Hasta el siglo XVI esta ciudad de Mali fue un gran centro de erudición, sin parangón en toda África. Hoy, sus propietarios se enfrentan a un nuevo peligro. Los fundamentalistas han tomado la ciudad. Por Daniel Méndez

Hace ya algunos meses que Abdoul Wahid abandonó la ciudad. El día en que los rebeldes tuareg, en peligrosa alianza con el movimiento islamista Ansar Dine, tomaron posesión de Tombuctú el pasado 1 de abril, este profesor de árabe hizo el petate y se marchó a un lugar más seguro junto a su mujer y sus dos hijos. Hoy nos cuenta cómo está la situación desde la ciudad de Ségou, a unos 800 kilómetros rumbo al sur siguiendo la senda del río Níger, donde buscó refugio en casa de unos familiares. «Muchos han hecho como yo y han huido de Tombuctú. Algunos se han ido a otros países, como Mauritania o Argelia, o a Bamako -la capital- hasta que la situación se calme». Atrás quedan las escasas pertenencias de una casa donde se sobrevivía con lo justo. Y atrás quedaba, también, su más preciado tesoro. una colección de cerca de 3000 manuscritos antiguos, de los que se encarga desde la muerte de su padre, en 2003. Una responsabilidad que a menudo se convierte en una pesada carga. Un tesoro demasiado valioso, quizá, para una casa de adobe donde la carne es un lujo que entra solo para agasajar a un invitado especial.

Durante años, Abdoul -como tantos otros en la ciudad- ha conservado como ha podido los documentos en grandes cajas metálicas o en maletas escondidas en el sótano de su casa. Sacudido el polvo que cubre la superficie metálica, aparecen los tesoros que albergan en su interior: manuscritos árabes iluminados con ilustraciones y la letra precisa de los más preciados calígrafos.

La mítica ciudad de Tombuctú, aquella que con tanta fiereza se resistió a la llegada del hombre blanco, está plagada de tesoros milares: se calcula que hay en torno a medio centenar de bibliotecas privadas, que albergan entre 100.000 y 500.000 manuscritos, según la fuente. Han sido comparados, por su importancia, con los célebres manuscritos del Mar Muerto. Son el legado del pasado más glorioso de una ciudad que creció en un inhóspito lugar, en el extremo sur del desierto del Sáhara. Dice la leyenda que su primera habitante fue una joven tuareg que quedaba al cuidado del pozo que nutría a los camellos de las caravanas que cruzaban el desierto cargadas de sal, oro y esclavos con destino al norte del continente africano. De ahí vendría el nombre: ‘tim’ significa pozo, y Buktu sería el nombre de aquella esclava que salvaguardaba el agua potable, ese bien tan escaso como preciado a las puertas del desierto. Contra todo pronóstico, estos campamentos temporales dieron lugar a un asentamiento fijo que, entre los siglos XIII y XVI, se convirtió en un centro de erudición sin parangón en toda África. Aquí reside un gran número de doctores, de jueces y otras gentes de gran sabiduría. Y aquí llegan libros y manuscritos desde la Berbería, que son vendidos por más dinero que cualquier otra mercancía. 

«La moneda de Tombuctú es el oro puro, sin acuñar, sin inscripción de ningún tipo», dejó escrito uno de sus más ilustres visitantes, León el Africano. Y, en efecto, la ciudad llegó a albergar hasta 20.000 estudiantes y copistas que aprendían en su universidad y en las más de 180 escuelas coránicas distribuidas por la ciudad. Son documentos de valor incalculable cuyos textos versan sobre medicina, astronomía, estudios coránicos, geografía

Sus propietarios los han defendido durante siglos de la amenaza constante del agua, que anega las casas en época de lluvias, y de las insaciables termitas. Hoy, una amenaza más se cierne sobre los llamados manuscritos de Tombuctú. El caos que impera en la ciudad desde que el pasado 1 de abril el llamado MNLA -Movimiento Nacional de Liberación del Azawad- se hiciera con el poder. Para combatir al desmembrado gobierno de Bamako -que solo unas semanas antes había sido derrocado por un golpe de Estado- el movimiento tuareg, de carácter laico, se alió con los islamistas de Ansar Dine. Mientras los primeros buscan únicamente la independencia del Estado que han bautizado como Azawad -que ningún otro país ha querido reconocer- los segundos dan un paso más allá y buscan imponer la sharia, la ley islámica en este Estado que tiene a la cercana ciudad de Gao como capital.

Conseguido el primer paso de la independencia, no tardaron en surgir los conflictos entre ambos bandos. La batalla, de momento, parecen ganarla los islamistas y sus Kalashnikov. Los rebeldes del MNLA han sido forzados a abandonar Tombuctú tras un enfrentamiento armado que se saldó con 20 víctimas mortales.

Y las consecuencias se palpan en un éxodo que habría provocado que 250.000 personas abandonaran la región. Mientras, la versión más extrema de Ansar Dine habría destruido ya el mausoleo de Sidi Mahmoud Ben Amar, uno de los lugares donde se encuentran sepultados algunos de los santos de la llamada ‘ciudad de los 333 santos’. Un culto que, según la versión de los islamistas, cercanos a Al Qaeda, es ‘haram’, pecado. La Unesco se ha pronunciado ya en contra de estos ataques al patrimonio. En un comunicado, su directora general, la búlgara Irina Bokova, instaba a la comunidad internacional a defender el legado documental de Tombuctú. «Los ciudadanos de Tombuctú han luchado por defender estos antiguos documentos. Pero necesitan nuestra ayuda».

En efecto, algunos testigos han relatado cómo la población local se habría opuesto a los saqueos en algunas de las más grandes bibliotecas de la ciudad. Junto con las decenas de pequeñas bibliotecas privadas, hay en Tombuctú tres grandes centros: el Fondo Kati, la biblioteca Ahmed Baba y el centro Mamma Haidara. Los tres han sido saqueados, se les han requisado los coches que poseían y gran parte de su material informático, y los edificios permanecen ocupados por las fuerzas rebeldes. Aunque, por fortuna, parece que los manuscritos se han salvado de la quema de momento. Sus cuidadores pudieron esconderlos a tiempo, en casas privadas o en chozas repartidas por los alrededores de la ciudad. La española Susana Molins Lliteras, que trabaja en el proyecto The Tombouctou Manuscripts de la Universidad de Ciudad del Cabo, ha podido reunirse recientemente con algunos bibliotecarios huidos a Bamako, según relata a XLSemanal. Hasta ahora la gran mayoría de los documentos se encuentra a salvo. Aunque no se sabe cuánto podrá durar esta situación. Muchos textos se encuentran escondidos y en algún caso han podido sortear los controles de los rebeldes colocados en las salidas de la ciudad . Cuenta cómo alguno de ellos -prefiere no dar nombres para evitar represalias- ha podido escamotear algunos documentos o incluso algún ordenador personal, escondido en las faldas de una mujer.

Mientras, la gran mayoría de los pequeños propietarios ha huido de la ciudad, abandonando los manuscritos a su suerte. Muchos temen que, si los rebeldes tuareg se hacen con ellos, podrían tratar de venderlos al mejor postor para financiar su lucha por la independencia. La Unesco, de hecho, ha llamado a los países limítrofes a vigilar las fronteras para evitar la entrada ilícita de estos preciados documentos. Si caen en manos islamistas, podrían correr peor suerte. muchos de estos documentos, entre cuyas firmas puede verse nombres ilustres como Avicena, autor de numerosos textos de filosofía y medicina, datan de la época preislámica. Aunque son numerosos los análisis del Corán, otros versan sobre temas que podrían ser considerados haram, pecado, por la versión más estricta de Ansar Dine. Estos, como aquellos escritos en lenguas locales como el peul, podrían acabar en la pira. Esperemos que no o, como a buen seguro se escucha a menudo estos días en las calles de Tombuctú, InshaAllah, o ‘si Dios quiere’.

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