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EL BLOC DEL CARTERO

Talla

Lorenzo Silva

Lunes, 10 de Octubre 2016

Tiempo de lectura: 5 min

Cuestiona uno de nuestros lectores la talla de quienes, en esta encrucijada en que se halla la sociedad española, tienen la responsabilidad no de arbitrar soluciones (que ninguno puede, por sí solo), sino de acertar a pactarlas. Evoca como contraste, y empieza a convertirse en un lugar común, la estatura política que demostraron quienes hace treinta años pilotaron la Transición desde un régimen autoritario a una democracia parlamentaria y un Estado de derecho. Sin idealizar un periodo que también tuvo sus borrones y sus sombras, es cierto que nadie parece dispuesto a proponer (y renunciar) con la generosidad que supieron mostrar aquellos líderes, y quizá sea hoy más perentorio, porque nos topamos, a la vuelta de los años, con lo que ellos no acertaron a resolver. Nada menos, y mal que nos pese. LA CARTA DE LA SEMANA

Parecido a la impotencia

Situaciones cotidianas, como charlar en una plaza o dar una vuelta por el centro de tu ciudad, pueden verse gravemente alteradas por la aparición de una mujer desesperada en busca de ayuda. Una mujer que asegura haber sido apuñalada por su marido y solo quiere llegar a su casa y abrazar a su hija. Presa de la desesperación, nos ofrece todo lo que tiene, nos cuenta su horrible historia e incluso nos llega a mostrar las marcas de su calvario. Inmensamente agradecida se despide por la ayuda que le ofrecemos y promete llamar cuando llegue a casa y se encuentre a salvo. Ella sigue su camino, aliviada de haber encontrado a dos personas dispuestas a ayudarla. Nosotros, sin embargo, nos quedamos con un sabor amargo, parecido a la impotencia. Para la sociedad, ella será un número más en la lista de víctimas; para nosotros, será una cara, un nombre y una historia. Una historia que merece la mejor de las portadas.  Alba Franquiz Liria
Por qué la he premiado...  Por la instantánea sobrecogedora de una de esas historias que normalmente conocemos cuando es demasiado tarde.

A continuación el resto de cartas de la semana.

Lo que siento y lo que pienso

Sobre todo siento que mi anterior carta [publicada en esta misma sección hace varias semanas y que se convirtió en viral en las redes sociales] haya hecho sufrir a mi familia, pero una residencia [para mayores] no es un hotel; aquí no todo el mundo se encuentra en las mejores condiciones: ni físicas ni psíquicas. Enfrente de mi puerta vive un señor amable, dulce y cariñoso que todas las noches en cuanto oye que abro mi puerta se asoma a la suya para desearme las buenas noches (en calzoncillos y camiseta). Pero dejemos el tema. Me gustaría hablar de lo que pienso: toda la vida los padres hemos estado ahorrando para nuestro futuro y el de nuestros hijos; si tenemos que pagar residencias con un gran presupuesto, poco les va a quedar. Y no solo eso: además, debemos pagar al Estado un diez por ciento de IVA, por lo que nos vemos abocados a vender pisos, enseres y todo lo que pensábamos que seguiría en la familia. ¿Y el Gobierno no concede ayudas? Depende de la minusvalía que tengas, de tus rentas... En todo caso, si llega a veces, se demora tanto que puede ser tarde para el que lo solicita. Y si tienes la suerte de que te llegue, nunca te devolverán lo que diste hace meses. Y perdonen si en algo he molestado. Pilar Fernández Sánchez (Granada)  Lean la carta de esta misma autora que conmovió a España,

aquí.


Dos premios

Escribo para que sepan que, con la carta que envié hace tres meses y que premiaron, he tenido dos premios: su bolígrafo y otro que paso a contarles. En la carta yo hablaba de personas con síndrome de Down. Decía que me había emocionado un hombre con síndrome de Down que iba dirigiendo una charanga en mi barrio; lamentaba que cada vez nacieran menos, y finalizaba agradeciendo a las familias que hubieran cuidado, educado, formado y amado a estas personas tan especiales. Pues bien, hace unas semanas se me acercó una compañera del trabajo a la que conozco vagamente. Me preguntó si yo había escrito la carta, le contesté que sí, y entonces me dijo que su madre la tenía guardada como oro en paño. No andaba yo muy espabilada, así que me aclaró: «La persona de la que hablabas es mi hermano; por eso, mi madre ha guardado la carta». ¿Pueden imaginar mi emoción? ¿Puede haber algo más bonito que una madre que hace cincuenta y tantos años vio nacer un hijo Down y que, de repente, ve en una revista una carta sobre su hijo, en la que a ella se le agradece lo que ha aportado a la sociedad? Marta Lizancos Agerralde (San Sebastián)

El valor  de la vida

Todo es relativo en la vida, excepto la vida. El valor intrínseco, que nos pertenece a cada uno, por el mero hecho de estar vivos, es absoluto, universal, inviolable y de un único dueño, uno mismo. No es filosofía. Es una certeza, que debiera serlo en todo el mundo. Porque [la ejecutiva vizcaína de IBM] María Villar en México o [la misionera barcelonesa] Isabel Solà en Haití contaban con una vida sobre la que solo ellas podían decidir. Con una entrega a su familia, a su trabajo y a los demás. Con un caminar sin esquinas, un pasado labrado de esfuerzo y un futuro sin dobleces. Ambas, de 39 y 51 años, fueron asesinadas por un puñado de dinero. Pero María e Isabel no erraron. Fue por un conjunto de balas torcidas y miserias extremas que banalizan la muerte. Por un montón de días sin rumbo y de noches sin cobijo, de unos muchachos amparados por la impunidad. Por una extenuante necesidad que destrona la esencia de los demás. Y por subestimar lo que ellas más querían, su vida. Luis A. Rodríguez Arroyo (León)  

No dan la talla

Este verano, hablando con un amigo residente en Suiza, me decía que allí ya nos ven, con la crisis de la investidura, como un país de chirigota. Le dije que se equivocaba, que España era un gran país, como lo demostró en la Transición, pero que hoy contamos con unos políticos que no están, por desgracia, al nivel de las circunstancias. Deben de tener altura de miras, pero muchos no ven más allá de su partido. No lo merecemos. El pueblo español está cansado de la ineptitud de gente incapaz de llegar a ningún acuerdo. ¿Por qué es tan fácil en otros países y tan difícil en el nuestro? Si hubiera que llegar a unas terceras elecciones, además de un mayúsculo fracaso, sería un espectáculo grosero. Por ello, hago una llamada a la sensatez de los políticos para evitarlo. Merecerían, si no, que los encerrasen en el Congreso y no saliesen de allí hasta haber consensuado un gobierno. José Vaquero Sánchez (Granada)  

¿Sin trabajo?

Esos padres que dan la nota en las televisiones quejándose del excesivo trabajo de sus hijos para hacerlo en casa ¿han contado el tiempo que gastan en televisiones, teléfonos o tuiteando? ¿Creen que algún pianista, violinista, fontanero, escritor, músico o compositor llega a hacer algo digno sin dedicar tiempo, esfuerzo, ilusión y trabajo? ¿Creen que CR7, Messi o Iniesta han llegado a la perfección de su fútbol sin trabajo? ¿Que a un balón se le da con esa perfección sin dedicar horas y horas?  Ángel Fabregat (Castellón)