, por ejemplo. Entonces el boxeo era otro. La categoría de pesos pesados era la que hacía ganar dinero de verdad a los boxeadores y a los organizadores; ahora, un combate por la supremacía en el peso wélter va a captar la atención mundial. La afición al boxeo, disminuida en España por absurdos complejos de moralina barata, resulta desmesurada cuando se enfrentan dos individuos con marchamo de imbatibles. A Mayweather no le ha ganado nadie en sus 38 años de vida y Pacquiao tiene tal trascendencia en su país que hasta la guerrilla filipina detiene sus acciones cuando pelea este excepcional boxeador de 36 años. Las apuestas están a favor del norteamericano, todo sea dicho, pero hasta la última campana nada es definitivo.

Citaba antes el combate entre Alí y Foreman, pero hubo otro combate del siglo tres años antes, en 1971, entre Alí y Joe Frazier. Ahí se revolucionó el marketing del boxeo. El Rugido en la jungla del 74 hizo ya que todo se desbocara. Alí venció en el ring a duras penas, pero antes ya había vencido en los previos, cuando arrasó ante los zaireños y montó una demoledora campaña contra el gran Foreman. De nada valió que este advirtiera ser más negro que Alí. la habilidad sucia de Clay hizo que todos los habitantes de Kinshasa vieran en él al representante de su causa. Salía a correr por los barrios más pobres, por basureros, por zonas marginadas, hacía suya la causa de los africanos deprimidos, descalificaba a Foreman (entonces campeón) con las mentiras y bravuconadas más demagógicas y consiguió que la multitud gritara ¡Alí, mátalo! en los minutos previos al combate en el que Foreman era claro favorito. De hecho, en los primeros asaltos el campeón masacró al aspirante a golpes. Nadie entiende cómo pudo Alí aguantar aquel vendaval durante cinco asaltos brutales. Pero aguantó y desesperó a Foreman, que acabó desfondado por el esfuerzo de sus propios golpes. En el octavo, dio con la espalda en la lona como consecuencia de un jab y una derecha definitiva. Alí había vencido ante la incredulidad del negro que era más negro que él. Ganó la astucia frente a la fuerza.

Foreman venía de arrebatar el título a Frazier, que a su vez se había proclamado campeón habiendo defendido su título y ganando a los puntos a un Alí que creía que el título era suyo. Había estado tres años sin licencia para boxear como consecuencia de su negativa a combatir en Vietnam y se encontraba ante un hombre siete años más joven que se había deshecho de Frazier en un par de asaltos de golpes incontenibles. Foreman estaba invicto, como Mayweather ahora, y era, como digo, favorito sin duda, pero Alí hizo verdad aquella genialidad que dijo horas antes del combate. Soy tan rápido que cuando anoche apagué la lámpara de mi habitación ya estaba en la cama antes de que la luz desapareciera del todo . Se retiró a los dos años o así. Foreman también, aunque volvió con 45 años en los noventa y reconquistó el título mundial que perdió en la Kinshasa de Mobutu. Impresionante. Curiosamente, con los años se hicieron buenos amigos. Alí dice que aún le duelen los golpes que le propinó Foreman, y Foreman dice que jamás se ha sentido más cerca de nadie como de Muhammad Ali.

El 2 de mayo asistiremos a otro combate del siglo en Las Vegas. Habrá que verlo. Será inmensamente mediático, pero seguramente no será tan épico, entre otras cosas porque ya no hay tipos como Cassius Clay, aquella mariposa con picadura de avispa.

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