Kip Thorne es uno de los físicos más importantes del mundo. Y no solo por ser uno de los mayores expertos en agujeros negros -uno de los grandes misterios del universo-, sino porque tiene multitud de fans. Por Ixone Díaz Landaluce/ Foto Ricardo Dearatanha (Los Angeles Times / Getty Images)

Gran divulgador, es ‘padre’ de películas como Interstellar. Ahora, a sus 77 años, va a recibir el Nobel por su aportación a la detección de ondas gravitacionales, y cuyo origen fue detectado por primera vez por el equipo que lideraba la astrofísica Marica Branchesi

Durante el verano de 1609, Galileo Galilei construyó su primer telescopio y empezó a observar el firmamento: descubrió la superficie montañosa de la Luna, los satélites de Júpiter, la Vía Láctea, advirtió que Venus -como la Luna- tenía fases… Y así nació la observación astronómica. Pero no todos los cuerpos y fenómenos del universo son visibles para los telescopios, por muy sofisticados que sean. Cuatro siglos después, la astronomía ha inaugurado una nueva era en la que esos fenómenos están empezando a desnudar sus misterios gracias a una nueva y fascinante disciplina: la astronomía de ondas gravitacionales.

La idea fue de Einstein. En 1916, el genio alemán acompañó su teoría general de la relatividad con algunas predicciones. Una de las más relevantes vaticinaba la existencia de las llamadas ‘ondas gravitacionales’, unas deformaciones del espacio-tiempo, el ‘tejido’ del que está hecho el universo, generadas por los fenómenos más violentos del cosmos, como las estrellas de neutrones o la colisión de dos agujeros negros. Predijo también que estas ondas viajarían a la velocidad de la luz y transportarían información sobre el cataclismo que las originó y pistas sobre la propia naturaleza de la gravedad. Sin embargo, Einstein pecó de pesimista. Pronosticó que las ondas serían tan débiles al llegar a la Tierra que sería imposible detectarlas. No confiaba en la tecnología. O lo que es lo mismo. subestimó a la generación de físicos que tomarían su relevo.

Pero en septiembre de 2015, y después de medio siglo de trabajo, LIGO -el observatorio norteamericano de ondas gravitacionales por interferómetro de láser- hacía su primer descubrimiento y registraba las ondas gravitacionales causadas por la colisión de dos enormes agujeros negros. Ahora, los tres científicos que lideraron el proyecto, Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne, están a punto de recibir el Premio Nobel de Física.

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Retirado de su trabajo como profesor en la Universidad Caltech, en California, Thorne sigue investigando y escribe libros divulgativos, además le explica a Hollywood cómo funcionan los mecanismos del universo (Foto: Joseph Puhy)

Thorne, nacido en Utah en 1940 en el seno de una familia mormona, empezó a interesarse por las ondas gravitacionales en los años setenta. Su trabajo teórico ha servido para identificar la fuerza y las fuentes de estas señales y para afinar el diseño de los instrumentos necesarios para su detección. Thorne es, además, una de las mayores autoridades mundiales en agujeros negros. De hecho, todo empezó en 1975, cuando él y su amigo Stephen Hawking hicieron una apuesta…

¿Es cierto que usted y Hawking se apostaron una suscripción a la revista erótica Penthouse si lograban demostrar la existencia de agujeros negros?

Kip Thorne. Sí, así es. Y empecé a recibir la revista puntualmente en mi casa cuando los agujeros negros dejaron de ser una teoría para convertirse en una evidencia científica.

XLSemanal. Después de medio siglo dedicado a la investigación cosmológica, ¿cómo es ese día en el que por fin suena el teléfono y le anuncian que ha ganado el Nobel?

K.T. En realidad no fue ninguna sorpresa. Sabía que, antes o después, este premio llegaría. Era bastante obvio desde hacía un tiempo. De hecho, cuando el comité de física me llamó para comunicármelo, les dije que estaba decepcionado…

XL. ¿Por qué?

K.T. Creo que el premio debería haber reconocido a todo el equipo que integra LIGO, en lugar de únicamente a tres personas. Me dijeron que en el futuro valorarán esa posibilidad.

XL. No parece demasiado entusiasmado con el reconocimiento. ¿stá contento?

K.T. Soy un icono para todo el equipo, así que al menos me hace feliz representar el trabajo que han hecho más de mil personas. Pero para mí la auténtica satisfacción es que los objetivos científicos que me marqué a mí mismo y la forma que ideé para conseguirlos han funcionado. Esa es mi recompensa.

XL. La existencia de ondas gravitacionales ya fue enunciada por Einstein, pero vaticinó que sería imposible detectarlas. ¿Cuándo sospechó que Einstein estaba equivocado?

K.T. En 1972 escuché por primera vez la idea de Rainer Weiss sobre los interferómetros láser (la tecnología que dio lugar a LIGO) para detectar ondas gravitacionales. Tuve muchas conversaciones con él y con otros físicos y tres años después estaba convencido de que seríamos capaces de detectarlas. Después de eso, nunca perdí la fe.

XL. Y entonces, después de más de cuatro décadas de trabajo, el 14 de septiembre de 2015, LIGO captó la primera onda gravitacional. ¿Cómo fue ese momento?

K.T. De profunda satisfacción. Además, la naturaleza nos regaló justo lo que estábamos esperando. En los ochenta, yo vaticiné que la primera onda gravitacional que veríamos sería producto de la colisión de dos agujeros negros. Y así fue.

«Me sorprendería mucho que en otros planetas no hubiera vida más inteligente que la humana»

XL. Dice que este descubrimiento supone una nueva forma de mirar al universo, un camino diferente para la exploración del espacio. ¿Por qué?

K.T. Según las leyes de la física, solo hay dos tipos de ondas que pueden viajar a través del universo y traernos información de lugares muy remotos: las electromagnéticas y las gravitacionales. Hace 400 años, Galileo construyó un pequeño telescopio óptico, lo colocó mirando al cielo y descubrió las lunas de Júpiter. Y, de manera similar, nosotros hemos abierto la única otra forma de estudiar el universo construyendo estos instrumentos y detectando, gracias a ellos, ondas gravitacionales. Ahora tenemos dos tipos de astronomía a nuestro alcance. Igual que la astronomía electromagnética nos ha enseñado cosas increíbles, en los próximos 400 años las ondas gravitacionales nos descubrirán otras cosas fascinantes.

XL. ¿Por ejemplo?

K.T. La colisión de dos enormes agujeros negros. De un evento como ese no había ondas electromagnéticas, no había rayos X, tampoco señales de luz o de radio… Nada. Solo ondas gravitacionales.

XL. ¿Y podemos empezar a imaginar cuáles serán esos descubrimientos?

K.T. No sé qué seremos capaces de encontrar dentro de 400 años, pero puedo, más o menos, predecir lo que podremos ver en 30 o 40 años. Creo que en ese tiempo, si no antes, podremos explorar, desde un punto de vista observacional, el nacimiento del universo. Las ondas gravitacionales son mucho más penetrantes que las electromagnéticas. Por eso, las que se crearon durante el nacimiento del universo han sido capaces de viajar hasta nosotros sin demasiada obstrucción, porque no son absorbidas ni destruidas por la materia que se encuentran por el camino y pueden traer información muy valiosa sobre esos primeros instantes.

XL. ¿Y cuál es la pregunta clave sobre ese momento primigenio?

K.T. Una pregunta que queremos contestar es si hubo un periodo de rápida inflación en el que el universo se expandió de una manera mucho más veloz de lo que lo hace ahora. Se cree que esa inflación creó la mayoría de las cosas que observamos en el universo.

XL. Además de ser un icono de la exploración cosmológica moderna, también arrastra un considerable fenómeno fan desde que en 2014 asesoró a Christopher Nolan en Interstellar. ¿Cómo fue aquella experiencia?

K.T. En realidad, la idea de la película fue mía y de la productora de Hollywood Lynda Obst. Ella conocía a mi gran amigo Carl Sagan, que nos presentó en los años ochenta (en realidad, Sagan les organizó una cita a ciegas). Juntos desarrollamos la ciencia detrás de la película y luego, cuando los hermanos Nolan llegaron al proyecto, empezó la tormenta de ideas con ellos y el equipo de efectos especiales. Aunque nosotros pusimos la materia prima, los Nolan la transformaron y la enriquecieron. La película terminó siendo suya. Fue interesante y divertido.

XL. Es usted uno de los mayores expertos del mundo en agujeros negros. Nolan le pidió que calculara qué pasaría si una persona se asomara a uno. ¿Qué descubrió?

K.T. Los agujeros negros no están hechos de materia, como tú y yo, sino de espacio y tiempo. Es difícil de entender, pero si nos pudiéramos asomar a uno nos daríamos cuenta de que el tiempo fluye mucho más despacio de lo que lo hace en la superficie de la Tierra. Por eso, después de que Cooper (el protagonista de la película) sale del agujero negro, su hija se ha convertido en una mujer. Ella ha envejecido 20 años y para él apenas han pasado unas horas. Dentro de un agujero negro, el tiempo fluye hacia el centro. Dirías que esa es una dirección espacial, pero en realidad es temporal.

«Era bastante obvio desde hace tiempo que nos darían el Premio Nobel. Pero me decepciona que nos lo hayan dado a tres personas y no a todo el equipo»

XL. La ficción sigue fantaseando con los viajes en el tiempo. Pero ¿y la ciencia? ¿Para ustedes es un concepto interesante o la idea de la máquina del tiempo es pura cultura pop?

K.T. Probablemente no sea posible. Si tuviera que apostarme algo, diría que las leyes de la física hacen que el viaje en el tiempo sea imposible, pero no lo sabemos a ciencia cierta.

XL. ¿Por qué? ¿Dónde reside la duda?

K.T. Tanto mi amigo Stephen Hawking como yo hemos estudiado a fondo este tema y los dos hemos llegado a la misma conclusión: nunca sabremos seguro si el viaje en el tiempo es posible hasta que no entendamos a fondo las leyes de la gravedad cuántica. Cuando dentro de 20 o 30 años conozcamos mejor estas leyes, quizá tengamos una respuesta.

XL. Seguimos sin tener evidencias de que exista vida inteligente fuera de la Tierra.

K.T. Creo que es muy probable que haya vida inteligente en el universo. Probablemente estará muy muy lejos de nosotros. Están tan lejos que no parece factible que hayan viajado nunca hasta aquí. A mí, como científico, me sorprendería mucho que la vida no se hubiera formado en muchos otros planetas del universo. También que algunas de esas formas de vida no fueran más inteligentes que nosotros.

«Stephen Hawking y yo hemos escrito el planteamiento de una película. Ya está en manos de un guionista. Pero no puedo dar detalles»

XL. Al contrario que algunos de sus colegas, usted defiende que la física y la religión pueden coexistir sin problemas.

K.T. Hay muchas versiones diferentes de Dios y yo no veo ninguna incompatibilidad entre las leyes de la física y algunas de esas versiones.

XL. Entonces, ¿Dios debería respetar las leyes de la física?

K.T. Si Dios existiera, estaría constreñido y tendría que trabajar dentro de los límites que marcan las leyes de la física y de la naturaleza. Pero hace mucho tiempo que perdí el interés en la pregunta sobre si Dios existe o no.

XL. ¿Por qué?

K.T. En mi opinión, no es relevante. La ciencia es capaz de contestar a las preguntas que nos hacemos con mucha seguridad. Podemos verificar las repuestas a través de la observación y el método científico. En cambio, nunca he sido capaz de encontrar en ninguna religión o en ninguna versión de Dios esa certeza.

XL. Tengo entendido que usted y su amigo Stephen Hawking están trabajando en una película juntos. ¿Nos puede adelantar algo?

K.T. Stephen Hawking, Lynda Obst y yo hemos escrito el planteamiento de una nueva película, algo parecido a lo que Lynda y yo hicimos con Interstellar. Este material ya está en manos de un guionista que está trabajando con él, tenemos un candidato para dirigirla y un estudio interesado. Así que estamos avanzando, pero no puedo darte más detalles. El contrato que firmamos con el estudio dice muy explícitamente que no revelaré nada sobre la película. Así que estoy esforzándome mucho por cumplirlo [se ríe].

XL. Con una carrera tan apasionante y ecléctica como la suya, ¿de qué se siente más orgulloso? ¿Cuál le gustaría que fuera su legado?

K.T. Mi legado serán mis estudiantes, los científicos que se han formado conmigo y que han desarrollado un conocimiento científico mucho más importante que cualquier cosa que haya hecho yo a nivel personal. Aparte de eso, comparto con el equipo de LIGO el legado de la astronomía gravitacional, pero mi papel en este caso es de mero icono. Y me gustaría que mi tercer legado fuera haber acercado la comprensión de la ciencia al público general. Me gusta pensar que he llevado la belleza de la ciencia a gente de todo tipo y en todas partes.


LOS CEREBROS DE LIGO

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Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne, los tres galardonados con el Premio Nobel de Física y que ya fueron distinguidos con el Premio Princesa de Asturias en octubre. Foto: Getty Images

En 1967, Rainer Weiss inició la construcción del primer prototipo del interferómetro de láser en el MIT y, un año más tarde, Kip Thorne empezó a desarrollar el trabajo teórico para entender el origen de las ondas gravitacionales. En los años ochenta, ambos proyectos se fusionaron. La construcción de los observatorios comenzó en 1990 con un presupuesto de 395 millones de dólares, el proyecto mejor financiado de la historia de Estados Unidos. A partir de 1994, Barry Barish lideró la edificación e internalización del proyecto, en el que han participado más de 1000 científicos de 20 países diferentes, incluido un grupo español de la Universidad de Islas Baleares.

Una ficción muy real

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Thorne es el ‘instigador’ de la película Interestellar, de Christopher Nolan. No solo asesoró. La idea fue suya. «Yo solo conozco dos películas que se han hecho de esta forma. Contact, en la que participó Carl Sagan, y 2001. Odisea del espacio, donde Stanley Kubrick trabajó con el divulgador científico Arthur C. Clarke.

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