En solo cuatro años, su red social ha facilitado ya 20.000 millones de ‘conexiones’ entre personas. Si de ahí surgió una relación sexual, un gran amor o nada, no se sabe. Pero para el creador de Tinder, Sean Rad, su aplicación, además de un gran negocio, es un «catalizador social». Por Farrah Storr

Como tantas otras bonitas historias de amor, esta empieza con una salida nocturna.

Estamos en la primavera de 2012, y un grupo de hombres jóvenes está sentado en torno a una mesa de Cecconi’s, un lujoso restaurante italiano de Melrose Avenue, en Los Ángeles. Son apuestos, elegantes… y andan a la caza de mujeres. Con la vista fija en sus teléfonos móviles, no cesan de enviar mensajes a las chicas que conocen, para ver si están a dispuestas a salir con ellos.

A dos metros de distancia hay una mesa con chicas que han salido a divertirse. Uno de los chicos se fija en ellas. Sugiere a sus amigos que quizá harían mejor en tratar de entablar conversación con estas chicas. Los miembros más osados del grupo se dirigen a ellas.

Sean Rad tiene 30 años y es el consejero delegado de Tinder, la empresa creadora de la aplicación de ‘ligoteo’ con el mismo nombre. Y se ríe al contarme esta historia.

«No hacíamos más que enviar mensajes a chicas para que nos acompañaran. Pero bastaba con levantar los ojos para ver que a nuestro lado había una mesa entera con chicas». Bebe un sorbo de té. «En ese momento comprendí que a veces no terminas de darte cuenta de lo que tienes delante. A veces para que las cosas ocurran, necesitas provocarlas». Rad describe Tinder como «un catalizador social». Fue más allá en un artículo publicado por la revista Fast Company este año. «Un emparejamiento hecho a través de Tinder puede cambiarte la vida. A quién le importa una mierda una foto subida a Snapchat hace dos horas?». Según me dice, «Tinder hace que tengan lugar las cosas más difíciles de todas». En todo caso, no termina de estar claro lo que significa eso de «tener lugar».

La idea surgió de la propia experiencia. Rad pensó: «¿ Y si hubiera una forma de saber si una mujer está interesada en ti antes de dar el primer paso?

Hay quien dice que Tinder ha revolucionado el juego de la seducción al posibilitar unas «conexiones» que normalmente no tendrían lugar. Otros aseguran que es una aplicación para conseguir simples planes de cama, la ‘plaga’ del amor moderno.

Superar el rechazo. Pregunto a Rad qué pasó cuando se pusieron a hablar con las chicas de la mesa vecina en 2012. Ríe. «¡Nos rechazaron! Vinieron a decirnos que qué nos habíamos creído, que estaban cenando por su cuenta y que las dejásemos en paz».

Lo sucedido le dio una idea. ¿Y si fuera posible combinar los teléfonos móviles con el ‘ligoteo’?, se preguntó al llegar a casa. Mejor todavía, y si hubiera una forma de saber si una mujer estaba interesada en ti antes de que dieras el primer paso? En el verano de 2012, Rad y un pequeño grupo de amigos se pusieron a trabajar. Veintitrés días después, Tinder era una realidad.

Si la cosa quedara ahí, todo se reduciría a una historia con final feliz, centrada en el amor, el dinero y los megabytes. Pero la historia de Tinder ha sido más movidita que la mayoría. «Tengo la impresión de que en los últimos 3 años he vivido más que muchas personas en 20 años», dice Rad con su franqueza habitual.

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Rad con su mejor amigo, Justin Mateen, cofundador de Tinder, que fue despedido tras ser acusado de acoso sexual

En 2014, su mejor amigo y cofundador de Tinder, Justin Mateen, fue denunciado por acoso sexual (la denuncia era extensible a la compañía en su conjunto) por la antigua directora de mercadotecnia Whitney Wolfe. Mateen en su momento había mantenido una relación con Wolfe. Después de la ruptura, esta acusó a Rad y a Mateen de haber estado molestándola con «una interminable sucesión de comentarios sexistas, racistas y desagradables en general».

El caso finalmente se resolvió por medio de un acuerdo extrajudicial, y se dice que un millón de dólares cambió de manos. Mateen se fue de la compañía y Whitney Wolfe lanzó una aplicación llamada Bumble, en la que las usuarias femeninas son las que inician la conversación. Ninguno de los dos bandos reconoce haber cometido errores, pero el caso nada hizo para disipar la impresión de que en Tinder impera una cultura corporativa caracterizada por el machismo.

La cosa fue a peor. Poco después, Rad fue cesado como consejero delegado. El consejo de administración habló de «inexperiencia». Algunos observadores no dejaron de tomar nota de que el despido se produjo muy poco después del pleito por acoso sexual. Los críticos de Rad dicen que fue ingenuo, que la situación le iba demasiado grande.

Tinder se ha visto obligado a madurar mucho durante los últimos  años… y otro tanto le ha pasado a Rad. Hoy tiene 31 años y se ha convertido en un verdadero superviviente.

Un tipo reservado

En previas entrevistas se describía sentado en un bar, examinando a las mujeres atractivas que iban llegándole por Tinder. Hoy se describe a sí mismo como «reservado» y dice que se siente «incómodo» al tratar con otras personas por primera vez. Me cuenta que tan solo ha tenido tres relaciones de verdad en la vida… y que sí, que conoció a su última novia, Alexa (hija del multimillonario de la tecnología Michael Dell), en Tinder.

«La gente piensa que soy uno de esos que se ganan la vida con la tecnología y salen de juerga cada noche, pero la verdad es que prefiero estar sentado charlando con mis mejores amigos que ir a una fiesta desmadrada».

Hace gala de cierto embarazo cuando le pregunto si está saliendo con alguien. «Sí -responde-, pero tan solo estamos empezando». Se limita a añadir que la chica no es famosa, trabaja en el mundo de la tecnología y ya eran amigos de antes. Rad finalmente reconoce. «El hecho es que vamos bastante en serio».

Cuando se pone a hablar de Tinder, su verborrea no tiene límites. Sin embargo, se muestra un poco nervioso al hablar de sí mismo. Rad es hijo de unos inmigrantes judíos procedentes de Irán. Sus padres son propietarios de un próspero negocio de electrónica, que abrió su abuelo. Rad creció oyendo a sus familiares hablar de negocios. De niño, su madre, Fariba, era «estricta» con él. «Sigue siéndolo», dice con una sonrisa. «Siempre conseguía que hiciese lo que ella quería, por medio del sentimiento de culpabilidad tan propio de los judíos. Me decía. ‘Sabes que puedes hacer lo que te plazca, Sean. ¡Pero si lo haces, vas a romperme el corazón!’».

Durante la adolescencia, lo que de verdad ambicionaba Rad era convertirse en músico. Estuvo a punto de fichar por un sello discográfico, pero sus padres se lo impidieron. Finalmente se matriculó en la Universidad del Sur de California (USC), pero dos años después dejó los estudios para fundar su propia empresa de tecnología, una plataforma llamada Adly que emparejaba a los famosos con marcas comerciales.

«Mi madre se llevó un buen disgusto cuando dejé la universidad». Irónicamente, los de la USC este año pidieron a Rad que pronunciara el discurso de inauguración del curso académico. Durante el acto, su madre no paró de llorar.

El socio y mejor amigo de Rad fue acusado de acoso sexual. Poco después, el propio Rad fue cesado como consejero delegado

Rad decidió hablar en ese discurso sobre el momento más significativo de su vida: el día en que lo despidieron del trabajo. «Me había pasado la vida soñando con crear algo como Tinder y de pronto me lo arrebataron-explica-. Un miembro del consejo me invitó a dar un paseo y me dijo. ‘En el consejo tenemos la impresión de que es necesario contratar a un consejero delegado con mayor experiencia’. Me quedé con la boca abierta. No me lo esperaba».

Sopesó plantar cara al consejo, pero ante la posibilidad de su expulsión total de la empresa, Rad (que tiene en torno al diez por ciento de las acciones) dejó el cargo y aceptó el puesto de director de desarrollo de producto. Reconoce que la experiencia resultó «frustrante». Pero añade: «Eso sí, el cese sirvió para liberarme de dos cosas. del título en la empresa y de la necesidad de ser siempre perfecto».

Su sucesor como consejero delegado, Chris Payne, duró menos de cinco meses y Rad fue devuelto al cargo. Nadie parece tener claro por qué Payne duró tan poco tiempo. Pero el día que Rad volvió a trabajar como consejero delegado, los empleados le brindaron una ovación puestos en pie.

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