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ANIMALES DE COMPAÑÍA

La misericordia cervantina (y III)

Juan Manuel de Prada

Sábado, 05 de Marzo 2016

Tiempo de lectura: 3 min

Tal vez sea el episodio de la liberación de los galeotes (capítulo XXII, parte I del Quijote) el que más ha servido a los malandrines para afirmar que el concepto de misericordia cervantina desafía y hasta conculca las exigencias de la justicia. Valera afirmaba que casi siempre hay algo de valentía o de travesura en quien se burla de las leyes o desafía la autoridad; y Cervantes, sin poderlo remediar, se pone de su parte . Algo de esta simpatía con el burlador de las leyes encontramos en este episodio en el que don Quijote, antes de libertar a unos forzados, afirma que parece duro acaso hacer esclavos a los que Dios y la naturaleza hizo libres . Observemos, sin embargo, que Cervantes tiene la precaución de no incluir entre los forzados a ningún reo de delitos de sangre. Uno de los galeotes ha robado una canasta de ropa blanca, otro ha actuado como alcahuete, un tercero ha sido burlador de mujeres En cuanto a Ginés de Pasamonte, el más característico del grupo, el lector descubre enseguida que es un criminal neto, un malhechor sin arrepentimiento que, cuando se ve sin cadenas, en lugar de mostrarse agradecido con su liberador, yendo a postrarse a los pies de Dulcinea, lo apedrea sin piedad y escapa, temeroso de ser nuevamente apresado por la Santa Hermandad.

Unamuno, en su Vida de Don Quijote y Sancho, se detiene a glosar este escabroso episodio de la liberación de los galeotes, donde el hidalgo manchego se comporta más como un justiciero que como un caballero piadoso. Y llega a la conclusión de que la última y definitiva justicia es el perdón . Según Unamuno, don Quijote entiende el castigo al modo en que lo entiende Dios, en naturalísima consecuencia del pecado , pero sin ensañarse con el culpable, frente a lo que a veces hace la justicia positiva. Para Unamuno, castigo que no va seguido de perdón, ni se endereza a otorgarlo al cabo, no es castigo, sino odioso ensañamiento . Y tiene razón; pero le falta añadir que perdonar a quien no muestra arrepentimiento -como es el caso de Ginés de Pasamonte- es algo que ni siquiera Dios puede hacer, como se prueba en el pasaje evangélico en el que Cristo se niega a hablar con Herodes.Cervantes tal vez no creyese demasiado en la justicia terrenal; mas no por esto negaba la justicia divina. Dios hay en cielo -afirma sin ambages don Quijote-, que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno . Sin duda, un hombre como Cervantes, que padeció mil penalidades en Argel y que en más de una ocasión se las tuvo tiesas con la justicia del Rey, tenía que apiadarse, inevitablemente, del sufrimiento de los galeotes; y tal vez en la locura de don Quijote que los libera haya algo de rebelión ante el sufrimiento del prójimo. Pero de inmediato Cervantes nos especifica que don Quijote quedó mohinísimo de verse tan mal parado por los mismos a quienes tanto bien había hecho. Si yo hubiera creído lo que me dijiste -reconoce ante Sancho-, yo hubiera excusado esta pesadumbre . Las consecuencias nefastas que la liberación tiene para el propio don Quijote nos demuestran que Cervantes consideraba que la misericordia sin justicia es una virtud loca que no hace sino desatar más aciagas catástrofes. De hecho, don Quijote ya no dejará de justificarse de su error, en un intento de acallar su escrúpulo de conciencia. En el capítulo XXX, cuando Sancho le afea lo que hizo, don Quijote se enoja sobremanera, aduciendo que a los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos van de aquella manera o están en aquella angustia por sus culpas o por sus gracias. sólo le toca ayudarles como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas, y no en sus bellaquerías . Y todavía en el capítulo XLV, cuando los cuadrilleros de la Santa Hermandad lo quieren prender por la fechoría de la liberación, llamándolo salteador de caminos, don Quijote se encoleriza y los increpa. Venid acá, gente soez y mal nacida. ¿saltear de caminos llamáis al dar libertad a los encadenados, soltar los presos, acorrer a los miserables, alzar los caídos, remediar los menesterosos? . Salta a la vista que tales reacciones no son sino aspavientos de una conciencia torturada.

Que este episodio desazonaba al propio Cervantes lo prueba que luego se preocupase de pintar al liberado Ginés de Pasamonte como un desalmado que roba el rucio de Sancho; y cuando Ginés de Pasamonte vuelva a aparecer, convertido en titiritero, obtendrá su merecido, pues don Quijote desbarata el tabladillo de sus marionetas. Y es que Cervantes era consciente de que la justicia exigía que la misericordia desnortada de don Quijote fuese rectificada y reparada de algún modo.

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