Asesora a gobiernos y empresas y dirige decenas de proyectos en escuelas y universidades de todo el mundo. Este gurú de los nuevos entornos de enseñanza. Por Carlos Manuel Sánchez

Stephen Heppell ha estado en España con motivo del foro sobre educación ‘XLDesafío’, organizado por XLSemanal junto con la Fundación Telefónica y Human Age Institute, en colaboración con Air Europa. Tiene su propia manera de medir la calidad de la enseñanza. «Si su hijo sale del cole diciendo: ‘¿A qué no sabes lo que hemos hecho hoy?’. Bien. Pero si usted le pregunta qué ha hecho y le contesta: ‘Cosas’. Malo…». Heppell trastea su móvil: «Me encantan. Es una tecnología activa, no pasiva, como la tele. ¿Sabe por qué se prohíben en el aula?», pregunta. «Porque distraen», le digo. «Porque no les gustan a los profesores. La escuela desconfía de las tecnologías. Pero algo tan sencillo como hacerle una foto a la pizarra con el móvil ayuda a recordar mejor lo que ha explicado el profesor».

XLSemanal. ¿Cómo será la escuela en 2029-2030?

Stephen Heppell. No me lo pregunte a mí.

XL. ¿Y a quién?

S.H. A los chavales.

XL. Y si piden cuatro horas de recreo…

S.H. Es que no se trata de que digan lo primero que se les ocurra, sino de animarlos a investigar, a argumentar, a discutir… Son enseñanzas para la vida. Pero nada los prepara peor que la escuela para el mundo que viene.

XL. ¿Y cómo lo haríamos mejor?

S.H. En 2030 no sabemos lo que va a pasar ni qué empleos habrá. Lo fundamental es prepararlos para afrontar lo inesperado. No nos esperábamos el calentamiento global o que hubiera millones de refugiados… Si saben manejarse en un entorno lleno de sorpresas podrán lidiar con las dificultades y aprovechar las oportunidades.

XL. ¿Y eso cómo se hace?

S.H. Sabemos cómo no se hace. El sistema educativo es alérgico a las sorpresas. Cuando un niño le da la vuelta a la hoja del examen no quiere sorpresas. Así que deberíamos empezar por sorprenderlos, desafiarlos. Que tengan que pensar rápido y sobre la marcha. Pero si tienes 13 años, te sientas en la misma silla todo el curso, a las 10 sabes que entrará el de ‘Mates’…

XL. Pero habrá que planificar…

S.H. Ya, pero qué sentido tiene un calendario escolar que programa cada minuto de cada día de cada mes? El día es fluido. En tu vida no paras sí o sí cada 45 minutos… Pretendemos que suene el timbre y mil adolescentes tengan hambre al mismo tiempo. Es absurdo. Sabe por qué lo hacemos así? Porque nos conviene a nosotros. En 2030 nos reiremos de muchas cosas de los colegios de hoy.

«¡Mire los pupitres! Están diseñados a mala idea. ¡Es la silla antilectura!»

XL. ¿Por ejemplo?

S.H. Metemos a 25 niños juntos entre cuatro paredes porque nacieron entre septiembre de un año y septiembre del año siguiente; los calificamos en función de cómo trabajen en solitario…

XL. ¿Hay otra manera?

S.H. Cuando el Real Madrid gana, no le dan una medalla solo a Cristiano. El premio es para todos. La colaboración nos hace fuertes. Pero en la escuela nos obsesionamos con el aprendizaje individual. En el curso 2029-2030 veremos a cuatro niños abriendo el mismo sobre y celebrando que han sacado un sobresaliente en un trabajo colectivo. El modelo basado en proyectos es el camino que seguir.

XL. ¿Sus ventajas?

S.H. Te prepara para el mundo profesional. Aprendes a buscar información y a sacarle partido, a repartir las tareas, a presentar los resultados… Reta a los estudiantes a resolver un caso práctico aplicando los conocimientos de materias diferentes. En Australia mezclamos matemáticas y arte. Para hacer un collage abstracto, los niños aprenden a resolver ecuaciones lineales porque así generan las líneas con las que dividirán el lienzo. Hay que retarlos, no subestimarlos.

XL. ¿Los sobre-protegemos?

S.H. Sí. Y les encargamos deberes inútiles, bloqueamos su iniciativa. Por su propio bien, decimos… Pero es lo que nos conviene a nosotros. Y eso tiene que cambiar. Fíjese en las sillas del aula.

XL. ¿Qué les pasa?

S.H. Están diseñadas a mala idea. Tan incómodas… Es la silla perfecta antilectura. Pero los colegios las compran porque son fáciles de apilar. Se puede conseguir que un niño mejore su rendimiento solo cambiando el espacio físico donde estudia. Nosotros lo hemos conseguido con niños problemáticos en barrios duros de Londres. Pero las aulas no están pensadas para enseñar, sino para controlar.

XL. ¿Cómo serán las aulas del futuro?

S.H. Abiertas, de tres paredes, muy espaciosas… El concepto tradicional de aula perjudica el aprendizaje. Por ejemplo, en una clase cerrada los niveles de dióxido de carbono se elevan conforme avanza la mañana. Es difícil mantener la concentración a partir de 2000 partículas por millón. Pero se pueden alcanzar picos de 4000. Lo único que le apetece a un niño que respira ese aire es armar jaleo.

XL. Pero haría falta más espacio…

S.H. Aprovecharlo mejor. Serían clases de cien alumnos…

XL. ¿Cien niños en la misma clase?

S.H. ¡Sí!

XL. ¿Y la educación personalizada?

S.H. Habría al menos tres profesores en el aula y cinco o seis zonas de atención.

XL. ¿Y el control de la clase?

S.H. Ayudará que no habrá separación por edades.

XL. ¿Mayores y pequeños juntos?

S.H. Lo que oye. Nadie dijo que las fases del aprendizaje dependan de la edad. Nadie puede decir qué hay que saber a los 10 años y a los 13. Las escuelas se lo han inventando porque les conviene para su gestión. Pero mire una familia, un club deportivo, un grupo de teatro… Las edades se mezclan. Cuando lo hacemos, los pequeños quieren esforzarse para ser como los mayores, y los mayores cuidan de ellos. El comportamiento es mejor. Y el progreso también. Tenemos este sistema estúpido que retrasa el aprendizaje de unos niños y obliga a otros a ir con la lengua fuera cuando sus ritmos son diferentes.

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