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Una de setas

Lunes, 27 de Noviembre 2017

Tiempo de lectura: 1 min

A poco que el cambio climático, o lo que rayos esté pasando, siga erre que erre, este artículo será un clásico anual. Pese a las ilusiones de setiembre, la temporada de setas se puso más cuesta arriba que los propios montes a causa de la seca, y yo a escribir para decir que menuda pena, que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva. Los seteros más sabuesos buscan en sus humedales más recónditos buenos hongos, senderillas o aunque sea rebozuelos. Han estado tristes hasta el WhatsApp y el Instagram a falta de fotos como las de otros años. Hasta anteayer tuvimos 'veroño' en Iberia y ya amenazan los fríos del invierno. Así que miau. Sin setas, no hay paraíso. He compartido sufrimiento con amigos gallegos, sorianos, leoneses y hasta uno de los más listos que se trilla los húmedos valles de Aralar y la zona alta de Tolosaldea con su perra Blue. Unas semanas de ilusión al principio para luego llevarse la decepción del siglo. Las deshidratadoras, casi en paro. En la ciudad nos toca exprimir el bolsillo. Y encima sin saber si lo que uno compra a precio de oro no será captura furtiva, fruto de una de esos 'golfos apandadores' que arrasan los montes fuera de día, de cupo y hasta de noche. Los lugareños reaccionan por barrios, pero los ánimos están irritados. En la zona alta de Rioja han llegado a cortar el paso con troncos a las hordas de coches. Hay restaurantes que ya solo compran setas con 'papeles', como los hermanos Echapresto en Moncalvillo. A ver si hay suerte y aún cae algo de agua. Aunque no salgan setas, nos limpiará el aire, que falta nos hace.